Varios coches están estacionados en doble o triple fila frente a una de las principales armerías de Tel Aviv. En el mostrador de una pequeña pero abarrotada tienda, los clientes se abren paso a codazos.
Ante la multiplicación de atentados palestinos, cada vez más israelíes deciden armarse.
Uno de los clientes de la armería se va con un paquete de balas en el bolsillo de su chaleco. No se molesta ni en quitarse el casco de la moto o interrumpir su conversación telefónica para encargar y pagar las municiones.
“La última vez que tuvimos a tanta gente fue, quizá, en los años 1970. Un estrés semejante y tanto pánico nunca lo había visto”, explica el gerente de esta empresa familiar, Iftash Ben Yehuda, de 37 años. Ante una demanda que considera cuatro veces superior a lo normal, raciona algunos artículos.
“Hay escasez de bombas lacrimógenas desde hace varios días en el país. Por eso no vendo más de dos por cliente y doy prioridad a las mujeres”, explica Ben Yehuda.
Las armas de fuego de las marcas Smith & Wesson, Glock y Jericho (israelí) que cuestan entre 2.000 y 4.000 shekels (entre 400 y 800 euros) son las más solicitadas, afirma. El comerciante ha decidido dejar de cobrar las sesiones de entrenamiento de tiro para -según dice- “participar en el esfuerzo de seguridad pública”.
“Cuando hay un ataque con cuchillo o un tiroteo, un civil armado, si está bien entrenado o logra neutralizar al terrorista en unos segundos, puede cambiar la situación y marcar la diferencia -dice- entre un atentado que causa uno o dos heridos y un atentado que provoca varios muertos”.
"Saco el Glock"
La legislación israelí estipula que, además de las fuerzas de seguridad, sólo los civiles que viven o trabajan en zonas peligrosas, como las colonias de Cisjordania y Jerusalén, o que trabajan en la seguridad privada, están autorizados a llevar armas de fuego. Alrededor de 260.000 israelíes de entre 8,5 millones de habitantes tienen permiso para armas.
Desde hace 10 días, las solicitudes para tener armas han aumentado en un porcentaje significativo. Los israelíes parecen haber hecho caso de los llamamientos de varios responsables a permanecer “en estado de alerta” y “vigilancia”. Se ha pedido a los guardias de seguridad que no dejen sus armas en los lugares de trabajo, y a los civiles con licencia de portación, que las lleven bien visibles.
El alcalde judío de Jerusalén, Nir Barkat, da el ejemplo. Este antiguo paracaidista conduce su 4 x 4 con un rifle cruzado sobre el pecho.
En la Cisjordania ocupada, una mayoría de colonos, hombres y mujeres, se la ponen en la cintura antes de cruzar la barrera y la alambrada que rodean su asentamiento.
“La semana pasada, cuando mi vecina fue atacada por jóvenes palestinos encapuchados que lanzaron bloques de piedra contra su coche y el ejército tardó 20 minutos en llegar, me dije: ‘Ok, ahora es el momento de sacar la Glock de la caja fuerte’, explica Aviva Yisraeli, una mujer que vive en Tekoa, colonia del sur de Cisjordania. Desde entonces -cuenta- no se pone al volante sin su arma colocada sobre el muslo.