“Cornejo ejerce el poder como Cristina, más que como Néstor. Avanza sin importarle mucho a quién pisa. Y a mí me encanta”. El que habla es uno de los dirigentes del kirchnerismo mendocino y no fue ayer, para justificar la nueva posición del sector del PJ considerado hasta ahora como parte de la oposición dura al Gobernador. La charla ocurrió hace un año, cuando hablar de sociedad parecía una locura.
Esa admiración K por el estilo de Cornejo es casi una devolución de gentilezas: hace una década, era el hoy mandatario provincial el que no dudaba en elogiar el estilo de Néstor y se mostraba como uno de los adalides del radicalismo K.
El tiempo pasó, en el medio hubo rencores que parecieron odios, pero las necesidades de cada uno pudieron más que la grieta.
La historia es conocida: la conducción de La Cámpora vio que Cornejo buscaba un interlocutor en temas judiciales que no encontraba en la oposición y creyó que Anabel Fernández Sagasti estaba llamada a ocupar ese lugar y, de paso, ganar protagonismo mirando 2019.
La senadora nacional cristinista lanzó sus ideas, en una entrevista publicada por este diario, y el anzuelo fue infalible. “Ellos fueron vivos y vieron por dónde entrarle al Alfredo”, admiten al lado de Cornejo.
La reacción del Gobernador fue inmediata. Al fin de cuentas, los jóvenes camporistas parecían más pragmáticos que los siempre culposos intendentes del PJ, a quienes sus compañeros los corren fácil por izquierda.
Algo de eso ya le había contado su encuestador favorito, Elbio Rodríguez, que también asesoró a los K en la últimas PASO.
Cornejo recibió a la senadora en su despacho. Hubo fotos, video y sonrisas. Esa imagen marcó el nacimiento de una nueva sociedad política. Ambos habían encontrado mucho más de lo que buscaban. Ella, la posibilidad de transformar en ley un proyecto suyo, algo que en tiempos de cornejismo es mucho decir. Él, los votos que pueden resucitar un proyecto que muchos consideraban muerto.
