Un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano en el mundo se pierde o se desperdicia, según reitera cada año la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) desde 2012, cuando puso el tema sobre la mesa. Son 1.300 millones de toneladas (casi 10 cosechas argentinas de cereales y oleaginosas) con un costo anual (precio al productor) de unos US$750.000 millones.
"Sólo los 40 millones de toneladas de alimentos despilfarrados en EEUU al año podrían alimentar a los 1.000 millones de personas que se van a la cama con hambre cada día en el mundo", dice Tristram Stuart. autor del libro "Waste: Uncovering the Global Food Scandal".
Lo paradójico es que, mientras se da esta realidad, en un encuentro reciente del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (Iica) en Costa Rica, los especialistas volvieron a insistir fervientemente con que "la producción mundial de alimentos tendrá que elevarse hasta un 60% para satisfacer la demanda de los 9.100 millones de habitantes que tendrá el mundo en 2050".
El 6% de estas pérdidas citadas por la FAO se da en América Latina y el Caribe, representa 220 kg/año/habitante y serviría para cubrir las necesidades nutricionales de los 47 millones de personas que sufren hambre en la región.
Las cifras surgen de los informes sobre Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en el Mundo y su símil para América Latina y el Caribe, ambos de la FAO, y también de los datos del Banco Mundial, INTA y el Ministerio de Agroindustria de la Nación.
¿Dónde ocurren las pérdidas y desperdicios? Las primeras se dan en las cadenas de producción, poscosecha y almacenamiento, y procesamiento, y tienen mayor impacto en los países de ingresos bajos. Con desperdicios se alude a los alimentos desechados en la distribución, la comercialización y el consumo, y son mayores en los países de ingresos altos.
Y por casa, ¿cómo andamos? Si bien en la Argentina existen escasos datos sobre el tema, el INTA estima que en algunas cadenas, como la de frutas y hortalizas, las pérdidas superan el 50% (producción, postcosecha y procesamiento explican el 80% de esta cantidad). En cereales y pescado, las pérdidas son del 30% en cada uno.
En carnes y leche y sus derivados, del 20%. Momentos de cosecha inadecuados o falta de infraestructura de transporte y conservación apropiadas son los mayores responsables. Además, es común que se considere más "económico" y factible el descarte que el desarrollo y la implementación de tecnologías de aprovechamiento.
Cuestiones como la falta de mercado para productos subestándar (con defectos cosméticos, de forma o tamaño, etc.) y las grandes distancias entre zonas de producción y comercialización, agravan el problema.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires, según la Facultad de Ingeniería de la UBA, los desechos alimenticios son el primer componente en los residuos sólidos (41,55% para CABA y 37,65% para los alrededores). Se tiran 670 toneladas por día a la basura, lo que podría usarse para generar 1.675.000 platos de comida.
Argentina avanzó bastante a partir del compromiso de 13 países de América Latina de reducir a la mitad las pérdidas per cápita en 2025.
En 2015 el Gobierno creó un Programa Nacional para ocuparse del asunto. Allí se supo que en la Argentina se desaprovechan 16 millones de toneladas de alimentos por año, 12,5% de la producción nacional.
"Son unos 400 kilos por persona al año, más de un kilo diario por persona", explicó el secretario de Valor Agregado del Ministerio de Agroindustria, Néstor Roulet. Así, en el país se tiran 87 millones de platos de comida por año.
Las pérdidas fuertes (14,5 millones de toneladas) se dan en las diferentes etapas de producción y 1,5 millón son desperdicios del consumo domiciliario.
"Esos 16 millones de toneladas podrían terminar con el hambre de la Argentina", comentó Natascha Hinsch, directora de la Red Argentina de Bancos de Alimentos, que, con 17 bancos, distribuye 7 millones de kilos de alimentos entre 1.300 organizaciones que asisten a unas 200 mil personas.
En Argentina hay otras iniciativas, como Save Food, para buscar soluciones con inversiones en tecnología, innovación, capacitación, buenas prácticas y comunicación. A nivel local, hay proyectos del INTA para la utilización total en las etapas de producción y procesamiento, generando bioenergía (especialmente biogas), produciendo alimento animal o recuperando componentes para la industria alimenticia.
En tanto, en 2016 se lanzó la campaña #NoTiresComida, en el marco del Programa Nacional de Reducción de Pérdida y Desperdicio de Alimentos del Ministerio de Agroindustria. El mensaje llegó a 596 sucursales de Carrefour de todo el país: la guía se entregó a 8.000 personas y el mensaje llegó a más de 8 millones de consumidores, indicaron en el Ministerio.
La subsecretaria de Alimentos y Bebidas, Mercedes Nimo, resaltó que "es una alegría escuchar al representante de la FAO y al CEO de Unilever decir que la Argentina está siendo líder en este trabajo a nivel regional, junto a Inglaterra, que empezó antes. También hay que destacar que es una articulación público-privada que tampoco se da generalmente, porque son iniciativas del sector privado y destacaron la impronta que le da el gobierno argentino".
Asimismo, informó: "Queremos duplicar las personas alcanzadas y trabajamos en una red en el marco del Programa Nacional contra el Desperdicio, al que más de 70 entidades de todo el país se están sumando".