Ya estamos en octubre. El nuevo año ya es viejo. Han pasado los meses como chijete, con una velocidad que ni la de Hamiltón en Monza. Vamos a tener que comenzar a pensar en las menudencias de todo fin de año: ¿Dónde pasamos las fiestas? ¿En lo de tu papá o en lo de tu mamá? ¿Quién se encarga de sacarle las frutas abrillantadas al pan dulce? ¿Quién prepara el clericó?
Ha sido un año más duro que chorizo de mármol, donde nos han golpeado en la base de la nuca con aumentos encima de los aumentos, tarifas embarazadas, la inflación que ya nos tiene recontra-inflados, y las variaciones del dólar que llegó a multiplicar su valor, a tal punto que aquellos que pensaban en ir a pasar sus vacaciones en Cancún o Camboriú van a tener que conformarse con ir a La Rioja o al Impenetrable.
Las protestas populares han proliferado y hasta hemos tenido un paro general, que fue general aunque el gobierno diga que no pasó de sargento y todavía falta diciembre en donde, habitualmente, ocurren los grandes conflictos.
Diciembre es como el corolario. Todo lo aguantado, lo sufrido, lo trajinado, se amontona en el último mes del año y en algún momento estalla. Entonces se producen los grandes acontecimientos que más de una vez han cambiado la situación del país.
El gobierno dio la imagen de estar más desconcertado que el Papa dando misa en una sinagoga. Por momentos tiró todas pero no pegó ninguna. Y sigue tirando.
La novedad del año estuvo en los cuadernos de centeno, que no es cereal limpio.
Todavía siguen desfilando ante el fiscal Estornell y el juez Bonadío tropeles de funcionarios y empresarios embadurnados por la corrupción y el desfile parece no tener fin.
El pueblo dice de ellos "son los que metieron las manos en la lata". Lo que nunca nos imaginamos es que la lata fuera de tan enorme tamaño. Con lo afanado bien podríamos comprar otro país.
La otra novedad fue el nuevo arribo a nuestras destartaladas arcas del Fondo Monetario Internacional, como ya nos ha ocurrido otras veces. Al gobierno no le dio el cuero, ni la imaginación para enfrentar la crisis por sus propios medios y fue a golpear la puertita del Fondo con un tarrito en las manos como para que se lo llenaran de monedas. Pero claro, el Fondo impone condiciones, y entonces ya no valen las decisiones de Macri y sus muchachos; ahora entraron a tallar los muchachos de Lagarde que no por fea deja de ser rigurosa.
Y el tiempo sigue pasando, imperturbable, como si nada pasara, y se nos van los días intentando entender qué nos pasa, por qué nos pasa y hasta cuando nos va a pasar.
Cargamos sobre las espaldas más de nueve meses de infortunio y nuestras espaldas no son de monumentos, son humanas, qué embromar.
Sin pausa nos vamos acercando al final del 18 el que pensábamos iba a ser un año de despegue y fue un año en el que nos hicimos pelota contra el suelo.
Se viene el 19 que es el gran año electoral, donde vamos a elegir otra vez un presidente y un plan de acción que posiblemente nunca cumpla. Nos tocará, una vez más, decidir qué hacemos con este asunto que tenemos entre manos y que se llama Argentina. Ojalá que sea un mejor tiempo, que los días pasen más lentos y podamos disfrutar de ellos y , de vez en cuando, aunque sea de vez en cuando, podamos sonreír.