El cierre de la campaña para las elecciones del domingo incluyó una serie de especulaciones sobre el eventual gobierno de Daniel Scioli en el caso de resultar electo presidente.
El candidato oficialista ha venido anticipando quienes podrían ser sus ministros, dando lugar a muchas especulaciones, ya que están los que desde el análisis político consideran que una posible presidencia del bonaerense se basaría en la toma de distancia con el kirchnerismo que condujo el país durante doce años, mientras que otros observadores sostienen que, por el contrario, Scioli no tendrá las condiciones apropiadas para alejarse totalmente del supuesto poder que continuarìa ejerciendo Cristina Fernández de Kirchner.
En sus recientes apariciones públicas, siempre al borde de la violación de la veda impuesta por el proceso electoral, la Presidenta insistió con la continuidad de su modelo político y económico a través de Daniel Scioli, razón por la cual ha llegado a pedir explícitamente el voto por la fórmula que éste comparte con Carlos Zannini.
Pero evidentemente la estrategia kirchnerista va mucho más allá y tiene como meta política el intento de retorno al poder de la actual primera mandataria en las elecciones presidenciales de 2019.
Calificados analistas han señalado recientemente que Cristina Fernández de Kirchner viene desarrollando ya su propia trama de poder desde fin de año pensando en volver a competir dentro de cuatro años por el cargo que dejará el 10 de diciembre.
Para ello es evidente que tiene pensado pasar a ser la jefa de la oposición si el nuevo presidente no es Scioli, o bien, si la remplaza éste, en una celosa custodia de las políticas implementadas por ella y su extinto esposo desde mayo de 2003 a la fecha, con el absoluto convencimiento de que las mismas fueron beneficiosas para la mayor parte de los argentinos.
Sin dejar de reconocerse la necesidad de que la continuidad en el poder de un mismo espacio político suponga el mantenimiento de normativas y estrategias, en una democracia verdaderamente republicana la alternancia debe permitir distinguir estilos y metodologías en línea con el pensamiento político y el modo de conducción de quien es elegido por el voto popular para estar al frente de la administración del Estado.
Mucho se le ha objetado al kircherismo su obsesión por la "colonización" del poder a través de incorporaciones y designaciones políticas, realidad que deberá afrontar la nueva gestión presidencial, sea cual fuere su color político.
Con màs razón, por lo tanto, debe preocupar todo intento de condicionamiento hacia una eventual presidencia de Daniel Scioli mediante la exigencia de mantenimiento en sus cargos de funcionarios estratégicos que han servido para sostener el andamiaje político más criticable del extenso ciclo kirchnerista en el país, o con un excesivo y deliberado filtro a ejercer desde las bancas del Congreso, desde donde los seguidores de la actual presidenta pueden llegar a tener una más que respetable e influyente representaciòn.
Los más de treinta años de vida democrática ininterrumpida deben consolidar el saludable sistema de la alternancia política, con más razón cuando en los grandes movimientos, como el que hoy en día se nuclea en el Frente para la Victoria, es necesario dar paso y oportunidad a pensamientos y propuestas muchas veces necesariamente superadoras.