Una costumbre sana y de celebración se está transformando en una seria preocupación para los padres, directivos y docentes de alumnos de algunas escuelas céntricas de San Rafael. Es la que se adoptó desde hace años en los últimos cursos de los colegios secundarios, que recorren el centro para mostrar sus buzos con diseños curiosos, divertidos y ocurrentes.
La idea original nació en una simple exposición y competencia de diseños que luego trascienden y hasta se premia a los mejores.
Salvo algunos incidentes lógicos entre adolescentes, casi siempre relacionados con verdaderas “batucadas” que molestaban a algunos, nunca fue un problema.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte ese festejo sólo es la punta de un iceberg que esconde una modalidad que se extiende y es una “previa” que se inicia uno o dos días antes y que ocupa una noche completa de excesos en lugares, en algunos casos alquilados previamente por los mismos estudiantes.
Tras ello, y según el testimonio de algunos padres, alumnos y docentes preocupados, los chicos salen alcoholizados y en pésimas condiciones a celebrar en la mañana temprano cuando deberían ir a clases.
Tanto es así que en algunos colegios, especialmente privados, han asumido esta situación y han logrado contener a los jóvenes con un abundante desayuno que incluye café negro y atención a aquellos que están en peores condiciones por la ingesta de alcohol.
Según relató a Los Andes una de las protagonistas, que por razones obvias no dio su nombre, "estamos todo 4° año diseñando y esperando el buzo que nos entregan a principios de 5°".
Y agregó: “La noche anterior a la presentación del buzo en la escuela algunos se juntan todos en un lugar que puede ser alquilado o la casa de un compañero y hacen la previa ahí toda la noche, para llegar a la mañana a la escuela enfiestados. Caen alcoholizados. Se les ve en la cara, entran borrachos. En la escuela molestan pero no nos dicen nada”.
Otro testimonio, esta vez de un directivo docente que también prefiere el anonimato, revela que el “ritual se sigue en todas las escuelas privadas y públicas, y a mayor poder adquisitivo mayor es la previa del festejo, que en muchos casos cuenta con la contratación de fotógrafo y hasta un micro privado que los lleva del salón a la escuela esa mañana donde llegan con cornetas y cotillón.
Ese día no usan zapatos sino zapatillas, medias de colores, etc. que no sería problema si en el mismo colegio, como ha pasado, han llegado a ofrecerles un desayuno con chocolate y masitas para bajarle el alcohol en sangre”.
El directivo aseguró que “este año en ese colegio (uno privado de gran raigambre en la sociedad sanrafaelina) se había pactado que no llevarían bengalas, pero uno de los chicos violó el pacto y le retiraron el buzo y analizan si suspenderlo o expulsarlo. Todo un problema”.
“Este pacto sobre las bengalas se hizo después que algunas de las chicas sufrieron quemaduras en sus ropas”, finalizó.
Un problema social
La situación ha cobrado notoriedad pública desde el año pasado, cuando un grupo de estos chicos arrojó bengalas por la ventana de otro colegio causando tal desorden que debió intervenir la policía, que terminó arrestando a todos y grande fue la sorpresa que algunos chicos que ya tenían 18 años fueron procesados como mayores de edad. A los menores debieron retirarlos de una comisaría sus padres.
Este año sucedió lo mismo, aunque la agresión ya no fue sólo con fuegos artificiales sino con elementos contundentes como ladrillos y piedras. El resultado fue el mismo: terminaron detenidos. Lo curioso fue que algunos de los chicos estaban totalmente alcoholizados a las 8 de la mañana, cuando intervino la policía.
Una docente afirmó que el problema crece porque “antes iban a sus escuelas y en los patios presentaban sus buzos de fin de curso con música, pero ahora no entran a clases y se dedican a recorrer otras escuelas y provocan desmanes. Evidentemente se trata de un problema social al que hay que prestar atención especial porque crece año tras año”.
Recordó que también en las calles céntricas, por donde antes transitaban sólo haciendo ruido o cantando canciones, transitan como grupos agresivos, “quizás animados por la extensa celebración que empieza el día antes”, afirmó.
La preocupación de las autoridades escolares es que el fenómeno ha trascendido los límites de las escuelas y se ha extendido a la vía pública, donde las instituciones ya no tienen jurisdicción y sólo dependen de los controles familiares.