Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
Políticamente, se suele caracterizar como de “izquierda” a quien no está de acuerdo con el statu quo reinante, con conservarlo, y por eso quiere un cambio profundo en el estado de cosas, un progreso que haga avanzar la sociedad hacia adelante enfrentando (más que continuando) en mayor o menor grado al presente.
Sin embargo no es esa la izquierda que hoy está apostando a gobernar los países en contra de las propuestas de derecha o conservadoras, porque en la mayoría de los casos no pone la vista hacia adelante, sino que su utopía se ubica en algún momento del pasado, propone una regresión más que un progreso en nombre de la crítica al presente. Pero no sólo eso.
Antes se vivía como una contradicción, pero hoy se está conformando todo un modelo autotitulado de izquierda populista que marcha exactamente a contramano de la izquierda tradicional en todos sus postulados.
Quien quizá lo vivió como contradicción, tal vez por su inexperiencia política, fue el gran filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), el cual en su obra teórica adaptó claros postulados de izquierda al realizar una dura y profunda crítica de las bases subterráneas de poder con pretensiones de absoluto dentro del capitalismo. De prácticas libertarias propuso una gran renovación de las costumbres muy a tono con esos agitados tiempos franceses de ínfulas revolucionarias. Sin embargo, en sus últimos años de vida encontró el modelo soñado de su utopía social en el Irán de los ayatolas, esa teocracia que solía liquidar a los homosexuales de ideas ateas como él. Una incoherencia total.
Felizmente, Foucault quedó en la historia por lo mucho que aportó a la teoría de las ideas desde una tradición de izquierdas que por su lapsus póstumo. Lo penoso es que una gran parte de la izquierda actual que lo reivindica, defiende con más ardor a la “revolución iraní” que a los postulados filosóficos foucaltianos. Con lo cual lo malo del pensador francés no resultó ser sino un anticipo de hacia donde empujaría una gran parte de la izquierda deviniendo admiradora de despotismos -como el de Irán o el de la Libia de Khadafi- mucho más cercanos a lo que se suele plantear como la “derecha”.
Por estos días es posible observar a este extraño brote de izquierda anómala defender el modelo bolivariano de Chávez y Maduro en Venezuela, justificando todos sus estropicios, represiones y asesinatos como un modo de defensa frente a lo que supone es la agresión norteamericana y de la derecha de su país.
En realidad todo esto está ocurriendo porque Maduro y los suyos perdieron la mayoría social y hoy apenas representan a una minoría por sus terribles errores (y horrores) y se niegan a ser desalojados del poder mediante elecciones. Eso es todo, una simple defensa corporativa de sus cargos, a los cuales la izquierda que los defiende quiere convertir en una épica como la de Cuba, de un país rebelde e insumiso acosado por el imperio. Lo extraño es que no se trata de una izquierda cualquiera la que arguye tan increíble defensa, sino aquella compuesta por personalidades como el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, gran militante contra la dictadura y a favor de los derechos humanos. O el reconocido filósofo Enrique Duserl. Y por supuesto, el kirchnerismo en pleno empezando por Cristina Fernández, pero eso es más coherente, porque en sus buenos tiempos Cristina se amigó con Irán para intentar heredar el liderazgo latinoamericano de Chávez. Y es así que los K en pleno hoy acusan de represor y de dictador al gobierno de Macri por disolver un piquete ilegal sin un herido, y califican de revolucionario al gobierno de Maduro que reprime a su pueblo, llena las cárceles de presos políticos, asalta el Congreso y asesina a casi cien personas de las que protestan por las calles. Como que a la “derecha” no se le perdona nada, y a la “izquierda” se le perdona todo. Lo que es lo mismo que decir que hay asesinatos justificables si los que los cometen son parte de los míos. Entre estos especímenes existen algunos como un tal Alfredo Serrano Mancilla que directamente tacha de terroristas a todos los que resisten la represión madurista, o sea, al 80% de la población venezolana.
Pero esta izquierda proiraní y pro-despotismos no se detiene allí. Es tanta su heterodoxia con respecto a sus antepasados ideológicos que no sólo simpatiza con los absolutismos y los retornos al pasado de todo tipo, sino también con algún tipo de derecha que se oponga a la globalización y que simpatice con el proteccionismo aislacionista, como es el caso de Donald Trump, al cual desde el principio recibieron con cauto beneplácito.
Un economista de esta rara izquierda, Ricardo Aronskind, dice lo siguiente: “Trump propone una interpretación nacionalista estadounidense de la globalización...La incógnita que se presenta es si Trump podrá avanzar a contrapelo de la lógica del capital global estadounidense, o si el establishment logrará contenerlo y adecuarlo a las normas establecidas de la globalización...Sino su futuro impeachment no es en absoluto descartable”.
Lea de nuevo, estimado lector, estas palabras por si le cuesta creer lo que significan: Trump en esta interpretación es un enemigo del statu quo capitalista, por lo cual éste está buscando destituirlo. O sea, un derechista que trabaja a favor de lo que pretende esta izquierda.
Pero ni aún en ese colmo frena su ímpetu reaccionario esta izquierda en la revisión histórica de su tradición. Veamos sino lo que piensa Chantal Mouffe. No se trata de cualquier pensadora, sino de la esposa y compañera en ideas de Ernesto Laclau, ideólogo principal del kirchnerismo y de toda la izquierda populista en general incluyendo la venezolana. Mouffe piensa que el verdadero enemigo de su modo de entender su peculiar izquierda no es ni Putin, ni las teocracias, ni los despotismos, ni Siria, ni Corea, sino ¡Macron!, del cual dice: “El llamado cambio no es más que un recambio. Se trata de renovar el personal para que todo siga igual. Estamos en realidad frente a una regresión democrática... Será dura la batalla contra la profundización del neoliberalismo en Francia, pero con un 64% de los jóvenes que no fueron a las urnas existencia un potencial de resistencia”.
La señora Mouffe sostiene en sus escritos, como toda esta izquierda, que todo lo que se oponga al monstruo de nuestro tiempo (el neoliberalismo globalizador de Macron, Merkel, Obama y los Clinton entre sus principales artífices) hay que defenderlo como sea. Por eso, donde no quede otra, hay que luchar contra el imperio con un aliado indirecto como Donald Trump y en Francia hay que pelear contra Macron, apoyándose en todos los que no fueron a votar a las elecciones (¡!).
En síntesis que es difícil de entender, desde cualquier lógica, a una izquierda que piensa que el enemigo principal es Macron (y Obama), que Donald Trump es su aliado en esta batalla y que el modelo a construir es Venezuela, quien a la vez defiende a la teocracia iraní como un ariete esencial en la lucha contra la globalización. Sólo basta con poner como modelo de democracia social a La Salada y colmamos el vaso. La izquierda al revés. Marx, no te levantes de tu tumba.