La Argentina viene en ritmo de crecimiento, aunque las cifras que llegan desde distintos ángulos muestren números distintos. Según el secretario de Finanzas, en el primer semestre el crecimiento fue del 5%, mientras que algunas consultoras privadas lo calculan en alrededor del 3%. La Universidad Torcuato Di Tella, por su parte, a través de su Indice Líder, calculó un 2% pero pronosticó que la economía seguirá creciendo.
Los rubros en los cuales se asentó este crecimiento fueron externos e internos. Entre los primeros hay que destacar las exportaciones de soja, merced a un precio récord alcanzado durante el primer semestre, con una cosecha que superó en más de un 30% a la del año anterior.
El otro rubro fue el automotriz, ya que se mantuvo muy fuerte la venta en el mercado interno y también siguieron a buen ritmo las exportaciones a Brasil.
Entre los elementos internos que explican el crecimiento está, básicamente, el consumo ya que, además de autos, ha crecido la venta de productos electrónicos y también de varios electrodomésticos a pesar de las restricciones. En materia de alimentos y bebidas, en cambio, el consumo muestra registros estables y algo menores en lo que respecta a indumentaria.
Donde los registros no son buenos es en el rubro de la construcción, que sigue mostrando caídas y no consigue recuperarse. Ni siquiera la actividad de la obra pública consigue mejorar los índices.
El impulso de la inflación
Como siempre ocurre, la inflación es el gran acicate que estimula el consumo. Los argentinos, ya profesionales en esto de vivir en un ambiente inflacionario, saben cómo manejarlo. Pero, además, hay instrumentos proporcionados por el gobierno que estimulan este proceso.
En primer lugar el atraso del tipo de cambio. Por otra parte, el cepo cambiario que dificulta comprar dólares y obliga a ir a un mercado paralelo con una diferencial de casi el 60%. En este caso, los que pueden, tratan de comprar aprovechando el dólar oficial.
Desde los que compran en el exterior hasta los que hacen turismo, han aprovechado las ventajas de este dólar atrasado. Pero también lo han hecho empresas, que al destrabarse la posibilidad de importar han comenzado a aprovechar para comprar máquinas.
En lugar de comprar dólares en el paralelo, importan máquinas. Según datos oficiales, el primer semestre creció un 14% la importación de bienes de capital, aunque se profundizó en el segundo trimestre, mostrando un pico del 54% en mayo.
Un registro similar se verifica en el caso de las compras de auto de alta gama, ya que se importan a dólar oficial y luego, las mismas financieras de las automotrices permiten la compra con financiamientos a tasas fijas del 9% anual.
Cuando hay inflación, si no hay ahorro que compense la suba de precios, el movimiento se dirige a anticipar consumos posponiendo el ahorro o, lo que es peor, adelantando el consumo de ahorros futuros. Mientras el sistema pueda aportar créditos a tasa fija, los consumidores intentarán escaparle a la tenencia de pesos.
Pero en medio de este proceso, ya se comienzan a ver elementos que ponen en duda que este ritmo se pueda mantener porque las patas externas que solventaron el actual crecimiento comienzan a flaquear y abren interrogantes serios hacia el futuro.
Problemas en el futuro inmediato
Los dos elementos externos que habían sido el puntal del crecimiento en el primer semestre están desapareciendo para el resto del año. La soja, que había alcanzado precios de 560 dólares la tonelada, ya cotiza a 440 en los mercados de futuro para noviembre pero también registran bajas el maíz y el trigo. Esto implica menores ingresos de dólares y menores ingresos por retenciones a las exportaciones.
Por el lado automotriz también se anticipan problemas porque Brasil está en un estado de estancamiento, ya que el gobierno de Dilma ha planteado una lucha frontal contra la inflación aunque deba sacrificar tasa de crecimiento.
La industria ya parece haber tomado nota y está bajando su ritmo de producción. Si se mantienen las ventas en el mercado interno el problema será que importaremos más y exportaremos menos, lo que agravará el balance de divisas.
El otro problema será a nivel interno. Los incentivos al consumo están acelerando la inflación. Las mediciones privadas están marcando cifras cercanas al 3% para julio, cuando la mayor demanda, sumada a las subas de los precios de los combustibles, van incrementando este indicador.
El Banco Central comenzó a acelerar la pauta devaluatoria del dólar oficial, que se proyecta para más de un 25% anual y esto replica sobre el dólar paralelo. Entre quienes consumen y los que se van al “blue”, los bancos están perdiendo depósitos y esto los ha llevado a aumentar las tasas de interés, al menos para grandes colocaciones.
Para el segundo semestre se prevé más tasas de interés, restricción de dólares y una mayor emisión monetaria para hacer frente a gastos y subsidios, lo que complicará más aún el frente fiscal, si es que el gobierno no decide introducir correcciones a tiempo.
Hoy comienza el calendario electoral con las PASO y en octubre se conocerá la nueva composición del Congreso nacional. No obstante, el gobierno debería generar los correctivos necesarios porque el panorama internacional está cambiando y las reglas serán distintas. Aún le quedan a la Presidenta más de dos años de mandato en los que deberá lidiar con una realidad distinta a la que tuvo hasta ahora.