Se puso en el rol de portador de la verdad - Por Gabriela Azzoni

Se puso en el rol de portador de la verdad - Por Gabriela Azzoni
Se puso en el rol de portador de la verdad - Por Gabriela Azzoni

Los discursos que se pronuncian en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso tienen una doble mirada: una hacia el pasado y otra hacia el futuro. Esta característica genera expectativas. En el caso de Alberto Fernández, más aún debido a que era su primer discurso como presidente, a 81 días de haber asumido la presidencia.

Fernández comenzó su discurso construyéndose como el portador de la verdad y, por lo tanto, excluyéndose del grupo de aquellos, especialmente en la política, que mienten causando daño al sistema democrático al imponer una realidad inexistente. De esta manera instaló la oposición entre los otros.

Esta construcción como enunciador político, quizás, resulte ambiciosa si se tienen en cuenta las innumerables y severas críticas que el actual presidente hizo de la gestión de Cristina Kirchner y que luego dejó sin efecto al momento de ser ungido por la ex mandataria para el cargo hoy ejerce.

En discurso se esperaba la definición de norte estratégico para la gestión, especialmente en el área económica. Fernández, haciendo uso de la estrategia global de la comunicación política, que consiste -por una parte- en la presentación negativa del otro y -por otra parte- en la autopublicidad, sintetizó la situación recibida con la expresión dramática de “destrucción” e inmediatamente enumeró los logros de estos casi tres meses de gestión. Además, enunció de manera general una serie de iniciativas que, en la mayoría de los casos, no se especifica cómo podrán concretarse.

El Presidente opuso permanentemente en estas enumeraciones estas dos visiones de país apelando a un nuevo sistema de creencias y valores que se vehiculiza a través de distintas expresiones como, por ejemplo, destrucción versus solidaridad; inseguridad alimentaria versus lucha contra el hambre; endeudamiento insostenible vs condiciones macroeconómicas sostenibles; especulación financiera vs créditos accesibles para la producción; gobierno con científicos vs gobierno con CEOs; privilegios vs ampliación de derechos, entre otras.

A pesar de estos contrastes que atraviesan todo el discurso, Fernández eligió un tono conciliador puesto que necesita erigirse en un líder transformador capaz de suscitar el apoyo de la mayoría de los argentinos, a fin de movilizar la energía a favor de los cambios que propone. Citó a Alfonsín, Kirchner y Belgrano apelando a valores e ideales que podrían lograr la adhesión de buena parte de la ciudadanía.

Inició así una puesta en aceptabilidad de un esquema de gobierno que deberá ir precisando y ejecutando los modos de concreción para que, efectivamente, comenzando por los últimos, se pueda llegar a todos.

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