Después de años de relegarse y ya casi excluida del mundo, Argentina ha iniciado el proceso de reinserción en los mercados internacionales.
A nuestro sector se le ha devuelto la libertad de comercio y se le van eliminando trabas, como las retenciones, que destruyeron la producción y por ende el desarrollo y el empleo.
Dado este primer paso, Argentina debe transitar el camino de las negociaciones internacionales y para eso debe encarar un debate que no se ha dado.
¿Debe seguir Argentina con la política de sustitución de importaciones que la ha relegado estos últimos 60 años? ¿La sustitución de importaciones, protege o destruye?
Hoy se llevan adelante nada más ni nada menos que las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, sin incluir hasta hoy el capítulo agrícola.
Los esbozos de la agenda sectorial que pretende cerrarse en diciembre es tan mezquina como defraudatoria.
Pero Argentina no ha debatido en profundidad el camino a seguir.
La verdad, se divide en dos caminos.
Un camino es el de profundizar el Mercosur que hasta ahora no es más que una ilusión óptica.
El otro camino es el de los TLC (Tratados de Libre Comercio), la visión del Asia-Pacífico.
Este último es el camino que desde hace más de 30 años ha iniciado Chile, que ha conseguido 25 mercados que le permiten colocar productos con arancel "0" a 64 países que representan el 64% de la población mundial y el 86,3% del PBI global.
Otra opción es la combinación virtuosa e inteligente de ambos.
Para comenzar este camino, Argentina debe abrirse al mundo. Nuestro eficiente sector agropecuario es expuesto a competir en los mercados mundiales y, en muchos casos, como en soja, en inferioridad de condiciones.
La política de sustitución de importaciones protege a una industria prebendaria e ineficiente, que no le ha dado al país más que fracaso, desempleo y pobreza.
Se han transferido recursos del sector más dinámico y progresista a otros sectores, incluso al público que ha derrochado, en aventuras políticas, procesos vitales para el desarrollo y el empleo.
No se van a conseguir los resultados esperados en las negociaciones internacionales si no se debate el corazón del futuro argentino.
¿Sustitución de importaciones, proteccionismo a ultranza, protege el empleo y desarrollo industrial? ¿O genera pobreza, desempleo y marginalidad?
El debate hay que darlo. Hoy es el momento de que la competitividad no sólo sea interna.
En un mundo globalizado hay que competir y Argentina lo puede hacer. El debate está abierto.