El 19 de agosto de 1945 nació en la maternidad Sardá Roberto Sánchez, uno de los artistas más prolíferos y con una personalidad única de la música Argentina. Humilde, talentoso y con un toque de suerte, el joven de Valentín Alsina se convirtió en poco tiempo en una estrella que conquistó todo el mundo de habla hispana.
Dotado de una voz inigualable, su forma inspirada en Elvis Presley lograba un magnetismo nunca visto sobre el escenario. Hijo único del matrimonio Sánchez-Ocampo, desde pequeño Roberto desbordaba con simpatía al círculo que lo rodeaba. Con solo 9 años, en su primer baile de Carnaval en el Club Sportivo Alsina, sorprendió a los presentes al bailar "Hasta luego" y "Cocodrilo", de Bill Haley y sus Cometas.
No era ajeno a las necesidades de su familia. Intrépido y rebelde, a los diez años salió a trabajar y ayudaba a su papá en el reparto de vino. Y en poco tiempo el Bar Pancho fue un reducto donde comenzó a tocar la guitarra y fumaba con los muchachos.
El día de gracia fue un 9 de julio de 1958, cuando debutó en el salón La Polonesa, de Valentín Alsina. En el día de la Independencia le tocó imitar a su ídolo Elvis Presley y el disco de pasta le jugó una mala pasada, por lo que terminó cantando "a capela".
Dos años después nacía el cimiento de Sandro y Los de Fuego, con Roberto como voz principal junto a Juan José Sandri (guitarra), Enrique Irigoytía (guitarra rítmica), Héctor Centurión (bajo) y Armando "Cacho" Quiroga (batería). En la década del 60' el rock ya había entrado en Argentina y Sandro marcó el inicio de una historia grande del género en nuestro país.
Por decantación, su carrera solista parecía inevitable y en 1965 (ya separado de Los de Fuego) nace "Sandro de América". Oscar Anderle, su mánager personal, fue quien vivió el inicio de la fiebre gitana. El 24 de octubre de 1967 Sandro gana por un voto el Primer Festival Buenos Aires de la Canción con "Quiero llenarme de ti". Con solo unos meses de diferencia, es invitado al Festival Internacional de Viña del Mar, donde debutó el 2 de febrero de 1968. Y se desató la locura continental.
Para 1970, Sandro ya era de América. La consagración llegó el 11 y 12 de abril, con dos shows en el Madison Square Garden, en Nueva York. Un hito nunca antes logrado por un artista argentino. Pero la personalidad avasallante y la voz única de Sandro no tenían límites y alcanzó lo impensado.
Sus pasiones y el castillo del ídolo
Todo lo que llegaría después sería éxito. El cine, la música y giras interminables lo catapultaron como uno de los artistas más importantes y cotizados de la época.
Pero además de su talento como músico, cantante y compositor, Sandro supo desarrollar otros hobbies y habilidades. Como la de artista plástico y diseñador. Su inagotable fantasía hizo que dibujara con lápiz y papel los vestuarios, para que luego su madre Nina los cociera.
Pero una de sus habilidades y debilidades era la cocina. "Me encanta cocinar comida china, francesa y japonesa. Además, soy de los que cocino y voy limpiando mientras canto algunos tangos. Aprendí de prepo y por amor a una mujer que se fue. Una noche me inventé 'el pollo de los hombres solteros' y desde ahí no paré", confesó Sandro en una entrevista.
De ese amor por la gastronomía dejó cuatro libros con recetas de su autoría, encuadernados en viejas agendas de cuero negro, bajo el título "Colección de mis libros de cocina. Edición limitada".
Otro de los gustos y talentos un tanto ocultos era la arquitectura. Amante de la cultura medieval, Sandro diseñó y mandó a construir en Boedo en los años 80' su propio estudio de grabación, que hoy es un centro cultural en la calle Pavón al 3900, del barrio porteño.
El diseño medieval del edificio irrumpe en la fisonomía barrial y custodia objetos personales del ídolo. Según cuenta su biógrafa Graciela Guiñazú, autora de "Sandro de América", el cantante se había propuesto construir el estudio de grabación más importante y tuvo como fantasía que lo inaugurara la cantante estadounidense Tina Turner.
En ese entonces ordenó la demolición completa y él mismo hizo los planos del nuevo proyecto. "Todos quieren tener un castillo y yo me hice uno en Boedo", dijo. Y después de doce años de construcción cumplió su anhelo. Pero en plena convertibilidad, Sandro se dio cuenta que era más económico grabar en Estados Unidos que en su propio estudio. Por lo cual lo convirtió en oficina y depósito para guardar instrumentos.
Ese castillo fue el lugar donde conoció a Olga Garaventa, su segunda esposa. Olga se entrevistó en esa propiedad con Aldo Aresi, el manager del cantante, quien estaba buscando personal de maestranza. Ahí comenzó una historia de amor que coronaron con un casamiento el 13 de abril de 2007, en la casona de Banfield.
En la propiedad se pueden ver instrumentos, la bata de Sandro, el vaso de whisky y hasta escenografía de sus conciertos emblemáticos. Pablo Ferraudi, hijo de Olga Garaventa, y Ortiz, titular de la Escuela de Vinos de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), se asociaron para poner en valor el edificio, que por varios años estuvo en manos de terceros que desgastaron la propiedad. En 2019 reabrió sus puertas como Centro de las Artes y Viticultura de la Argentina (CAVA).
Los últimos años del hombre récord
El humo del tabaco lo acompañó desde la juventud y fue la trampa que lo llevó a enfermarse de EPOC (Enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Desde 1997, se alejó de los escenarios y comenzó una lucha hasta el último día de su vida.
Pero sus ganas de cantar y pisar un escenario fueron más fuertes y en 2001 presentó "El hombre de la rosa" con 15 conciertos agotados en el teatro Gran Rex de Buenos Aires y luego una gira por Rosario y otras ciudades.
En su exitoso camino, Sandro editó 46 álbumes originales, y más de doscientos si se consideran los simples, las recopilaciones y las versiones por fonética que grabó en italiano, portugués e inglés. Vendió más de 22 millones de placas, ganó once discos de oro, decenas de platino, un Grammy a la excelencia musical y el Gardel de Oro, entre tantas distinciones que le otorgaron en todos los rincones del continente.
"Yo ya tuve todo lo que un hombre puede desear: casas, autos, fama y dinero. A mí, ¿qué me van a vender? ¿Otro disco de oro? Tengo un montón. Lo peor que le puede pasar a un tipo es quedarse sin sueños. Y a mí me pasó... Dos casas, ¿para qué? Dos camas, ¿para qué, si yo duermo en una? Estuve un año y medio, casi dos, sin cantar y empecé a reflexionar. ¿Y ahora qué?", pensó cuando ya dejó de ser Roberto para convertirse en Sandro.
Recluido en su casa de Banfield, dedicado a la vida familiar, se casó y decidió ser feliz en los años venideros.
Hasta la actualidad, el ídolo de América mantiene récords imbatibles, como los cuarenta recitales del Teatro Gran Rex (temporada 98-99).
Sandro y Mendoza
Por fuerza del destino, el ídolo pasó sus últimos días en nuestra provincia donde llegó en busca de la última oportunidad que le daba la medicina. Estuvo internado durante 35 días en el Hospital Italiano, donde fue trasplantado con éxito. Tuvo una leve mejoría, pero no pudo superar una sepsis generalizada y falleció un día como hoy hace diez años atrás.
En más de 40 años de carrera, Sandro cantó varias veces en Mendoza en estadios y teatros. El pianista mendocino Sebastián Giunta fue parte de la banda estable del gitano durante 25 años y formó parte del círculo íntimo del artista. Mendoza tiene un capítulo especial en la historia del ídolo de América, y una parte de ella, desde la vivencia de los médicos, puede leerse en la página 4 de Sociedad.