Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com
El término “gorila” en su acepción política fue creado en 1955 por un cómico antiperonista pero inmediatamente el peronismo (con esa capacidad que tiene de apropiarse para sus propios fines de todo lo bueno y lo malo que dicen de él) lo dio vuelta y lo hizo suyo. En primera instancia el gorila era el antiperonista, pero luego su significado se fue ampliando, tanto que hasta Fidel Castro lo usó para referirse a los imperialistas norteamericanos. Hoy, en la medida en que el peronismo es tantas cosas a la vez, sirve de muy poco decir gorila a un antiperonista, pero sí se sigue usando para quienes, tanto por izquierda como por derecha, creen que el pueblo, en sus sectores más humildes, es manipulable, idiota o ignorante políticamente hablando.
Un muy buen ejemplo de gorila por derecha lo expresó acabadamente a fines de 2011 el entonces presidente de la Sociedad Rural y miembro de la Mesa de Enlace agropecuaria, Hugo Biolcati, cuando indignado por el espectacular triunfo electoral de Cristina Fernández, no pudo con su genio y desde sus tripas le salió una idea oculta de su pensamiento cuando dijo que los que la votaron, la votaron por el plasma.
O sea, se trata de gente ignorante quien ni siquiera tiene cubiertas las necesidades elementales, que se deja lavar la cabeza por una señora coqueta y de clase alta que le promete, a cambio de su lealtad, un televisor de alta definición. Por supuesto que luego se arrepintió del dicho pero no por eso dejó de expresar acabadamente a un gran sector gorila de la sociedad argentina que sigue pensando así de los pobres.
Ahora que el gobierno nacional está en manos de políticos de otro signo al de la señora de Kirchner, son sus seguidores los que se han transformado en nuevos (o viejos) gorilas. No por derecha, sino por izquierda. En tal sentido la última Carta Abierta -la 22- emitida por el grupo de intelectuales K más representativo, es una de las expresiones más gorilas de las que se tenga memoria. Que compite en igualdad de méritos con los dichos de Biolcati y hasta lo supera.
Dice la Carta, caracterizando al macrismo que nos gobierna: “Volvimos a las épocas en que los que tenían las suertes más aciagas, por eso mismo adherían con más fervor a su patrón o a su capataz”.
Vale decir, tenemos un pueblo tan estúpido que mientras más mal le va con Macri, más se humilla ante él por esa vocación morbosa que para los gorilas tienen los pobres de arrodillarse ante los que lo engañan, y mientras más los engañan y explotan más se rebajan. Es el mismo argumento por los cuales a mediados del siglo XX los gorilas suponían que los obreros adherían a Perón: por brutos e ignorantes o porque les regaló un pan dulce. Eso que ante se decía por derecha ahora se dice por izquierda, pero es el mismo elitismo de los que se creen superiores.
Por si no queda claro a qué llaman macrismo, los de Carta Abierta lo definen más claramente y proponen una alternativa al mismo: “Llamamos macrismo a un proyecto de absorción de los movimientos populares ante los que es preciso tener una noción de rescate”.
En otras palabras, el drama de los intelectuales K es que el macrismo les ha “robado” a una parte de los sectores populares lavándoles la cabeza para que defiendan a los que los perjudican. Y para eso, como si se tratara de nuevos Robin Hood, proponen una misión de rescate. Los revolucionarios K sugieren formar un frente con todos los revolucionarios para rescatar a los esclavos voluntarios.
Una de las principales cabezas del grupo Carta Abierta, Ricardo Forster, es aún más explícito que sus colegas cuando dice que para apropiarse de la voluntad de las personas los macristas lo hacen “mediante el procedimiento de hacer competir a los hombres entre si. Piénsese en la generalización de los métodos de evaluación surgidos de la empresa, en la enseñanza pública”.
El filósofo nac&pop se rebela contra los métodos de evaluación educativa que se aplican en todo el mundo, incluso en Cuba y Ecuador, porque cree que ello obliga a hacer competir a las personas y eso es un disvalor, o un valor neoliberal. Influenciada por estos disparates, cada vez que Cristina Fernández, siendo presidenta, se reunía con los ministros de Educación de las provincias, les aconsejaba que no evaluaran a alumnos ni a docentes.
Los de Carta Abierta no quieren evaluar porque la evaluación es neoliberal, Cristina no quería para que no se vieran los malos resultados de sus políticas educativas. Y así es siempre: los intelectuales al servicio del poder hablan en nombre de causas supuestamente nobles y los políticos usan esas causas para llevar agua al molino de sus peores intereses.
Pero Forster, iluminado por su ideología, que para él es una religión fundamentalista, no sólo la emprende contra los métodos de evaluación sino contra el mundo entero cuando sostiene: “El macrismo pretende convertirse en una cultura, no solamente en un partido político, su principal objetivo es apropiarse de las subjetividades para adaptarlas a las exigencias de la sociedad del conocimiento, de la información y de la competencia”.
¿Y? ¿Qué tiene eso de malo? En realidad Forster pretende con esta frase hacer una crítica despiadada al macrismo, pero más bien parece un elogio inconsciente. Porque adaptar las personas a las exigencias de la sociedad de la información y del conocimiento, es la meta mayor que se proponen los países más avanzados del mundo, desde EEUU a China y pasando incluso por muchos ideológicamente afines al pensar de Forster.
Lo suyo suena como una colosal defensa de la barbarie, de la ignorancia, del feudalismo patriarcal que prohíbe que las personas adquieran conocimiento, información y competencias para que las puedan seguir dominando, como se hacía con los esclavos. Pero no vaya a creer, estimado lector, que exageranos. Forster lo dice, en la frase de cierre de su nota, con todas las letras: “El macrismo, como discípulo fiel del neoliberalismo busca instalar una fábrica inmaterial que produzca los insumos simbólicos indispensables para la consumación de la servidumbre voluntaria”.
Parece inconcebible que esta frase la haya escrito un intelectual que se define moderno, de izquierdas, peronista nac&pop. Hay que confiar muy poco en esos humildes a los que se dice defender para que se suponga que el macrismo les pueda lavar la cabeza para que sean sus servidores, sus esclavos voluntarios. Hay que despreciar mucho a la gente pobre y sencilla para tenerla en tan baja estima. Hay que confiar nada en uno mismo y en las ideas propias para creer que con tan poco como tiene el macrismo les puede robar lo que ellos estiman su “clientela”.
Décadas atrás, los peronistas creían que el pueblo nunca se equivocaba y los gorilas pensaban que se equivocaba siempre. Ahora que el pueblo no vota únicamente al PJ, muchos de los viejos peronistas se han convertido en nuevos gorilas que, en vez de persuadir con argumentos nuevos para hacer comprender lo que ellos siguen creyendo bueno, insisten con el prejuicio del lavado de cabeza por parte de las derechas.
En realidad, lo que ellos quieren es lavarle la cabeza con buen champú a los que suponen tienen lavada la cabeza con mal champú, en vez de creer en su cultura para ganarle a la otra. Es que para ellos, salvo que los voten, el pueblo no está formado por gente libre sino por sujetos que han aceptado la servidumbre voluntaria. Siempre vieron al pueblo así, pero ahora, como Biolcati, están tan desesperados que hasta se atreven a decirlo.