En Santa Rosa, el vecino que puede evitar tomar agua de la canilla lo hace y la compra envasada, ya que los valores de arsénico presentes en buena parte de la red de agua potable están por encima del nivel que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
El municipio es consciente de la situación y recibe la mayor parte de los reclamos, no por ser responsable del problema pero sí para que gestione una solución ante la Provincia.
Y esa salida a la que apuesta la comuna es la construcción de un único acueducto que cruce todo el departamento y que se nutra del agua de dos perforaciones que hoy están en manos de Aysam.
Una obra millonaria, cuyo proyecto está muy avanzando y que el municipio espera que se comience a construir en 2018, con financiamiento de la Provincia y la Nación. “Por los costos, hacer esta obra implica resignar muchas otras dentro del departamento, pero no hay dudas de que es prioritaria”, sostienen en el Ejecutivo.
Mientras tanto, el Concejo Deliberante pidió informes técnicos al EPAS para ratificar lo que de algún modo ya se sabe: que los niveles de arsénico están por encima de los valores aceptables.
“Acá hay muchos problemas con el agua. Viene con mucho gusto a cloro y turbia”, resume Mario, que vive en La Dormida y está obligado a consumir agua en bidones: “La plata no me sobra pero tampoco quiero arriesgar a mi familia, gasto $ 400 por mes solo en agua envasada”.
La misma situación se repite a lo ancho del departamento: Gabriela vive al otro extremo, en el límite con San Martín, y cuenta que a su hijo de 7 años le prohíbe tomar agua de la canilla; Susana es su vecina, dice que tiene gastritis y que la calidad del agua es culpable.
“La verdad es que nadie se hace responsable y esto tiene que empezar por Aysam, que cobra por un servicio malo. Ha llegado la hora de encontrarle una solución, porque estamos hablando de la salud de los santarrosinos”, dice el concejal peronista Marcial Ibarra, que busca declarar la emergencia sanitaria en el departamento y crear una comisión, integrada por funcionarios, concejales y vecinos, que siga de cerca todo el problema.
“El temor más grande es con los chicos; acá nadie está seguro del agua que tomamos. A veces sale turbia o con restos de herrumbre”, dice Silvia, de Las Catitas, uno de los distritos más complicados por la calidad del servicio.
También es un problema la disponibilidad del agua, especialmente en los meses de verano, y es por eso que en muchas casas hay tanques o depósitos que sirven para almacenar agua y usarla cuando escasea
“El valor de arsénico permitido en el agua es de 0,01 miligramos por litro pero en Santa Rosa tenemos valores de 0,18; es realmente un problema grave y hoy, la obra del acueducto es prioritaria”, dice Marcos Nuarte, secretario de Gobierno: “Lamentablemente hay gente que ha enfermado y otra que va a enfermar si no mejoramos la calidad del agua. El Concejo analiza declarar la emergencia sanitaria, pero lo cierto es que Santa Rosa hace 15 años que está en emergencia por su agua”.
El proyecto para construir un único acueducto de más de 38 km, desde 12 de Octubre hasta La Dormida, implica $ 120 millones: “Se trata de un caño de 250 mm que tomará agua de dos perforaciones en 12 de Octubre que están bajo jurisdicción de Aysam”, dicen en la comuna, y admiten que el desafío es conseguir el resto del financiamiento.
A fin de año, el proyecto estará terminado: “Ya se ha hecho el estudio de los niveles de suelo y solo quedará buscar financiamiento.
Esta obra es para nosotros prioritaria, incluso por encima de las cloacas para Las Catitas y La Dormida”, cerraron desde la comuna, donde esperan que el acueducto comience a construirse en 2018.
El arsénico, un problema sin solución
El Código Alimentario Argentino (CAA) establece en 0,05 miligramos por litro la concentración máxima permitida de arsénico en el agua.
En tanto, el nivel considerado recomendable por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es entre 0,01 y 0,02.
En la Argentina, el arsénico es el principal contaminante del agua. En 2007 y por recomendación de la OMS, el CAA estipuló un plazo máximo de 5 años -que venció en 2012- para que las provincias redujeran a 0,01 miligramos por litro el arsénico en el agua potable, tarea que, al menos en Mendoza, no se cumplió: Lavalle, Santa Rosa y La Paz son los más afectados.
La presencia de arsénico en el agua no se detecta por el sabor o el olor, sólo puede conocerse a través de análisis de laboratorio.