Antonio José Martínez (71) es médico oncólogo y recientemente fue galardonado con el máximo premio que otorga el Concejo Deliberante sanrafaelino, el de Ciudadano Ilustre del departamento. Está casado con María del Carmen Pérez y tiene tres hijas; Paulina que es abogada y Agustina y Estefanía que son médicas.
Si bien los fundamentos de la distinción están contenidos en una gran carpeta que “resume” su larga trayectoria profesional en bien de la comunidad sanrafaelina, el doctor Martínez afirma que sin la gente que siempre lo acompañó, especialmente los integrantes de Lalcec (Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer de San Rafael) -institución a la que ayudó a fundar- y las damas de la Cooperadora del Schestakow, su tarea no hubiese tenido el resultado logrado.
Ese aspecto fue resaltado en varias oportunidades durante la charla que mantuvo con Los Andes en el mismo centro de atención que es también su orgullo, la Fuesmen, el punto por ahora máximo de todo el esfuerzo de una vida que logró -también destacó- con el apoyo de la comunidad, la Cámara de Comercio de San Rafael y políticos como el ex intendente Vicente Russo.
Afirma que el premio le permitió recordar todo lo que estaba guardado dentro de él y que por distintas circunstancias tenía casi olvidado, “como guardado dentro de un baúl”,
“Nací en Granada, España”, relata. “Mi familia (el padre Antonio y su madre María Francisca también criaron a sus hermanas mayores Soledad y Amalia) vino en 1950 cuando yo tenía 7 años. Cursé mi primaria en la escuela N° 36 de Pueblo Diamante, un viejo edificio de adobes”.
En este tramo de la conversación Martínez, a modo de anécdota, dice que era la época en que se formaba escarcha en las acequias y se regresaba a casa con el guardapolvo sucio.
La secundaria la cursó en el Comercial Nocturno porque en el día comenzó a trabajar de cadete en una gran tienda de ramos generales ubicada en Mitre y pasaje Huerta.
“Mis padres, si bien no pasaban necesidades, no podían costearme una carrera universitaria, por eso ahorré lo más que pude y cuando salí de la secundaria tenía los suficiente para empezar a estudiar medicina en Córdoba. Esa carrera era la que me gustaba desde muy chico y así fue que fui a estudiar ahí.
“En el segundo año me becó la universidad y el Instituto de Cultura Hispánica de Córdoba, y viví en un Colegio Mayor Universitario, lo que me facilitó poder terminar la carrera”, recuerda.
Concluida esta etapa y ya con el título regresó en el 72 a San Rafael para ingresar (primero gratis) a trabajar al hospital Schestakow, en donde también se jubiló. Ahí, bajo la supervisión del profesor doctor Guillermo Murphy (escocés), hizo la especialidad de clínica médica.
Recién en 1980, cuando se integró a un grupo de médicos a la clínica Gutiérrez de San Rafael, fue que empezó a interesarse por los enfermos de cáncer.
“Debían trasladarse a otras ciudades a recibir tratamiento, en el mejor de los casos, y así empecé a ocuparme de esta rama de la medicina que todavía no tenía el nombre de oncología. Simplemente se hablaba de cáncer y no había especialistas ni nadie que se ocupara de estos enfermos”, dice.
“Ya el cáncer había llamado mi atención desde hacía un tiempo y vi la posibilidad de contactarme con el doctor Roberto Bianchi en la ciudad de Mendoza, en el viejo hospital Emilio Civit, a donde empecé a viajar una vez a la semanas.
Después concurrí una semana por mes durante dos años al centro especializado en esa enfermedad de la Universidad de Buenos Aires y me fui dedicando a ese tema.
Es en esta época cuando la historia del doctor Martínez comienza a hacerse conocida hasta llegar a nuestros días como uno de los especialistas en oncología que más hizo por la prevención y tratamiento del cáncer en el Sur.