Los saqueos, un llamado de atención

Para el Gobierno nacional, y también para los provinciales, los saqueos producidos en Córdoba o Rosario son ocasionados por vándalos o delincuentes. Pueden tener parte de razón, pero la realidad marca que la pobreza y la miseria crecen a lo largo y ancho

Los saqueos, un llamado de atención

Es un problema que se reitera y que no sólo se observa en la Argentina. La cercanía del fin de año y la necesidad de la gente por celebrar en la ocasión, ha devenido en que esta época sea la que concentra la mayor cantidad de reclamos sociales.

En la Argentina, la propia dirigencia sindical coincide en señalar que diciembre y marzo son los meses más difíciles. En el primero de los casos, por la cercanía de la Navidad, Fin de Año y Reyes. En el segundo, porque las familias deben enfrentarse a las obligaciones financieras que exige el envío de los chicos a la escuela.

No fue por casualidad que -tanto en la Argentina como en más de dos decenas de países en el mundo- se decidiera la implementación de un salario extra, denominado aguinaldo, que se pagó durante mucho tiempo junto con el sueldo de diciembre, aunque en la última década ese sueldo "13" fue dividido en dos.

Pero más allá de eso, durante los últimos años ha surgido un fenómeno nuevo y por demás preocupante en la Argentina: el de los saqueos y la violencia, implementada en parte por algunos que residen en barrios pobres o villas miseria. Gente pobre, que deambula sin destino, que pierde toda posibilidad de progreso social e individual y que suele ser utilizada por aquellos que administran la pobreza en interés propio.

Personas que, por carencia de expectativas, no pueden escapar y se enfrentan a la dura realidad de entregarse a aquellos que se aprovechan de su situación. No por casualidad se modificó la calificación de quienes residen en esos lugares y dejaron de ser "marginados" para pasar a ser "excluidos".

La historia de los saqueos es más bien reciente y tuvo su pico culminante en diciembre de 2001 cuando el entonces presidente Fernando de la Rúa se vio obligado a renunciar como consecuencia de la violencia social que se multiplicó a lo largo y a lo ancho del país.

También en otro diciembre se produjo la toma del parque Iberoamericano y, el año pasado, habitantes de una villa ubicada en las cercanías de la ciudad de Bariloche, arrasaron los supermercados de la zona, multiplicándose inmediatamente esta modalidad por docenas de localidades del país, muy alejadas y sin conexión ninguna unas con otras. En este diciembre que recién se inicia o en sus días previos, se produjeron ataques a supermercados en Rosario y ahora se implementan en Córdoba.

Durante la actual gestión gubernamental se intentó desviar la atención sobre las causales de los reclamos. En el parque Iberoamericano se dijo que respondían a bandas rivales residentes en la zona; en Bariloche, a un plan implementado por dirigentes políticos para debilitar al gobierno; en Rosario, se lo consideró ligado a los enfrentamientos de sectores del narcotráfico y en Córdoba -aquí con mayor certeza- a delincuentes comunes que se aprovecharon de una ciudad "liberada" como consecuencia de una medida de fuerza implementada por el personal policial.

Un argumento, este último, que puede tener parte de razón, pero llama poderosamente la atención que ningún funcionario haya hecho hincapié en la causal principal del problema, la estructural: el de  la indiferencia que se tiene hacia lo sectores más necesitados, a quienes se les cierran los caminos de alcanzar la meta principal de todo ser humano: mejorar su calidad de vida y la de asegurar un futuro mejor para sus hijos.

Lo que está sucediendo en otros lugares del país debe constituir un llamado de atención para Mendoza. Es necesario implementar acciones preventivas para evitar cualquier estallido de ese tipo y, a la vez, trabajar para el mediano y largo plazo con la mira en la erradicación de la pobreza y la miseria, factores principales de los reclamos. También es necesario exigir al Gobierno nacional que, entre otros males, ataque a la inflación, porque la misma hace más pobres a los pobres.

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