La gente se pregunta: “¿viste la última de Santiago Loza?” como en otras épocas se preguntaba “¿leíste la última de Cesar Aira’”. Si algo caracteriza a Santiago Loza es su capacidad de hacer, de producir, de escribir y de estar presente, porque el tiempo apremia y no puede ser perdido.
“Lo que hice y lo que voy hacer será fallido o pequeño”, afirma el cineasta y dramaturgo cordobés afincado en Buenos Aires desde hace 20 años y que estuvo en Mendoza convocado por la 18° edición del festival de teatro de estrenos.
-¿Qué papel juega la escritura en tu método?
-Hay algo de la escritura que recién estoy entendiendo ahora, pasando los 40 años, algo que hacía falta tiempo para comprender y algo que casi no puedo explicar; necesito escribir para seguir desentrañando. Yo creo que tiene que ver con la relación que cada uno establece con el silencio y la palabra, con años de no haber escrito ni hablado, ni haberse pronunciado. Comenzás a entender un … sedimento que había y que necesitaba drenar, como un dique. Yo tengo la necesidad permanente de hacer, sino voy a estallar.
Desde que estrenó en 2002 su primer largometraje, “Extraño” con Valeria Bertuccelli y Julio Chávez, Santiago Loza no paró más de escribir y producir cine y teatro; más conocido en estas tierras por su acción como dramaturgo que como director de cine, se las ha arreglado para llevar con inteligencia y solidez una obra que se sostiene en ambos soportes, sus obras se pueden distinguir por cierta experimentación y búsqueda y son siempre garantía de algo nuevo.
-¿Cómo es este cruce de mundos entre el teatro y el cine?
-Yo estudié cine, estudié letras, todo lo dejé. Todo lo estudié un poco mal. Soy muy cinéfilo, ese es mi mundo, ahí me siento más cómodo, el teatro me cuesta más, el cine me es más afín. Por los ritmos que tiene el cine, en las esperas que se me producían entre películas, descubrí la posibilidad del teatro, de escribir teatro y esto terminó transformándose en lo principal, es por lo que me convocan más. En la Argentina generalmente se ven más mis obras de teatro, en Buenos Aires hay público para el teatro pero no tanto para ese tipo de cine.
-¿Hay mucha distancia entre tu obra de cine y tu obra como dramaturgo?
-A mí me gustó mucho el cine pop de los ‘80, “Volver al futuro”, “Gremlins”, un cine que me fascinaba pero que no tiene que ver con el cien que yo hice después. En mis obras de teatro hay una explosión más del genero, del melodrama, de la comedia, en lo teatral pude desarrollar más esto de los géneros. Son metodologías y dinámicas muy distintas, hay algo muy violento en el rodaje de una película (que hace a las dinámicas de relaciones de grupos), es una situación de reducción a la realidad violenta y que genera roturas, genera encuentros. No creo en un rodaje en que no haya heridas, es más difícil sostener las relaciones, son experiencias muy concentradas, un equipo de gente que convivió intensamente todo esos días y creó una realidad que, en el mejor de los casos, funciona.
La realización de cine tiene algo técnico y algo violento, siempre estas corriendo, o chocándote, o rompiendo algo (por más que trabajes con equipos chicos) de lo cotidiano y de lo real, molestas en la calle, a la gente, hacer cine tiene algo de inconfortable, invasivo, es inevitable que sea invasivo.
-¿Y cómo te llevas con la fama?
-Yo no soy mediático, ni famoso, pero ahora me está pasando que por el reconocimiento me convocan para realizar laburos que antes al trabajo se lo tenía que generar uno mismo.
-¿Cambia tu forma de escribir dependiendo del proyecto o de quien te convoca?
-Mi forma de escribir no cambia, yo me involucro en cada proyecto, sino no lo hago, o sea yo no hice publicidad. Sí es necesario siempre volver a preguntarte cuál es tu forma de incomodidad o riesgo, y de ahí continuar.