Schubert: un cuento de amor, de locura y de muerte - Por Daniel Arias Fuenzalida

Mañana serán 190 años de su muerte. ¿Era realmente homosexual? ¿Por qué amamos su música? ¿Por qué murió con tan solo 31 años?

Schubert: un cuento de amor, de locura y de muerte - Por Daniel Arias Fuenzalida
Schubert: un cuento de amor, de locura y de muerte - Por Daniel Arias Fuenzalida

"La música de Schubert está entre la vida y la muerte; él sueña, con sus ojos en un lejano horizonte", ha escrito la reconocida pianista Mitsuko Uchida. Entre la vida y la muerte, esas dos abstracciones, ella elude una tercera, que suele estar al lado de ellas también: el amor. Y Franz Peter Schubert (1797 - 1828) escribió para la vida y la muerte, sí, pero escribió (principalmente) para el amor.

En 31 años dio forma a una obra apabullante: nueve sinfonías (y otras más incompletas), más de 600 lieders (“canciones”), música escénica y una vastísima música de cámara.

Todo eso en los pocos años que van desde su infancia (cuando tomó clases con el propio Antonio Salieri) hasta sus últimos días. En el medio, se consumió lentamente por la sífilis, que -según la historia más difundida- le ocasionaba frecuentes cambios de personalidad y ataques de ira. La música de Schubert habla con la impotencia de quien sabe que pronto va a morir.

Aún así, en su obra Schubert habló de la vida. En el ciclo de lieder "La bella molinera" describe el viaje de un hombre que, andando en un campo de por ahí, siente la calma, la espera, el amor, la decepción, la introspección en el lugar ameno y la ansiedad del transitar al lado de la naturaleza. La vida misma.

También habló sobre muerte: en el cuarteto de cuerdas "La muerte y la doncella", una larga pieza agitada y febril, describe a la muerte inexorable sobre un joven y terso cuerpo. En "Der Erlkönig" toma el famoso poema de Goethe, donde un ser sobrenatural se lleva la vida de un niño, frente a la impotencia de su padre.

Y Schubert habló sobre el amor.

El gran sentimiento. ¿Recordaremos la famosa melodía, esa de suspiros largos y etéreos, que es la “

Ständchen

” (“Serenata”), su pieza quizás más famosa? No es casual tampoco que el cine haya tomado a Schubert para musicalizar el amor. Como el amor inexorable que puede resultar atroz: “

Amour

” (de Michael Haneke), que nos cuenta, con su Impromptu N° 1 Op. 90 de fondo, la eutanasia más conmovedora del séptimo arte. O esa escena filmada a la luz de las velas, cuando Ryan O’Neal (Barry, quien todavía no es Lyndon) y la inigualablemente bella Marisa Berenson se enamoran con solo mirarse. Staney Kubrick juega con las miradas que van y que vienen, con el Trío para piano nº 2 Op. 100 sonando en un loop desesperado de tensión, hasta relajarse finalmente (y solo cuando) los protagonistas se dan su primer beso a la luz de la luna. Los besos que habitaron la imaginación de Schubert son otro tema. Se ha dicho que era heterosexual, homosexual y bisexual. Los que piensan lo segundo, se aferran a una frase escrita en 1826 en el diario de Eduard von Bauernfeld: “Schubert está enfermo, necesita pavorreales jóvenes, como Benvenuto Cellini”; refiriéndose al gusto del orfebre y escultor italiano por los jóvenes afeminados. Quienes defienden su heterosexualidad aseguran que la enigmática frase se refiere a la supuesta costumbre de Cellini de comer carne de pavo real para combatir la sífilis. Injustificado, porque Cellini fue muy claro en su autobiografía sobre el significado de “pavo real” (joven amante).

Schubert, homosexual o no, murió el 19 de noviembre de 1828, a los 31 años, 9 meses y 19 días de haber nacido. Mañana serán 190 años de ese día, cuando dejó de existir (al parecer) por una fiebre tifoidea, anemia e intoxicación. Su organismo estaba devastado por la sífilis y un fuerte alcoholismo. Murió sin fama. Entre la vida y la muerte, no tenía ojos en lejanos horizontes terrenales. Del mundo, Schubert no esperaba nada. Murió pensando que no tenía amigos y que pronto se lo comería el olvido. Murió creyéndose nadie.

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