¡Cuántas veces y en diferentes contextos hemos escuchado usar la expresión "Sangre, sudor y lágrimas"! Si efectuamos un rastreo acerca de su origen, nos encontramos con que hubo varios personajes ilustres que la utilizaron en discursos, como Churchill, Garibaldi y Theodore Roosevelt, en el ámbito político y, en el ámbito literario, Lord Byron y Henri James. La expresión incluía, además, el sustantivo 'esfuerzo', que es el común denominador que se esconde tras una acción que haya demandado cualquiera de los elementos mencionados.
Pero vayamos a ver cómo se utiliza cada uno de estos términos en nuestro hablar cotidiano: cuando una noticia o un hecho nos produce una fuerte impresión, usamos la locución 'sudor frío', como en "Cuando advertí su estado, un sudor frío me corrió por la espalda". En cambio, si se desea encarecer la confusión o apuro en que alguien se encuentra, la expresión que se usa es 'un sudor se le iba y otro se le venía': "La indecisión ante tremenda situación era tal que un sudor se le iba y otro se le venía".
Existe una expresión malsonante que sirve para indicar que alguien permanece totalmente indiferente ante un conflicto ajeno: "Me la suda cualquier problema suyo".
Cuando queremos indicar que nuestro esfuerzo por lograr algo es intenso, que trabajamos con fatiga o desvelo, usaremos la locución 'sudar la gota gorda'; no olvidemos la locución bíblica 'ganarás el pan con el sudor de tu frente', que alude a la necesidad de trabajar denodadamente para obtener buenos frutos. En este mismo sentido, se da la frase coloquial, tomada del ámbito deportivo, 'sudar/transpirar la camiseta', que alude a la necesidad de trabajar mucho para conseguir algo. Al esfuerzo, necesario para todo logro humano, hace referencia el refrán español "Pan con sudor, sabe mejor".
El otro elemento de nuestro título son las 'lágrimas', también incorporadas a nuestro hablar cotidiano en frases como 'llorar a lágrima viva' o 'deshacerse en lágrimas'; tanto una como la otra indican que se llora copiosa y amargamente. Un acontecimiento imprevisto, una emoción violenta provoca que 'se salten las lágrimas', expresión en la cual lo inesperado de la sensación se muestra en el verbo 'saltar'; hemos indicado que nos hemos enternecido y que nos hemos echado a llorar de improviso. Si nuestra pena es muy viva y cruel, usaremos la locución 'llorar lágrimas de sangre'. En cambio, ¡qué desagradable resulta decir de alguien que ha llorado 'lágrimas de cocodrilo'!; en efecto, con ello queremos indicar que su tristeza o su dolor son fingidos.
Muchas veces, cuando nuestra solidaridad con el prójimo nos lleva a escuchar sus cuitas y a tratar de aliviarlas, se dice de nosotros que somos un 'paño de lágrimas'. ¿Y por qué una de las oraciones del credo católico menciona la existencia terrenal como 'valle de lágrimas'?: hay en la expresión una metáfora que concibe la vida como una sucesión de hechos desafortunados que, ineludiblemente, el hombre debe vivir.
En la literatura, distintos autores han ponderado el valor de las lágrimas; así, el español Lope de Vega dice "No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas"; y entre nosotros, la uruguaya Juana de Ibarbourou, Juana de América, también exalta su poder, al afirmar, en su cuento "La mancha de humedad": "Ninguna lágrima rescata nunca el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece". Se ha popularizado también una frase atribuida a San Agustín; ella reza: "Las lágrimas son la sangre del alma".
Por fin, queda el vocablo 'sangre', que es el más rico en la formación de locuciones. Recordaremos algunas: si alguien es de linaje noble, se dice que es de "sangre azul"; si, en cambio, una persona ostenta un carácter excesivamente calmo, tanto que parece no alterarse por nada, se dirá que tiene o que es 'sangre de horchata', metáfora que alude al carácter de esta bebida, que se hace con chufas u otros frutos, machacados, exprimidos y mezclados con agua y azúcar.
¿A qué sentimientos humanos se alude con las expresiones 'sangre en el ojo', 'a sangre fría' y 'a sangre caliente'? La primera locución hace referencia al resentimiento y deseo de venganza que una persona experimenta frente a un hecho que no acepta: "Después de su injusta reprimenda, se quedó con la sangre en el ojo". Con referencia a las otras dos expresiones, evidentemente dan cuenta de movimientos opuestos del ánimo: 'a sangre fría' o 'tener sangre fría' implica actuar con serenidad y tranquilidad, sin conmoverse ni afectarse; pero también, una vez pasado el arrebato de la cólera, puede indicar que se actúa con premeditación y cálculo: "Asombró a todos la sangre fría con que cometió el delito". En cambio, si alguien actúa 'a sangre caliente' lo hace movido por la cólera, de modo inmediato y en forma arrebatada. Estas expresiones se vinculan, respectivamente, a las locuciones 'no tener sangre en las venas' y 'subírsele la sangre a la cabeza': "Me saca de quicio pues permanece impávido como si no tuviera sangre en las venas" y "Enseguida se irrita, quiere pelea y se le sube la sangre a la cabeza".
¡Qué connotación negativa encierra la expresión 'chupar la sangre'! En efecto, se quiere significar con ella que alguien se aprovecha de una persona, sacándole la energía o las cosas que posee, en provecho propio.
Si una disputa o altercado no pasó a mayores, se dirá que 'la sangre no llegó al río': "A pesar de todo, la sangre no llegó al río y solamente hubo amenazas e insultos". Y, finalmente, cuando poseemos una virtud o un defecto hereditario o innato, diremos que 'lo llevamos en la sangre': "Mis tres hijos llevan la música en la sangre".
"Gran victoria la que sin sangre se logra/se toma": este refrán pondera el valor que tiene el alcanzar metas sin que nadie resulte perjudicado.