Se encuentra en avenida Pavón al 3900, donde Boedo aún conserva el pulso de barrio de casas bajas y talleres. Se trata de un castillo medieval que irrumpe como una impactante rareza en el paisaje. Portón de madera maciza, almenas, aberturas de arco ojival, una torre coronando las tres plantas. Tiene magia propia y una leyenda que merece ser contada.
Es el castillo que Roberto Sánchez, Sandro, diseñó y mandó a construir en los años ochenta, que albergó sus oficinas porteñas, que fue ocupado ilegalmente y vandalizado, y que ahora será reabierto como centro de actividades culturales, informó el periodista Horacio Convertini en Clarín.
Además, la iniciativa incluye un bar temático donde se exhibirán objetos originales del legendario Gitano.
La inauguración será este sábado 26 de octubre, a las 15. Asistirá Olga Garaventa, la viuda de Sandro, y el ministro porteño de Cultura, Enrique Avogadro, quien descubrirá la placa que declara al edificio como sitio de interés cultural para la Ciudad.
Según cuenta la leyenda, todo empezó cuando Sandro volvía en auto luego de dar un recital. Era una impresionante noche de luna llena. Estacionó en la avenida Pavón, entre las calles Quintino Bocayuva y Castro, se bajó y les dijo a sus acompañantes que allí, en esa cuadra, se imaginaba un castillo resplandeciendo bajo la misma luz que plateaba la arboleda del barrio.
Por ello, en 1980, Roberto Sánchez compró una propiedad ubicada en Pavón 3939, originalmente una casa chorizo con 8,66 metros de frente por 60 de fondo. Ordenó la demolición completa y él mismo hizo los planos del nuevo proyecto, aunque su vocación por el dibujo se había limitado, hasta entonces, a bocetos de vestuarios y coreografías.
Los planos, diseñados por Sandro pero supervisados y firmados por un arquitecto, fueron aprobados el 27 de noviembre de 1985. "Todos quieren tener un castillo y yo me hice uno en Boedo", decía.
La construcción demoró unos 12 años y el proyecto sobrevivió a las inestabilidades económicas de un país no apto para soñadores. Con la obra terminada, Roberto Sánchez se dio cuenta de que le resultaba más barato ir a grabar a los Estados Unidos que hacerlo acá, por lo que el castillo fue destinado solamente a oficinas (suyas y de su manager Aldo Aresi) y a depósito de instrumentos, equipos musicales y escenografías de shows.
A principios de los noventa, una vecina de Boedo, Olga Garaventa, tuvo que salir a limpiar casas para sostener la economía de su familia. Rosita, la dueña de un kiosco, la sugirió que fuera al castillo de Pavón al 3900 porque estaban buscando personal de maestranza.
Olga se entrevistó con Aldo Aresi, quien la recibió con una advertencia: “¿Usted sabe de quién es este edificio, verdad? Por eso no nos gustaría contratar a una fanática”. La mujer tranquilizó al manager, negó ser una de las clásicas “nenas” del cantante y fue contratada.
Sandro conoció a Olga entre las paredes blancas del castillo. "La primera vez que me habló, se me paralizó el corazón", confesó ella años después. Allí se enamoraron. Allí, un 23 de diciembre de 2004, se dieron el primer beso. Se casaron el 13 de abril de 2007.
La mano de Sandro está detrás de todo lo que se ve en este edificio de 957 metros cuadrados cubiertos: las arañas, los faroles y los enrejados de hierro macizo, los arcos entre góticos y moriscos, los vitrales. El frente es tal cual cómo él lo dibujó, primero en 1985, y luego en 1987, cuando decidió agregar una planta más.
Pero también hay objetos que refieren tanto a su historia personal como a su carrera artística. En la planta baja del castillo funciona un bar-museo, donde se pueden ver, entre otras cosas, parte de la escenografía del show El hombre de la rosa (2001), el látigo de la película Embrujo de amor (1970), la bata de seda que vestía cuando saludó a sus fans durante su internación en el Instituto del Diagnóstico, el retrato que le hizo Aldo Sessa, instrumentos musicales, su vaso de whisky preferido, la copa con la que tomaba su religioso Martini de las cinco de la tarde y el cáliz y la bandera argentina que utilizaba en algunos de sus conciertos.
En 2007, Sandro le cedió el castillo a unos conocidos con el compromiso de que lo usaran para una montar una academia de música para chicos. "Sin firmar ni un solo papel, de palabra, como le gustaba a él", cuenta Luis Ortiz, director del nuevo centro cultural.
Lo que podía salir mal, salió mal: los ocupantes de entonces no cumplieron con su palabra (hicieron un salón de fiestas), dejaron de pagar y comenzó un lento proceso de deterioro que recién terminó con el desalojo por orden judicial en 2014.
Pablo Ferraudi, hijo de Olga Garaventa, y Ortiz, titular de la Escuela de Vinos de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), se asociaron para poner en valor el edificio y para desarrollar el nuevo proyecto, que se llama Centro de las Artes y Viticultura de la Argentina (CAVA).
Ortiz cuenta que en CAVA habrá catas de vino y whisky, se dictarán talleres de novela y literatura japonesa dados por Martín Sancia Kawamichi, cursos de comedia musical dictados por José Ángel Trelles, y de diseño de juguetes y ropa con material reciclado a cargo de José Otero.
Además, funcionará la Diplomatura en Aplicación de las Artes en la Industria del Vino, de la UAI, y se desarrollarán muestras de arte bajo la curaduría de Luján Baudino.