El lanzamiento al espacio hace dos semanas del satélite argentino de observación Saocom 1A es un acontecimiento histórico para la astronáutica argentina, y uno de los escasos sucesos que atraviesa la perniciosa grieta que padece nuestro país, porque el proyecto fue comenzado en la administración pasada y concluido y puesto en servicio en la presente gestión.
La satisfacción por el éxito en el lanzamiento fue total y una muestra de ello la brindaron los investigadores y empleados del Centro Teófilo Tabanera (científico mendocino) de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), en la provincia de Córdoba, que aplaudieron y gritaron cuando el enorme ingenio se puso en órbita, a unos 650 kilómetros de altura.
El lanzamiento formó parte del Plan Espacial Nacional y el aparato tiene la capacidad de generar diariamente mapas de humedad del suelo con resolución espacial, identificar zonas en riesgo de inundación para brindar alertas tempranas y evaluar escenarios para la toma de decisiones de siembra y fertilización.
Además, detecta suelos muy secos con peligro de incendio (algo que preocupa y seriamente en la provincia de Mendoza), produce mapas de riesgo de enfermedades de cultivos (lo que se conoce como epidemiología panorámica), de desplazamiento de glaciares, al tiempo que suministra datos sobre la cantidad de agua disponible en nieve húmeda para riego y puede elaborar mapas de desplazamiento del terreno y de pendientes y alturas (aspectos estrechamente vinculados a la realidad local y su crisis hídrica).
El haber puesto en órbita este gigante aparato de tres toneladas con un antena de 10 metros y 35 m2 de superficie, es la mancomunión de un trabajo de desarrollo de tecnología espacial que involucró a cientos de personas, conducidas por una mujer, la ingeniera electrónica Josefina Peres, como jefa del proyecto.
La compleja iniciativa fue llevada adelante por la ya citada Conae, junto a las empresas Veng SA, Invap, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y otros organismos del sistema científico tecnológico argentino.
El Saocom 1A es el primer satélite de nuestro país con tecnología de radar, ya que hasta ahora sólo teníamos satélites ópticos. En cambio, al ser de radar permitirá a los técnicos y especialistas que usen sus datos medir los parámetros del terreno, como la humedad del suelo, y así determinar si hay una zona propensa a una inundación o sequía.
En agricultura, entre otras prestaciones, posibilitará elaborar mapas de riesgo de enfermedades (como el hongo fusarium para el trigo) y ayudar a tomar decisiones de siembra y fertilización.
Por supuesto que sus servicios serán mucho más amplios y generará información útil para una variedad de ámbitos, como agricultura, pesca, silvicultura (cultivo y explotación de los bosques), clima, hidrología, oceanografía, emergencias en general, geología y minería, cartografía, planificación territorial, salud vegetal, medioambiente y recursos naturales de la tierra y el mar.
En definitiva, en momentos difíciles para el país, de crisis económicas y políticas, devaluaciones y estancamientos en muchos indicadores, que se haya podido materializar este logro científico brinda esperanzas.
Pero aun así se debe conseguir que la ciencia nacional sea más competitiva, que no se resten recursos para investigaciones experimentales ni de ciencia aplicada y que los investigadores dispongan de los recursos para sus trabajos y se impida así el éxodo de materia gris.
Para ello sería muy plausible que en el Presupuesto nacional 2019 no haya reducciones, como se teme que habrá, de hasta 20% en el dinero que tiene que ir a la ciencia, específicamente a un organismo estratégico como es el Conicet. De otra forma será poco menos que imposible que haya un Saocom 2.