San Petersburgo: ciudad de los palacios y las noches blancas

Con sus canales y palacios, la ciudad más europea de Rusia será la sede del tercer partido de Argentina en el Mundial.

San Petersburgo: ciudad de los palacios  y las noches blancas
San Petersburgo: ciudad de los palacios y las noches blancas

Comienzan las noches blancas en San Petersburgo y celebra el noroeste de Rusia: hasta los inviernos más crudos alguna vez se terminan. Después de largos meses de nieve y lluvia, de bruma y viento, por fin el río Neva y los canales se descongelan, los puentes levadizos dejan pasar hacia la medianoche a los barcos mercantes con rumbo al mar Báltico, los habitantes disfrutan de los festivales al aire libre.

Fundada en 1703 por el zar Pedro el Grande, la ciudad más europea de Rusia se encuentra tan cerca del Círculo Polar que nunca oscurece del todo desde fines de mayo hasta principios de julio, ya que el sol no pasa por debajo del horizonte.

En estos tiempos de noches blancas (quizá no exista otro fenómeno atmosférico con un nombre más poético), los prolongados ocasos rosados seguidos por madrugadas azuladas y amaneceres dorados fueron y serán fuente de inspiración para escritores y artistas. Y en la misma sintonía, los palacios a la vera de los ríos, los puentes y las cúpulas han sido el escenario recurrente de joyas y clásicos de la literatura.

Clave en la historia del país más extenso del mundo -y del mapa político, económico y sociocultural del siglo XX-, San Petersburgo fue creada en el golfo de Finlandia, cuando Pedro I buscaba un lugar para levantar una fortaleza contra los suecos. Frente a la red de más de 40 islas del delta del Neva, inundable y con un clima inhóspito, el zar afirmó en 1703: "Aquí habrá una ciudad". Habitadas por lobos y osos, las tierras pantanosas -donde el río Neva desemboca en el mar Báltico- pertenecían a los suecos, a quienes los rusos vencieron en 1710 y aseguraron su salida al mar.

Entonces, no sólo construyeron la Fortaleza de San Pedro y San Pablo sino que trajeron 250.000 soldados y siervos de Siberia y el Cáucaso para trazar caminos y construir palacios.

La "Venecia del Norte"

Pedro el Grande (1672-1725) no reparaba en gastos para dejar atrás las costumbres "atrasadas" de Moscú e ingresar paulatinamente al mundo de la Ilustración, tomando como modelos a los canales y diques de Amsterdam y Venecia, y mezclando los estilos arquitectónicos de las capitales europeas. Sin embargo, mientras las ciudades de Europa habían sido construidas a lo largo de los siglos, San Petersburgo fue terminada en 50 años.

Y hasta hoy se la conoce como la "Venecia del Norte".

Desde sus orígenes, la nueva capital del Imperio Ruso fue concebida como una "ventana a Occidente", a tono con la cultura europea adoptada por las élites cultivadas del siglo XVIII. Cuestionado al principio, Pedro usaba ropas occidentales, se afeitaba la barba y viajaba para aprender lo que Rusia necesitaba para convertirse en una potencia moderna. En tanto, los nobles rusos comenzaron a llevar un estilo de vida opulento, y la alta burguesía tenía tanta cantidad de sirvientes que quizá ésa haya sido una de las causas de su extinción.

Ya los escritores y artistas rusos del siglo XIX se planteaban dónde se encontraba, en realidad, el alma rusa: ¿Estaba en Europa o en Asia? ¿En San Petersburgo o en Moscú? ¿En la corte del zar o en el estilo de vida del campesinado? "Rusia era un país demasiado complejo, demasiado dividido en el aspecto social y diversificado en lo político, demasiado indefinido geográficamente y, tal vez, demasiado grande", plantea Orlando Figes en "El baile de Natacha", título que alude a una famosa escena de "La guerra y la paz" de León Tolstoi.

Porque la Rusia de la antigua Moscovia era bien diferente a Occidente antes de que Pedro el Grande intentara europeizarla. Durante la vida de Tolstoi (1828-1910), "aquella vieja Rusia estaba viva en las tradiciones de la Iglesia, en las costumbres de los mercaderes y de gran parte de la alta burguesía terrateniente, así como en los sesenta millones de campesinos diseminados en medio millón de aldeas remotas, en los bosques y en las estepas".

Pocas ciudades tienen una relación tan estrecha con la literatura como San Petersburgo, al punto que suele decirse que la capital rusa (desde 1712 hasta 1918, cuando volvió a Moscú) encontró su mito fundador en el poema "El jinete de bronce" de Alexandr Pushkin (1799-1837) con sus presentimientos apocalípticos, enriquecidos por los simbolismos y connotaciones sociales de Nikolái Gógol (1809-1852) y Fiódor Dostoievski (1821-1881).

Personajes de novela

Uno siente que se van materializando los recuerdos de antiguas lecturas y que son reanimados los personajes reales y ficticios, cuando se recorren las calles y canales. ¿Será Raskólnikov, de “Crimen y castigo”, el que le sonríe a la turista argentina?

En estas jornadas cálidas y soleadas (dicen que el sol brilla 60 días al año), los procesos históricos centrales de la ciudad con 5 millones de habitantes son repetidos constantemente por los guías a los viajeros que disfrutan del bello entramado arquitectónico y cultural.

Ello se relaciona con el cambio de nombres: San Petersburgo significa "ciudad de San Pedro" y, como es de origen alemán, entre 1914 y 1924 se prefirió usar un vocablo ruso y pasó a ser Petrogrado; de 1924 a 1991 fue llamada Leningrado, tras la muerte de Lenin (1870-1924); y con la disolución de la Unión Soviética volvió a ser San Petersburgo (pero la región siguió como Leningrado).

Al atardecer, no hay mejor plan que caminar por la vía principal de San Petersburgo y una de las calles más famosas del mundo: la avenida Nevsky.

Unos cuantos carteles en cirílico están traducidos al inglés, idioma que tamb ién hablan muchos mozos en los bares y restaurantes por tratarse de una ciudad con mucho movimiento turístico, antes de que fuera elegida como una de las sedes para el Mundial de Fútbol 2018.

De todas formas, durante y después del gran evento deportivo se multiplicarán los visitantes, que encontrarán antiguos palacios convertidos en tiendas de marcas internacionales y hoteles, iglesias, puentes y artistas callejeros.

Al desandar esta avenida (Nevsky Prospect) se puede tomar como referencia a la aguja dorada del edificio del Almirantazgo -ubicado frente a la Plaza de los Decembristas y el Hermitage- hasta llegar al Monasterio de Alejandro Nevsky y el llamado "cementerio de los artistas".

Quizás esta avenida sintetice las distintas etapas históricas a lo largo de sus 4 kilómetros, que cruzan los canales Moika, Griboédov (se destaca el puente del Banco, peatonal y adornado por leones alados) y Fontanka. Se suceden los negocios de souvenirs, un Burger King que ofrece combos de hamburguesas en ruso, la mega tienda Zara, el edificio art nouveau más llamativo donde funcionaba la Casa Singer y hoy alberga una librería y un café en el nivel superior, la Catedral de Kazán -con 96 columnas que recuerdan a San Pedro, en el Vaticano- que fuera levantada luego de la victoria del ejército ruso sobre Napoleón, un Starbucks, el local gastronómico de lujo Eliséevsky Magazín, el Palacio Stroganov...

El museo de Dostoievski

Al sur de la avenida Nevsky, el llamado "barrio de Dostoievski" se caracteriza por sus casas más modestas. Hay circuitos de las distintas viviendas del escritor y de sus personajes más célebres. En el departamento que ocupó desde 1878 hasta su muerte y donde escribió "Los hermanos Karamazov", hoy funciona un museo (pasaje Kuznechny 5).

A pocas cuadras, y sobre una de las márgenes del río Fontanka, el Museo Fabergé exhibe la colección más grande de orfebrería de Carl Fabergé, en la que se destacan las costosas joyas y huevos de Pascua imperiales.

En un bar de la avenida Nevsky, toma cerveza Nikolái, quien cuenta que nació en Moscú, es fanático de Messi y se quedará sólo tres días en San Petersburgo. “Vine por trabajo, en petróleo; hace bastante que no hablo en inglés. Pero me intriga saber qué piensan los turistas que vienen de tan lejos -como Argentina-, si lo que encuentran coincide con la idea que tienen de Rusia, qué les llama la atención”, dice. Habla de Siria, sabe algo del Che Guevara y Maradona, es crítico del stalinismo.

“Vivo en Moscú, después de cinco años en Ucrania occidental y cuatro en San Petersburgo. Para mí esta es la ciudad más linda de Rusia, pero los inviernos son muy duros. ¿Te gustó el Hermitage?”. Nikolái salta de un tema al otro, como si fuera periodista o ansioso. Suma a Olga a la conversación.

“¡Privet (hola)!”, saluda ella, que da la mano y dice que es guía de turismo: “Vienen muchos chinos, están cerca”. Es alta y pelirroja y, al enterarse de la cantidad de argentinos que llegarán al Mundial para alentar a la Selección, Olga pregunta cuál es el sueldo promedio en nuestro país.

El arca rusa

Como si se tratara de una corona arquitectónica, la Plaza del Palacio obliga a realizar un giro de 360 grados para unir los edificios del Estado Mayor General, el Palacio de Invierno y el complejo del Hermitage, la columna de Alejandro y el Estado Mayor de la Guardia.

Las salas donde fue filmada en una sola toma la recordada película "El arca rusa" se encuentran detrás de la inconfundible fachada verde con columnas blancas: el Palacio de Invierno de Isabel I (el cuarto edificio que se levantó en el mismo emplazamiento) fue construido entre 1754 y 1762 gracias al proyecto de Francesco Bartolomeo Rastrelli.

Como la historia del Palacio está muy relacionada con la del Museo Hermitage, al ingresar a la residencia imperial oficial entre 1763 y 1917, los visitantes pasan de sala en sala y se desorientan: ¿se encuentran en el Palacio de Invierno, el Pequeño Hermitage, el Viejo Hermitage, el Nuevo Hermitage o el Teatro?

Con más de tres millones de obras de arte y objetos de distintas culturas, el Hermitage es uno de los museos más importantes del mundo y se considera que nació en 1764, cuando el comerciante berlinés Gotzkowski le propuso a la corte rusa una colección de 225 cuadros holandeses y flamencos, que sirvió de base para la galería de Catalina la Grande.

Mientras los aposentos privados fueron experimentando refacciones según las modas y gustos de cada familia imperial, la gran línea divisoria fue el incendio de 1837, que destruyó casi todo el interior (menos la escalera principal y la iglesia).

El Pequeño Hermitage -para privacidad absoluta de Catalina II- le dio su nombre a todo el complejo (el objeto más codiciado ahora es el reloj de bronce del Pavo Real). En cambio, el Nuevo Hermitage -construido para museo por orden de Nicolás I- cuenta con el monumental pórtico de los Atlantes, la mejor colección del mundo de piezas de oro de los siglos VII aC. a I dC. y una riquísima colección de pinturas y esculturas. "El regreso del hijo pródigo, de Rembrandt, es nuestra Gioconda", dice una guía frente al cuadro más fotografiado.

Zaristas y revolucionarios

En cuanto al Palacio de Invierno, luego de las salas de malaquita, los mariscales de campo, de Pedro, de los escudos y del Trono, hay una sola habitación en el área privada de los Romanov que no tiene ninguna colección. El edificio, luego de ser sede del gobierno provisional de Kerensky, mantiene en su sitio original a la mesa y las sillas del comedor como símbolos de la toma del Palacio de Invierno en la Revolución de Octubre.

Para desandar los pasos revolucionarios, en la antigua capital rusa se recomiendan visitar el histórico crucero Aurora, convertido en buque-museo, y el complejo del Monasterio y la Catedral Smolny, en cuyo Instituto (ahora, sede de la administración) Lenin instaló el cuartel central de los bolcheviques.

Si se presta atención, no costará identificar a los edificios construidos en la etapa soviética, que conviven con otros modernos.

En cambio, en el centro histórico hay dos templos que convocan multitudes de turistas. Cada mañana se forma fila frente a la Catedral de San Isaac para comprar entradas al museo y la cúpula, mientras que la colorida Iglesia de la Sangre Derramada (recuerda a la de San Basilio de Moscú) se levantó en el lugar donde fue asesinado el zar Alejandro II en 1881. Sobre esa calle, un mercado vende matrioshkas y remeras de Putin.

A 29 km de la ciudad, el Palacio Peterhof fue la residencia de verano de los zares hasta 1917 y es el lugar más visitado. Conocido como "el Versalles ruso", tiene extensos jardines, fuentes, estatuas doradas y juegos de agua. El Palacio Grande fue reconstruido luego de ser tomado y bombardeado por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

Algo similar ocurrió con el Palacio de Catalina, a 25 km y aún en reparación (imperdible, el Salón de Ámbar), por haber quedado afuera de las líneas defensivas del Sitio de Leningrado.

Como cierre del viaje, un paseo en barco ofrecerá una perspectiva diferente e inolvidable de otros puentes y palacios imprescindibles, bajo las noches blancas.

Porque en San Petersburgo todo es historia. Y poesía.

Mini guía

Cómo llegar. A Moscú por Aerolíneas Argentinas + Aeroflot en junio, desde $ 50.700 ida y vuelta. De Moscú a San Petersburgo por Aeroflot, desde US$ 105 ida y vuelta. Con la tarjeta FAN ID se puede viajar gratis entre ciudades, en tren, el día del partido (www. tickets.transport2018.com).

Dónde alojarse. En San Petersburgo, hotel Domina Prestige (5 estrellas), en pleno centro, desde US$ 184 la habitación doble con desayuno.

Moneda. El rublo. La cotización es de 62 rublos por un dólar.

Idioma. El ruso. En las principales ciudades, como Moscú y San Petersburgo, los carteles están en cirílico e inglés.

Visa. Los argentinos no necesitan visa para ingresar a Rusia.

Paquete para el Mundial. 10 días recorriendo Moscú, Nizhny Novgorod, San Petersburgo, en hoteles 4 estrellas, asistiendo a dos partidos de Argentina, con entradas en Categoría 1, desde U$S 5.000 por persona en base doble, impuestos incluidos (011-4811-6916; www.arabtour.com.ar).

Dónde informarse

www.visit-petersburg.ru

www.fan-id.ru

App: Visit-Petersburg.ar

Teatro de batallas

La vieja Leningrado. Fue fundada por el zar Pedro el Grande el 27 de mayo de 1703 con la intención de convertirla en la “ventana de Rusia hacia el mundo occidental”. A partir de entonces se convirtió en capital del Imperio ruso durante más de 200 años. Cuando estalló la Revolución rusa, la ciudad fue el centro de la rebelión. En marzo de 1918 la capital fue trasladada a Moscú. En enero de 1924, tras la victoria bolchevique, la creación de la Unión Soviética (1922) y el fallecimiento de Lenin (1924), San Petersburgo cambió su nombre a Leningrado.  Al desaparecer la URSS con el consiguiente colapso del comunismo, la ciudad fue renombrada San Petersburgo y se ha convertido en un importante centro económico y político de la actual Rusia. San Petersburgo es hoy en día la segunda ciudad más grande de la Federación Rusa.

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