Ya hace dos semana advertimos que la situación de la economía argentina había llegado a un punto donde era necesario recalcular e introducir cambios. La última semana fue muy intensa, más aún después que el Presidente anunció el inicio de conversaciones con el FMI.
Si bien el detonante de la crisis fue la aceleración de la tasa de interés en EEUU, esta situación dejó en claro la vulnerabilidad de la situación financiera del gobierno ya que el déficit fiscal subsistente requería asistencia financiera del exterior y la suba de tasas cerraba la puerta para nuevos financiamientos.
La toma de conciencia de esta situación fue lo que disparó la salida de inversores especulativos que habían llegado alentados por las tasas que fijaba el Banco Central para retirar los excedentes de liquidez y evitar que los mismos presionaran sobre la inflación. Este retiro veloz de fondos se tornó en un efecto manada y el Banco Central tenía que poner dólares para evitar una dispara del precio de la divisa porque los que tenían no los vendían esperando una suba mayor.
Evidentemente el mercado no se sentía cómodo con ese valor del dólar y presionó para subirlo. Como todos los bienes de la economía, el valor del dólar está influenciado por la inflación. No todos los bienes reaccionan de la misma manera pero, más tarde o más temprano, lo hacen.
Después de los errores del gobierno de mantener anclado el valor del dólar, el mercado, finalmente, hizo la primera parte del ajuste, y en una semana llevó la cotización de la moneda norteamericana de 20 a 25 pesos. Además, presionó la suba del dólar en los mercados mundiales, que generaba la devaluación de las monedas principales.
El Banco Central intentaba ponerle freno aumentando la tasa y entregando algunos dólares, pero no podía, porque era una típica corrida internacional. La única forma de ponerle freno era actual con mucha fortaleza y, por tal motivo, la autoridad monetaria decidió actuar con firmeza: llevó la tasa de política monetaria al 40% y el lunes salió a ofrecer al mercado 5.000 millones de dólares a $ 25 (el viernes había cerrado a $ 23,70)
El mercado sintió el impacto e interpretó la señal. Durante ese día, casi no se hicieron operaciones y, recién al final, se vendieron 400 millones El martes vencían 620.000 millones de pesos en Lebac y había dudas acerca de la respuesta del mercado, pero el resultado fue óptimo.
Mientras en el mercado cambiario reapareció la oferta (exportadores y fondos del exterior) y el dólar nunca superó el límite, mientras se renovaron el 100% de las Lebac y hubo ofertas por 5.000 millones adicionales. La crisis se había superado, aunque a todos les quedó claro que era necesario tomar medidas acordes.
Quedó claro que el mercado hizo la primera parte del ajuste la hizo el mercado forzando la devaluación de la moneda, ajustando el tipo de cambio a una paridad casi similar a lo que daría la paridad en enero de 2016 ($ 13) ajustada por la inflación acumulada. El mismo mercado ahora está presionando por un mayor ajuste, y el gobierno parece haber recibido el mensaje.
El ajuste que se viene
Después de estos días agitados, el gobierno leyó bien las principales señales. Una de las cosas que se reclamaban era confirmar la independencia del Banco Central, algo que había quedado en duda luego de la conferencia de prensa del 28 de diciembre, cuando se anunció el cambio de las metas de inflación.
El miércoles pasado, el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, dio muestra de manejarse con gran autoridad y se permitió reconocer errores aprendidos de este proceso y de haber leído las señales del mercado. “El objetivo del Banco Central es combatir la inflación” dijo en forma contundente. De la misma manera dejó en claro que controlará la política fiscal, ya que si es expansiva lo hará con una política monetaria restrictiva
Un rato más tarde, el presidente Macri ratificaba este rol de la autoridad monetaria, garantizando su independencia. De la misma forma, reconoció que se había registrado falta de coordinación entre el ejecutivo y el BCRA, confirmando un freno al sector político que, desde la Jefatura de Gabinete, se entrometía en las decisiones del regulador.
Pero, después de aclarar este tema tan importante para darle credibilidad a la política monetaria, avanzó en un terreno que todos creían nunca haría: dijo en forma clara debían acelerar el gradualismo para terminar lo más rápido posible con el déficit. En buen romance, significa hacer los ajustes necesarios para bajar el gasto público y terminar con el déficit antes de 2021, que era el plazo que originalmente se había planteado.
El interrogante que surge es la forma en que se plantearán los ajustes. Por lo pronto, el presidente avisó que la responsabilidad de bajar los gastos les corresponde a todos los poderes, con lo cual, de entrada, ya les trasladó la inquietud a legisladores y jueces.
Por otra parte, propuso un acuerdo entre todos los sectores que debería verse plasmado en el proyecto de presupuesto de 2019, donde habría que acelerar la baja del gasto público. En este sentido, ya les anticipó a gobernadores de distrito signo la necesidad de avanzar en este sentido. Incluso, la gobernadora María Eugenia Vidal les reclamó a los intendentes de su provincia que colaboren bajando las tasas municipales que gravan a los servicios públicos.
El presidente reconoció que el FMI pedirá revisar algunas metas, como bajar el gasto y la inflación, pero que los métodos dependen y serán elegidos por el mismo gobierno nacional. De todos modos, no hay muchos misterios y tampoco muchos caminos. El mismo Macri reconoció las limitaciones.
De cada cuatro pesos que ingresan, 3 van para gasto social, que incluyen jubilaciones, AUH y otros subsidios.
Por esa razón se pone acento en los gastos provinciales y municipales, cuyas plantas de personal crecieron mucho más que la de la Nación y la masa salarial de estas creció, en promedio, un 80% por encima de la inflación acumulada en los últimos 15 años. No es parejo en todas, pero si en todas se superó.
El otro problema serio será afrontar la inflación. En los primeros 4 meses, el IPC del INDEC ya acumula casi un 10% y se calcula que el semestre cerrará con un 15% acumulado (que era lo esperado para todo el año. A pesar que el titular del BCRA asegura que la desinflación se mantiene firme, aún queda por verse el impacto que tendrán en los índices los futuros ajustes de los precios de los combustibles, que fueron postergados.
Al cierre de abril, tenían un aumento pendiente del 12% pero desde esa fecha el dólar aumentó un 20% y el precio del barril de crudo WTI creció de 68 a 72 dólares, por lo que el impacto sobre los índices será importante en el segundos semestre.
El desafío es importante. El mercado, con la devaluación, ya hizo el primer ajuste, y sería importante que se deje flotar a la divisa a efectos de no recaer en nuevos atrasos cambiarios. De esta manera comenzarían a dinamizarse las exportaciones de las economías regionales y se podría conseguir mejoras más generalizadas.
Eliminar el déficit y la dependencia del financiamiento externo es fundamental ante un mundo que se mantendrá inestable por mucho tiempo. El segundo desafío es conseguir la eficiencia en el funcionamiento del Estado, de manera de poder bajar impuestos en forma más agresiva y ayudar a mejorar la competitividad del sector productivo. Lástima que se dieron cuenta tarde.