Luego de 10 días de viaje, habiendo dejando atrás su descanso en Córdoba desde donde partió el 27 de agosto de 1814, entre el 6 y 7 de setiembre el Coronel San Martín llegaba a la “Inmortal Provincia de Cuyo”, portando los despachos de Gobernador Intendente de Cuyo. Ya en la Posta del Retamo, el día 7 le comunicaba al Cabildo de Mendoza que, “no obstante lo que he sufrido en la marcha, llegaré a esa ciudad al ponerse el sol”.
Poco antes de su llegada el ayuntamiento mendocino le informaba que había dispuesto un hospedaje a la altura del nuevo dignatario, ante lo cual San Martín respondió que declinaba hospedarse allí ya que había mandado disponer una casa por su cuenta. Sin embargo ante la insistencia del Cabildo y la posibilidad de incurrir en un desaire a tan honorable cuerpo el flamante Gobernador cedía a las instancias de dicha corporación, comenzando así su austero y sencillo gobierno de la “Ínsula Cuyana”.
Una vez en Mendoza, el futuro libertador recibe una carta del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio de Posadas,, en la que, entre otras cosas, le comunicaba: “... lo hago a usted descansando en su ínsula en la que aún habrá alcanzado a comer algunas uvas frescas.
Trate usted de cerca y con franqueza y confianza al administrador de aduana Don Juan Gregorio Lemos y este solo vecino le dará una exacta idea de los hombres buenos y malos... por tanto, amigo mío, este solo vecino honrado dará a usted todas las noticias que usted me pidió... Sobre todo la tecla principal consiste en llevarse siempre bien con los cabildantes, sean los que fueren cada año, pues estos abarcan toda la población con sus relaciones y parentescos; de modo que estando queridos de ellos, lo estará usted de todo el pueblo”.
Poniendo en práctica estas recomendaciones tomaba contacto con los habitantes de Mendoza, quienes se ponían a disposición de su nuevo líder y vecino destacado que pronto ganaría el corazón y la confianza de aquellos montañeses.
Más adelante, Posadas avisaba a San Martín sobre la partida de su esposa diciendo: “Mucho partido puede ganar con su trato (en aquella capital) el amable genio de Remedios, la cual va bien acompañada con Doña Benita Merlo y su esposo Manolito Corvalán, que es natural de esa ciudad, de una de las familias principales... los 600 pesos que día a su madama fueron míos y me los pagará usted del modo que dice, entregándolos al dicho don Juan Gregorio Lemos o del modo que quiera...”.
Luego en una nueva comunicación por demás interesante Posadas le expresaba: “Me alegro que haya usted sido bien recibido de esas gentes y que el temperamento mejore su salud, en breve tendrá allá a su costilla, con cuya amable compañía se acabará de poner bueno y hará vida tranquila y deliciosa” , y en la misma misiva, ante los requerimientos que San Martín le había hecho para auxiliar a los patriotas de Chile, el Director, en un tono irritado, le decía: “Yo no extraño que los chilenos pidan; lo que no puedo dejar de extrañar es que ustedes que son paisanos, que son militares y que saben de esta farándula de armas me vengan pidiendo cosas a centenares y millones, cuando yo todavía no he visto un fusil trabajado completamente en Buenos Aires, ni en la sala de armas he visto jamás archivado un fusil ni de Montevideo ni de Jerusalén, ni bueno ni descompuesto. Señores coroneles, señores jefes de tropas, ustedes son los que se guardan los fusiles, los sables, los cartuchos, las piedras, etc., y de consiguiente el jefe del Estado es un fundido para disponer de estos artículos... con que ustedes, como compañeros acudan unos a otros y socórranse con los sobrantes que tengan”.
Así mientras San Martín comenzaba una relación de esfuerzo y trabajo mancomunado con los cuyanos para poner en pie de guerra a la provincia, así también daba comienzo la tortuosa comunicación con Buenos Aires siempre renuente a destinar recursos para auxiliar al Jefe de los Andes.
En tanto, el Gobernador se ponía al tanto de lo que sucedía en el Norte, en la Banda Oriental y en el propio Buenos Aires. Y en Cuyo, daba impulso a la economía, la agricultura y la industria, imponía un severo plan de ahorro y ajuste fiscal de las cuentas públicas y desplegaba su plan político-militar desde la cuna de la libertad.
Preocupado por la demora de Remedios, los primeros días de octubre recibía otra carta del Director en que le anticipaba: “Por fin ya partió su madama, la cual no ha tenido la culpa en la demora, sino sus padres, pues no han querido que pase a un país nuevo sin todos los atavíos correspondientes a su edad y nacimiento. Al fin son padres y es forzoso que al menos en esta ocasión los disculpe usted...”.
Cuando se producía este intercambio epistolar la Patria Vieja caía en Chile y los patriotas, al otro lado de los Andes, eran completamente diezmados en Rancagua, donde a pesar del denuedo de O’ Higgins y sus hombres, los realistas lograban recuperar el control territorial poniendo en peligro, a partir de ese momento, la endeble causa revolucionaria de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de toda América.
A partir de ese momento los trabajos de San Martín al frente de la Gobernación Intendencia de Cuyo se convertirán en la indeclinable misión de equipar una poderosa fuerza militar que pueda contener la contrarrevolución amenazante desde Chile, y con el Ejército de los Andes preparado poner en práctica el plan de liberación continental.
Finalmente y gracias al apoyo de los cuyanos el Libertador cruzará el macizo andino, librará las batallas de Chacabuco y Maipú dando la libertad a Chile, asegurando la independencia argentina para finalmente concretar la expedición libertadora del Perú y una vez allá afirmar la libertad de Ecuador y coadyuvar a la liberación de la Gran Colombia de Bolívar, todo cuanto pudo lograr desde su base en Mendoza, pues como el mismo Gobernador había asegurado: “Estoy en Cuyo y todo es posible”.