En los inicios del siglo XX la producción de Mendoza estaba impulsada por la vitivinicultura, lo que hacía que entre el sector agropecuario y el industrial llegaran a representar un 40% de la actividad económica.
Por el contrario, resultaban insignificantes en ese período tanto la minería como la producción de electricidad, gas y agua. Los restantes sectores tenían una participación que oscilaba entre el 8% y el 12% del PBG total.
Así ocurría con los transportes y comunicaciones, las construcciones por un lado y el comercio, los servicios sociales y personales y la vivienda y las finanzas, por otro. Aunque vale la pena aclarar que en esos sectores compuestos era muy pobre la participación de las finanzas y las comunicaciones.
A partir de ese momento se dan cambios graduales en algunos sectores y de carácter brusco en otros. En este último caso se encuentra la minería, la cual de estar estancada hasta la mayor parte de la década del ‘30, comienza a crecer fuertemente desde fines de ese decenio como consecuencia de la extracción de petróleo.
En efecto, la producción en la provincia -que inició YPF en 1932 (a fines del siglo anterior ya lo había hecho Carlos Fader)- fue de 127.902 m3 en 1939 y pasó a 2.865.800 m3 en 1963, o sea 18,6% del total nacional.
La producción se había incrementado, pero el valor del barril hasta 1973 nunca pasó de U$S 4,50. Con la crisis mundial de ese año, desde 1974 se inició una escalada de precios que llevaría esta unidad a U$S 39,50 a fines de los 70, para disminuir luego hasta 1986 con una cotización de U$S 15 (Calderón, Perlbach, 2001:69-71).
De este modo la extracción llegó a constituir en 1983 el 21,1% del PBG provincial (Mendoza, DEIE, Anuario Estadístico Mendoza 1984-1986, T II: 330), para decrecer después y llegar a niveles parecidos (más del 20%) después de la fuerte devaluación de 2002 (entre 2003 y 2008), o sea antes de que se retrasara nuevamente el tipo de cambio.
Por el contrario, el sector agropecuario sufrió una evolución inversa. Así, en 1900 llegaba a superar la cuarta parte de la producción (26%) y en el 2000 sólo alcanzó al 5,5% de la misma.
Desde los últimos años del siglo XIX y particularmente en los primeros del XX comenzaron a desarrollarse algunas industrias inducidas por la vitivinicultura o derivadas de ella con carácter artesanal. Así existieron varios talleres metalúrgicos que suministraban elementos para bodegas, tonelerías y fábricas de alcohol vínico o bodegas que lo hacían.
La casi totalidad de estos establecimientos habían sido creados por inmigrantes (Pérez Romagnoli, 2006:133-180). Los años recesivos de la Primera Guerra Mundial frenaron un poco esta actividad, que se reinició con la recuperación ulterior.
Así el Censo industrial realizado por la Dirección de Estadísticas provincial en 1922 revela la explotación de aguas minerales, fabricación de cajones, carruajes, herrerías y hojalaterías y destilerías de alcohol, además de molinos y panaderías y de la elaboración de aguas gaseosas, licores y conservas.
La crisis del ‘30 causó problemas por las dificultades para la introducción de bienes del exterior. Pero ello permitió, en las décadas siguientes, la aparición de industrias sustitutivas de importaciones.
En efecto, en el censo de 1937 figuran destilerías de petróleo, fábricas de ácido tartárico, oxígeno y anhídrido sulfuroso y artefactos eléctricos, carrocerías y cemento portland; también industrias alimentarias y de bebidas tales como mataderos, frigoríficos, y establecimientos elaboradores de cerveza, aceite de oliva y conservas de frutas y tomates.
Varios de estos últimos habían nacido en realidad en la década del ‘20 como el Matadero de Mosso Hermanos, la Cervecería Andes y la elaboración de conservas como el caso de Arcanco (en Godoy Cruz).
El crecimiento industrial, a pesar de los altibajos, se mantuvo -en general- hasta mediados de los ‘70. A partir de allí comienza una larga declinación, llegando a desaparecer totalmente algunas industrias, como cerámica (Coria Esteves, 2010: 21-29) y otras, a perder gran cantidad de establecimientos como las de conservas de alimentos, metalúrgicas, textiles, cristalerías, etc., como consecuencia, principalmente, del retraso del tipo de cambio que impidió las exportaciones y favoreció la competencia de artículos importados.
Así esa situación se manifestó con el plan de pautas cambiarias de Martínez de Hoz (1978-1981), y mucho después con la inadecuada aplicación del régimen de convertibilidad (principalmente en los últimos años) y aun en algunos períodos recientes.
Esa dificultad se vio incrementada en ocasiones por fuertes procesos inflacionarios que incrementaban en mayor modo los insumos que los precios de venta.
También los sectores energético y de transporte, al estar sujetos a la fijación de tarifas, sufrieron procesos de deterioro en sus inversiones y crecimiento. Los sectores que tuvieron un mayor desarrollo fueron los servicios, pero ello será tratado más adelante.
Para un análisis más pormenorizado conviene revisar los cambios finiseculares y la situación en el siglo XXI, por lo cual conviene examinar lo ocurrido con la producción entre 1991 y 2011.
La composición del PBG a la última fecha, muestra que el sector más importante es el comercio, pues concentra más de la cuarta parte del PBG -casi 10 puntos más que las dos actividades siguientes, servicios e industria- mientras en tercer orden aparecen la minería y el sector financiero. La suma de los cuatro sectores remanentes apenas llega al 18% del total.
En las décadas de 1990 y del 2000 sólo tres sectores crecieron porcentualmente de manera superior al total: comercio, restaurantes y hoteles, transportes y comunicaciones y minería.
El primero de ellos más que se cuadruplicó, mientras que los dos segundos se multiplicaron tres veces y media. El sector de servicios creció a una tasa media pudiendo poco más que duplicarse, al igual que el agropecuario y el de electricidad, gas, y agua, duplicación que no llegó a alcanzar el sector financiero.
En cambio la industria y la construcción crecieron en forma paupérrima. Así la primera no llegó a crecer un 50% y la segunda sólo un 15%, al cabo de veinte años. En el sector agrario, la actividad pecuaria creció más que la agro-silvícola, según el siguiente detalle:
La viticultura tenía en el 2011 poco más del 53% de la actividad, seguida de la fruticultura 22,4% y la horticultura (12%). La primera sólo creció poco más del 60% entre 1991 y el 2011, mientras que la fruticultura casi se sextuplicó.
Las hortalizas, al igual que las uvas, ni siquiera se duplicaron, de manera parecida a la producción de olivas, que sólo creció una vez y media. Las plantas aromáticas tuvieron un crecimiento excepcional entre el 91 y el 2003 (se multiplicaron 34 veces) para luego declinar y sufrir altibajos y volver al nivel del 2003 en el 2011, alcanzando ese año al 4,3% de la producción de la agricultura y silvicultura.
Finalmente, la producción de madera se multiplicó un poco más de dos veces y media. En materia pecuaria todas las actividades crecieron mucho. El repunte del ganado vacuno en el siglo XXI puede explicarse por la mayor tecnificación y la promoción de la ley 7.074 (interpretación debida al productor Julio Lasmartres). Respecto a la viticultura, en los ‘90 se comenzó un notable cambio estructural
La fruticultura tuvo un excepcional crecimiento desde fines de los ‘80, destacándose el grupo de frutas de carozo (durazno, ciruela, damasco, cerezas) por sobre las de pepita o semilla (manzana, pera y membrillo).
Su destino es principalmente el mercado interno, salvo el caso de otros frutos como las frutillas o nueces y eventualmente las cerezas. En materia hortícola los productos más destacados son el tomate, el ajo y la papa, particularmente los dos primeros y, principalmente, el segundo, que se destina en grandes cantidades a la exportación cuando el cambio lo permite. Se obtienen además todas las verduras de hoja, porotos, cebollas, zanahorias, zapallos, pimientos y arvejas, entre otros.
En la actividad minera, el petróleo y gas y sus servicios anexos tienen una participación superior al 98%. No hay prácticamente extracción de minerales metalíferos y poco de los no metalíferos, aunque sí hay rocas de aplicación.
El petróleo muestra un monto significativo de participación en el producto merced a los precios del barril. Por otra parte, se advierte un estancamiento notorio desde el 2008 a la fecha. Dado el alto precio de sus derivados, la refinación del petróleo para la obtención de combustibles (nafta, querosén, etc.) y otros productos constituye la principal actividad industrial de Mendoza, desplazando a la vitivinicultura al segundo lugar.
La participación vitivinícola en el Producto Bruto mendocino
La vitivinicultura influye de tal modo en todas las actividades y la vida económica provincial que generalmente se le ha atribuido una participación en la producción mayor a la realmente existente.
Ello resulta razonable ya que dicha actividad invade otros sectores con sus demandas y aportes, como ocurre con la industria productora de máquinas e instalaciones para bodegas, la construcción de establecimientos o de acceso a los mismos, la utilización del transporte, particularmente el ferroviario en la primera mitad del siglo XX, el comercio de productos enológicos, fertilizantes y plaguicidas para las viñas, las importantes sumas que siempre aportó al sector público en materia de impuestos y tasas, etc. Pero como todos esos sectores mencionados deben medirse por separado, es que ocurre lo expuesto.
Para analizar el tema de la participación de la vitivinicultura en el Producto Bruto Geográfico deberíamos comparar la sumatoria del Valor Agregado de la viticultura y de la vinicultura que corresponden a los sectores agropecuario e industrial respectivamente.
De igual forma, para tener una cierta certeza en esa medición, debería contarse con relevamientos integrales de ambas actividades. Es por ello que hemos decidido reunir a los no muy abundantes censos económicos existentes y algunos relevamientos globales de parte de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la provincia de Mendoza y de otros organismos (Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo y Consejo Federal de Inversiones).
Dado que los censos raramente incluyen el valor agregado agropecuario (limitándose a enunciar sus producciones físicas) hemos prescindido de esta magnitud y hemos utilizado un procedimiento alternativo de medición, la función de los datos industriales.
Conforme a esta premisa formulamos un cuadro en el que se consigna el valor bruto de producción del vino y el de sus insumos y el valor agregado por el mismo. De estos insumos, es notorio que la mayor parte corresponde a la uva, por lo tanto es un modo de medir la parte agrícola. (Ver cuadro Participación Vitivinícola.)
Los números muestran que el crecimiento y la participación vitivinícola a comienzos del siglo XX fueron excepcionales. Así en 1914, cuando ya había concluido el boom vitivinícola, la participación del valor agregado del vino en la industria trepaba al 77%, la de los insumos a un 18% y la del valor bruto del vino al 39%.
Conforme a ello podemos suponer con bastante realismo que en 1912 (pico máximo del boom) el vino constituía un 80% o más de la industria, la uva, un 20% del producto global y el vino más de un 40%, o sea que el 40% más de la producción (del valor agregado total) estaba dado por los frutos de la vid y por el vino.
A partir de allí, tiene una caída muy significativa (al 7%) como consecuencia de la crisis de los años ‘30 que golpea muy fuertemente a los bienes de demanda elástica.
Hay una gran recuperación en los ‘40 que posibilita que el valor añadido por el vino supere el 50% de la industria, mientras si tomamos el valor bruto como representativo de la actividad global, alcanza entre 1946 y 1954 a la tercera parte del Producto Bruto Geográfico de la provincia.
En lo que sigue de los ‘50, en los ‘60 y los ‘70, la vinicultura pierde participación por la aparición de nuevas actividades pero mantiene relevancia. No obstante, la destilación del petróleo ya asoma como la industria más valiosa.
En los ‘80 y principios de los ‘90 su participación desciende dramáticamente como modo de contrarrestar esta crisis. Se inicia allí una etapa que recupera la cadena de valor a través de la producción de vinos finos, tanto genéricos como varietales y dentro de éstos, tanto de mediana calidad como de alta gama en buena medida para exportación.
Pero lo que no se puede revertir hasta fin de siglo es la caída del consumo interno, aunque de algún modo se estabiliza, pasado ese momento, a niveles cercanos a los 38 litros, continúa luego su descenso (el consumo de 38,83 litros en 1998 baja a 37,75 en el 2000. En el 2004 se reduce a 29,87 o sea rompe el piso de los 30 litros y en el 2009 a 26,667. Según el Departamento de Estadísticas y Estudio de Mercado del INV.
La participación del valor agregado por la uva y el vino en la primera década del siglo XXI llega a poco más del 8% del PBG según los cálculos incluidos en el mismo.
Todos estos indicadores señalan que en las últimas décadas -particularmente después de la caída de la vitivinicultura tradicional en 1980 y de la congelación de las inversiones petroleras en Mendoza y el retraso de los precios del oro negro y de las regalías provinciales, en relación al mercado mundial- la economía local sufrió una profunda declinación con respecto a la Nación.
Esta situación estuvo acrecentada, principalmente, para la castigada industria provincial durante los tramos de congelación o rezago del tipo de cambio, lo que ha provocado su destrucción en porcentajes significativos.
Conclusiones
El cálculo del PBG secular mendocino permite tener una visión bastante clara y precisa de la evolución de la actividad económica tanto global como de sus sectores, de la que se carecía hasta ahora.
Por otro lado, también posibilita determinar, a lo largo del tiempo la participación de la vitivinicultura en la producción total. Lo examinado muestra, en forma mucho más analítica de lo que se conocía, la caída de la industria de la uva y el vino y su reconversión.
Pero esa medida es incompleta, por cuanto la importancia de esa actividad de varios siglos trasciende el ámbito agropecuario y manufacturero, ya que no abarca lo cultural, turístico y comercial, cuya relevancia es cada vez mayor, particularmente en la actualidad, y conocerla requiere estudios mucho más amplios.
Algunas precisiones metodológicas y de fuentes
Hay muchas dificultades para obtener fuentes más o menos confiables y en cantidad suficiente en las primeras seis décadas del siglo XX. Después de una ardua búsqueda y muchos fracasos -particularmente en la medición monetaria por el problema inflacionario-, fuimos definiendo la situación. Finalmente se optó por trabajar con cuatro documentos básicos de carácter integral, para ir de lo global a lo particular y no a la inversa (Sec. de Asuntos Económicos, 1955; Grupe, O., 1959 y CFI, 1968, Pérez Mora, 2008).
Las estimaciones globales se confrontaron con la información específica de cada sector, la que obtuvimos de los censos industriales nacionales de 1935, 1946 y 1954, los que incluyen datos censales sobre otras actividades como minería, electricidad y gas -en algunos casos- construcciones, comercios y bancos.
Complementariamente recurrimos a los datos de cada actividad contenidos en los anuarios de la Dirección de Estadísticas local y al censo industrial y comercial de 1963/64 hecho por la provincia.
La parte monetaria -después de varias frustraciones- quedó resuelta mediante la construcción de coeficientes basados en los precios implícitos de la demanda agregada nacional, lo que además homogeniza la valorización del producto bruto provincial con la del nacional.
Finalmente se ajustaron principalmente las subestimaciones de los censos económicos delatadas por mayores dotaciones de personal registradas en los de población en relación a los de actividades.