Scafati - Piglia: dos monstruos en blanco y negro

El escritor Ricardo Piglia y el artista mendocino Scafati se reúnen en una edición preciosa: la novela gráfica “La ciudad ausente”, editada por Libros del Zorro Rojo. Aquí, el novelista, crítico y profesor, una de las figuras más relevantes de la literat

Scafati - Piglia: dos monstruos en blanco y negro

Como todavía no atiende el fijo, clickeamos un video donde Ricardo Piglia habla de lo que nos interesa hoy, la adaptación gráfica que hizo Scafati de su novela “La ciudad ausente”.

Dice: “Hay muchas ciudades superpuestas sobre aquella que recorremos día a día, pero hay una ciudad que es... ausente. Ésa en la que uno ha vivido antes, la que se configura en el recuerdo".

"Todos guardamos en algún lugar de la memoria el bar de los amigos, la esquina donde amamos o sufrimos, la calle que significó un gran paso. Todos tenemos ciudades ausentes”. De ahí, el título de esa obra narrativa que publicó en el ‘92 y que ahora, para que el lector entre en sintonía, resumiremos así...

La novela cuenta la historia de alguien que no puede imaginar posible la muerte de la persona que ama (de su mujer, que está por morir) y entonces hace un pacto fáustico, una especie de pacto con el diablo, con un inventor extraño que le construye una máquina para que la mujer siga viva.

De modo que la historia es la historia de esta máquina de narrar, que es esta mujer, una especie de Scherezade. Claro que él no prevee que va a morir y que ella va a quedar para siempre capturada en el artefacto. “Entonces, en ese sentido, es una historia muy trágica de amor, puesto en un lugar muy incierto”, agrega Piglia en el video.

Al mismo tiempo, están las muchas historias que esta máquina cuenta, historias que se ramifican, se cruzan, se tejen en múltiples direcciones. He ahí el primer desafío del guión de la novela gráfica: cómo seleccionar en ese conjunto lo que podía entrar en el cómic.

Ahora sí, el autor de “Camino de ida” llega a casa y atiende con la cordialidad del que te invitaría un trago si no estuviera a 1.100 km de distancia.

“¿De Mendoza llamás? Claro, de allá es Luis (Scafati), alguien que admiro desde hace mucho mucho tiempo. ¿Viste cuando te gusta la obra de alguien? Esperás, en algún momento, que se de la oportunidad de hacer algo con él. Pues lo logramos en esta edición, con la valiosa intervención de Pablo De Santis, que es vecino de su barrio”.

- ¿Y qué tan cercana era tu relación con el cómic antes de esto?

- Bueno, en el ‘82 y ‘83, cuando recién salía la Revista Fierro, Sasturain me llamó para hacer una sección que se titulaba “La Argentina en pedazos”. Ahí yo apenas escribía una introducción pero me empecé a relacionar con esos muchachos de 20 años que apostaban a ser grandes guionistas e historietistas, cuando nosotros pensábamos que la cosa pasaba por ser grandes novelistas o cineastas.

- ¿Pensás que la historieta sigue siendo un género subestimado?

- Pasa con todos los géneros populares, creo yo. Pensemos lo que le costó a la ciencia ficción, al policial. Pasa porque la “alta cultura” considera que estos géneros se basan en la repetición, en la insistencia de ciertas fórmulas (en el policial vos sabés que va a haber un detective, un crimen, una investigación, etc) y eso le baja puntos respecto de una obra que ,supuestamente, surge de la originalidad, como se piensa de la novela.

- ¿No son esacaparates viejos?

- ¡Claro! Ya vimos cómo los dio vuelta Puig adueñándose del folletín. Lo bueno es que ahora todo se cruza con todo.

- Como novelista de la transición entre lo analógico y lo digital, ¿cómo observás el perfil del artista en la actualidad?

- Los chicos que trabajan hoy son, a la vez, novelistas, historietistas, escritores, cineastas. La cosa va por ahí: son multiartistas. En el plano literario, saludo la circulación democrática de los textos, pero todavía no he visto que cambien los modos de narrar.

Es decir, cambia el papel por el monitor pero, en los trabajos que he visto, la lógica narrativa sigue siendo la misma, por más links que agreguen. Ahora, a muchos les parece bien lo que ven en el monitor, pero cuando lo pasan a la hoja....

- Se detestan

- (Risas) Tal cual. Ojo que a mí también me pasa. Pero el punto al que quiero llegar es que veo que las novelas son menos orgánicas, quizá porque la velocidad o el exceso de pantalla atentan contra la lectura del todo, contra la visión de conjunto. Ese espíritu de borrador, sin embargo, a veces puede resultar atrapante.

- En "La ciudad ausente" hay una máquina que fabrica historias, las manipula, las hace circular. ¿Es la novela de Piglia que predice internet?

- Es, mejor dicho, una novela pre-internet. La escribí en los ‘90, antes de que todos tuviéramos máquinas. Ahora, la ciudad superpuesta es la red.

- Hablando de cruces, sabemos que en el panorama mediático se confunden los roles del periodista y el intelectual ¿Cómo lo ves?

- Para mí, se confunden para mal, porque implica la simplificación de la discusión. Además, nos está enfermando la fiebre de la opinología. Los periodistas trabajan desde el puro presente, no porque sean malos profesionales, es una limitación del oficio. Pero a su vez los intelectuales han cedido ese espacio, especialmente en los medios.

- Salvo algunas excepciones, como los que dan clases de literatura en la TV pública.

(Aclaración: Piglia grabó para la TV el programa “Escenas de la novela argentina”, cuatro clases que ya había dictado en la UBA y en Princetonen en las que repasa las relaciones de la literatura argentina con los avances tecnológicos de cada época).

- Bueno, hago lo que puedo.

- Entonces, hablemos de la política cultural, hoy, acá.

- Dos cosas: creo que se está discutiendo sobre lo concreto (con mucho esquematismo, claro) pero...¿te acordás cuando los políticos hablaban en abstracto? Entonces, yo veo como algo ‘positivón’ el hecho de que se apunte la discusión hacia lo concreto, aún con el peligro de caer en pantanos.

Por otro lado, siempre ha existido en la cultura argentina una potencia propia, el ‘hacer las cosas con lo que tenemos’. Digamos que hemos sabido aprovechar todos los significados de la palabra crisis.

Ojos en tinta

En el prólogo de “La ciudad...”, Pablo De Santis cuenta que Scafati contó una vez que de niño le gustaba dibujar con una Parker gris que le prestaba su padre.

“Instrumento de escritura (la Parker era la pluma que sólo usaban los mayores, la que no se podía llevar a la escuela) convertido en instrumento de dibujo.” De esa anécdota se desprende un estilo y una convicción: la caligrafía tachada, la línea obsesiva, la mancha que tiñe el relato para acceder a una iluminación.

Cerca del Parque Chacabuco, en su casa del barrio de Caballito, el mendocino deja a un lado sus hojas y teclea su parte en esta historia.

“El encanto de la novela gráfica probablemente esté en el encuentro de dos disciplinas, literatura y gráfica”, comienza. Y expande: “Si bien como género la novela gráfica es relativamente reciente, pude ver trabajos muy buenos de grandes artistas. En Francia hay una gran producción del género, y es allí donde encuentro experiencias muy novedosas”.

Si bien Scafati también fue en los ‘80s colaborador de la Revista Fierro, sus trazos se fueron acercando cada vez más a la literatura, a través de ilustraciones en revistas y versiones de clásicos como “La metamorfosis” de Kafka y, más cerca, “Martín Fierro” de José Hernández, “El gato negro” de Poe y “Drácula”.

Pero consiente que su experiencia personal en el territorio de la novela gráfica se centra en ‘La ciudad ausente’, donde pudo experimentar con diferentes técnicas, los múltiples relatos que propone la novela. “Usé grabados, en una parte muy dramática donde un testigo habla de los desaparecidos, o mezclé fotografías con parte de dibujos. Todo lo fuimos armando  con Ricardo Piglia y Pablo DeSantis como un rompecabezas”.

- ¿Qué fue lo primero que pensaste al recibir la propuesta de ilustrarla? ¿Qué reflexiones se desprendieron de tu lectura?

-  Había leído la novela algún tiempo antes y, cuando Piglia me propuso hacer una historieta con ese relato, le dije que me gustaría hacer otra cosa, no sabía con claridad qué, pero le puse el nombre de novela gráfica. Me pareció con más posibilidades, no tener los límites naturales del género, hacer algo que podía recordar a un video clip, a un álbum de dibujos, a un manga... así la fuimos resolviendo. Ricardo me contaba la idea de la trama y yo dibujaba, pasamos algunos meses encontrándonos en bares o en mi estudio mientras construíamos esto.

No había aún un editor en vista, lo que nos daba la libertad de manejar el tiempo a nuestro gusto. Hasta que un día apareció el editor y comenzaron las presiones con el tiempo, ya que había mucho interés en publicarla. Es ahí que aparece Pablo DeSantis quien pudo concretar el guión con sensibilidad y solvencia.

- ¿Cuál fue el mayor desafío a nivel estético?

- Todo proyecto que uno comienza es un desafío. Especialmente  cuando se transita un territorio desconocido. Pero hablando específicamente de lo estético, personalmente fue la oportunidad de indagar los diferentes modos del dibujo, yuxtaponerlos en un mismo espacio y con una columna vertebral que los unía conceptualmente. El resultado es este extraño libro, publicado en una primera versión argentina y luego con correcciones de mi parte en una edición española.

El proyecto tuvo sus propias peripecias: cuando publicaron la novela gráfica por priomera vez en 2001, Argentina colapsó. Al reeditarla en España, promediando el 2008, estalló el desatino económico arrastrando al mercado editorial. se vino abajo gran parte del mercado editorial. De modo que este trabajo fascinante ahora regresa al país:  las casi 90 páginas en las que De Santis y Scafati lograron capturar lo esencial de esa novela oscura y compleja, merecen su aprecio.

La trama persistente

Digamos que “La ciudad...” es una novela-palimpsesto, en la que se repasa el canon rioplatense; la clave se despliega en el homenaje a Macedonio y su Eterna aparece ahí nuevamente en la máquina textual, cansada de la repetición, deseosa de perecer.

Junior es un periodista que investiga la máquina de Macedonio, un artefacto que empezó traduciendo relatos y acabó produciendo una obra autónoma.

Ahora ha escapado a todo control y permanece bajo custodia en el Museo, mientras el poder totalitario y la resistencia luchan por validar o convertir en apócrifas las producciones de la autómata. La verdad sobre su origen se esconde en una historia de amor eterno, de cuyo hilo tirará Junior hasta llegar a una isla extraña.

La trama de la novela de Piglia guarda un claro homenaje a Macedodio. ¿Pero cuál sería la ciudad ausente de Borges? A propósito de "La muerte y la brújula", Borges dice: “Bueno, yo me pasé toda mi vida tratando de contar Buenos Aires hasta por fin cuando la construí como una pesadilla, y puse en lugar de El Paseo Colón la Rue de Toulon, en fin, [cuando] hice una traducción, construí una ciudad mundial”, cita Piglia.

“Así, en la ciudad mundial de Borges hay fragmentos húngaros, irlandeses; es una ciudad hecha con restos verbales y culturales de múltiples tradiciones. Borges funda ahí la idea de que Buenos Aires es una ciudad internacional… y abstracta, una ciudad invisible cuya descripción no debe ser la descripción de la ciudad tal cual la vemos, sino que debe ser la descripción de una ciudad imaginaria.

En un sentido eso también es La ciudad ausente”, reflexiona el autor.

Y concluye: “La versión de La ciudad ausente que han realizado Scafati y De Santis trata por supuesto sobre eso: sobre réplicas y representaciones, sobre los espacios dibujados en la imaginación, sobre la percepción solitaria, sobre la ilustración de lo que nunca se ha visto. En definitiva trata sobre el modo de hacer visible lo que ha desaparecido”.

Allí está la química de los creadores que han participado en esto, cultores de las conspiraciones interminables, las historias que se multiplican, la metaliteratura, las teorías delirantes, amantes de esas cuidades donde las ficciones y la realidad están ahí, contaminándose.

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