Se hacen tiempo en sus vacaciones para arreglar la escuela

Los miembros del centro de estudiantes de la Vicente Zapata se juntan a pintar y a poner en condiciones las aulas. Dicen que sus compañeros cuidan más el mobiliario.

Se hacen tiempo en sus vacaciones para arreglar la escuela

“Tener un ambiente lindo para estudiar te ayuda”, dijo Santiago Funes, uno de los alumnos de la escuela Vicente Zapata, de Ciudad, que puso manos a la obra para que en el comienzo del ciclo lectivo 2016 sus compañeros encuentren un aula reluciente.

Unos 10 chicos del centro de estudiantes Kumbayá, de cuarto y quinto año de esa escuela, se tomaron algunos días de sus vacaciones para poner a los cursos de la institución en condiciones. “Sabemos que son tiempos difíciles para la DGE y ésta es una forma de ayudar”, contó por su parte Claudio Peña, director de la escuela secundaria.

Recordemos que en la edición de Los Andes de ayer se señalaba el  calamitoso estado de los edificios escolares mendocinos, que fuera denunciado por el director general de escuelas, Jaime Correas el 15 de diciembre.

En ese momento el funcionario comenzó a encarar un relevamiento con aporte de los municipios sobre el tema, que arrojó que entre 500 y 600 de los 1.299 inmuebles abocados a este fin tienen necesidades importantes de intervención.

“Es la segunda vez que se ponen a arreglar la escuela, siempre por voluntad propia. Antes hicieron arreglos en los baños, lo que estaba a su alcance -la otra parte la hizo personal especializado- siempre en las vacaciones”, comentó Peña y agregó que durante el año los chicos recaudan dinero vendiendo desayunos y organizando campeonatos de hockey y de fútbol.

Lo recaudado queda debidamente asentado en un libro de actas. Entienden que las cuentas claras, mantienen la amistad y en este caso, la transparencia de la gestión del centro de estudiantes de la escuela.

Todas estas acciones son acompañadas con carteles de concientización apostados a un costado del pizarrón de clases, de manera de que ninguno de los estudiantes pueda desentenderse de la campaña que llevan adelante sus compañeros.

Protagonistas, unidos
Sofía Arévalo y Luli Martínez son presidenta y vice, respectivamente, del centro de estudiantes denominado Kumbayá que en lengua aborigen quiere decir "ven acá, únete a nosotros". El mismo, tiene objetivos plasmados en una serie de puntos que son tenidos en cuenta al momento de encarar acciones como la que trata esta nota.

Los chicos, de 17 y 18 años, van algunos días a la semana a trabajar, de 9 a 12, y pintan las aulas. Utilizan brochas, pinceles y pintura blanca sobre un nylon negro, para no ensuciar innecesariamente. Es su trabajo voluntario de verano, y no parecen tomárselo como una carga, sino como la oportunidad de brindar algo a cambio de su educación.

“Primero y principal, hacemos esto porque tenemos el compromiso de hacer estas cosas. Sabemos que se necesita de nuestra ayuda y además a nosotros no nos cuesta nada. Nuestra idea es que quede bonito para las clases”, dijo Sofía acompañada de Ariadna Cuartara quien agregó: “Queremos ocuparnos de los pequeños detalles, como las puertas, y arreglar algunas cosas que hacen falta”.

Seguramente, no muchos estudiantes están pensando en ir a la escuela en pleno enero y ellos reconocen que muchas veces sus amigos que son ajenos a su escuela les preguntan los porqués. “Lo hacemos por una buena causa y lo entienden”, aseguraron las chicas.

Lo saludable es que este tipo de acciones hacen que los otros alumnos cuiden más el mobiliario escolar, porque fueron sus compañeros quienes pusieron en condiciones el aula en la que cursan. “A veces tenemos que retarlos para que no rayen las paredes y suelen enojarse o ponernos mala cara”, comentó Ariadna.

Por otra parte, los profesores son los primeros en brindar sus consejos respecto a las acciones que deben encarar. “Nos ayudan mucho a tomar decisiones, o nos sugieren qué es lo prioritario. También nos hacen críticas. Pero creemos que todo sirve”, agregó la presidente del centro de estudiantes.

Para finalizar, bien vale contar la experiencia de Santiago, quien debió abandonar la escuela durante un año por haber repetido dos veces seguidas.

“Tuvo que irse a cursar los proyectos de aceleración en otra escuela, cuando pasó ese proyecto volvió a la escuela y este año va a cursar con nosotros”, explicó el director de la escuela.

Gracias a esta experiencia, el chico vio los contrastes de cursar en otra institución menos dedicada al cuidado de las instalaciones. “No era el mismo ambiente y cuando volví me propusieron que me sumara. Me parece que es una experiencia linda. Te ayuda a aprender”, finalizó el joven.

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