En 1844, el General San Martín redactó su tercer y último testamento. Es interesante destacar que el testamento del martes 23 de enero de 1844 es ológrafo, es decir, de puño y letra sanmartinianos donde escribe dos carillas con letra prolija y clara y a través de ocho cláusulas manda una serie de disposiciones familiares, económicas y personales, pero nuestra pregunta se refiere a la cuarta cláusula.
"Cuarto. Prohíbo el que se me haga ningún género de Funeral, y desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía, el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires." En lo referido a la prohibición, puede afirmarse que se respetó cabalmente; da cuenta de ello la valiosa crónica de lo sucedido redactada por un testigo directo de aquel triste acontecimiento, como lo fue Don Félix Frías que nos ilustra "… El veinte a las seis de la mañana, el carro fúnebre recibió el féretro y fue acompañado en su tránsito silencioso por un modesto cortejo (… ), el acompañamiento era humilde y propio de la alta modestia tan digna compañera de las cualidades morales y de los títulos gloriosos de aquel hombre eminente".
Para responder a nuestra pregunta, comencemos por la nota necrológica publicada por Adolphe Gérard en el periódico "L´Imparcial" de Boulogne Sur Mer el 22 de agosto de1850. El valor histórico que tiene este obituario se debe a la cercanía física y afectiva que mantuvieron Gérard y San Martín en la vivienda de ambos de la Grand Rue 105, donde el Libertador compartió con su último amigo recuerdos, episodios y sentimientos emotivos de su memoria, al final de su singular vida.
Al concluir la necrológica Gérard afirma: "De acuerdo con sus intenciones, sus restos mortales serán transportados a América para descansar junto a los de su esposa. (… )Permanecerán allí (se refiere a la capilla subterránea en la Iglesia de Notre Dame) hasta el momento de su traslado a Buenos Aires, donde le esperan los tributos por el rango que ha ocupado y los eminentes servicios que ha prestado". Aquí Gérard es explícito sobre el destino.
Mientras tanto, en Buenos Aires, en 1864, los diputados nacionales Martín Ruiz Moreno, y Adolfo Alsina, presentaban un proyecto de ley con el objeto que se practicaran inmediatamente las diligencias necesarias, para trasladar a la República Argentina los restos del benemérito General.
Llama la atención cómo el deseo de San Martín, de descansar en el cementerio de Buenos Aires, pasó casi desapercibido en gran parte del debate efectuado en la Cámara de Diputados, del 12 de agosto de 1864. No obstante ello, la ley se aprobó, pero tardó en cumplirse.
En 1870, el Sr. Manuel Guerrico, amigo de la familia de San Martín, presentó ante la Municipalidad, y a nombre de la familia del prócer, una solicitud de compra de un terreno en el Cementerio del Norte (Recoleta) para depositar allí los restos del ilustre guerrero.
Tratado el asunto en la sesión del 28 de setiembre de 1870, se resolvió ceder el terreno solicitado y se dispuso, además, la construcción de un monumento, todo ello a expensas exclusivamente de la Municipalidad, si el Gobierno o el Congreso Nacional no tomaban parte en la obra.
Recién en 1875 la Municipalidad dictó una Disposición, haciendo saber al PoderEjecutivo Nacional que ya se encontraba preparado el local en el Cementerio del Norte, a efectos de que se pusiera en ejecución la ley sancionada en 1864.
Del Cementerio a la Catedral
El derrotero del destino final del Libertador, no quedará allí, dado que en la sesión del Concejo Municipal del 18 de abril de 1876, tomó la palabra José Prudencio Guerrico, y en nombre de la Comisión nombrada, señaló que aquella entendía que... "se premiaba de una manera más digna y honrosa los méritos y servicios prestados a la República por tan ínclito ciudadano, colocando sus cenizas dentro del recinto de la iglesia metropolitana de Buenos Aires, en vez que lo fuera en el cementerio público… ".
Dicha moción fue aprobada, y en consecuencia la Comisión Municipal dictó una Resolución cuyo artículo primero rezaba: "Las cenizas del general D. José de San Martin serán depositadas en la iglesia metropolitana de esta ciudad en el lugar destinado por la autoridad eclesiástica previa solicitud de la comisión encargada de la traslación." A tal fin, el 12 de abril de 1876, José Prudencio Guerrico y Santiago Estrada se dirigieron por carta al Arzobispo de Buenos Aires, Dr. León Federico Aneiros, solicitando la antigua Capilla Baptisterio de la Catedral, para dar en ella descanso a los restos del Libertador. Fundamentaron la solicitud sobre la base de que en las grandes catedrales del mundo se albergan cenizas venerables.
Tomaron como ejemplo las de Burgos, la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, donde está el Panteón de los Capitanes Generales; citaron también las célebres Catedrales de San Denis, de Tours, de Orleans, Westminster, entre otras. La respuesta del Arzobispo, aunque escueta, fue positiva. A partir de estas gestiones, el deseo testamentario del General San Martín ya no tendría posibilidades de concreción, no obstante la muy loable intención de la Comisión.
A partir de Abril de 1877, a instancias del decreto del Presidente Nicolás Avellaneda, que nombró una Comisión Central (nacional) para repatriar los restos del prócer, la actividad de la Comisión Municipal ya no tuvo margen de acción. El 28 de mayo de 1880 (previa exhumación de los restos del prócer, acaecida el 21 de abril en Brunoy), el transporte Villarino ancló frente a Buenos Aires y mediante el Vapor "Talita" fueron transportados los restos del ilustre patriota hasta el muelle de las Catalinas, para luego ser depositados en el Catedral Metropolitana en medio de una apoteosis.
Ya en la prensa de la época se planteó la polémica, en torno a que la última voluntad del prócer no fue respetada. El periódico “La Patria Argentina" en su edición del sábado 29, publicaba "… Hoy vienen sus cenizas a la patria, y en vez de ser depositadas en el cementerio, lo serán en la catedral, de acuerdo con una disposición de la municipalidad, que se creyó autorizada para violar de esta manera la última voluntad del Libertador!”.