Las pistas de carreras son caminos para unos pocos elegidos y el resto de los que gustan de la velocidad debe contentarse con mirar el paso vertiginoso de los autos detrás de un alambrado.
Eso es así hasta que un día alguien decide cambiar las reglas y dar la oportunidad para que cualquiera, al mando de su propio vehículo, salga a conducir por el trazado de un circuito profesional.
Es lo que ofrece el Track Day, un evento que recorre distintos puntos del país y que ayer se presentó en el autódromo de San Martín: un día completo de pista para el hombre común de la calle, y donde cada inscripto tiene la oportunidad de llevar su auto al límite, en un escenario en el que se destacan las medidas de seguridad pero también y para aquel que lo pida, el consejo de un grupo de profesionales desde lo básico a lo complejo: cómo tomar el volante, cuál es el punto de frenado o la mejor manera de agarrar una curva.
“Cualquiera puede anotarse y participar, hay unos pocos requisitos básicos: no inscribimos camionetas y los vehículos que se presentan tienen que estar en buenas condiciones”, contó Sebastián Auad, uno de los organizadores.
Y no hay mucho más que eso: después de pagar una inscripción, cada uno llega al autódromo con el auto que tiene, algunos de alta gama y difíciles de ver en las calles mendocinas pero también los hay muy comunes. Y es que la premisa del Track Day es que la competencia en la pista no es con el otro, sino con un mismo.
A 200 km por hora
El circuito del autódromo de San Martín tiene 4.167 metros; en 2011 arrancó una obra que culminó un año más tarde y que le agregó 930 metros de pista, situación que permitió a la ciudad recibir al competitivo Turismo Carretera.
Ayer y al costado de la principal recta del circuito, muy cerca de la pista de karting y del restaurante, una enorme carpa daba sombra a los vehículos y a la pequeña comunidad de fierreros que se juntó en el Este.
Rodrigo Pizarro camina entre la gente y saluda, va como todos haciendo nuevos amigos: el muchacho maneja un BMW 235 I y vino desde Santiago; es la primera vez que el chileno participa de un Track Day y está entusiasmado: “En Chile no tenemos nada parecido y la posibilidad de conducir tu propio auto en una pista de carreras es un sueño hecho realidad”, cuenta y dice que viajó con su novia, aunque ella prefirió ir a pasear al shopping: “Se llevó la tarjeta de crédito, ojalá que no gaste demasiado”, ríe mientras revisa algo en el motor de su auto; detrás de él, sobre la pista, pasa raudo un Chevrolet Camaro a casi 200 kilómetros por hora.
Bajo la carpa hay camaradería todo el tiempo: de viejos conocidos de algún Track Day anterior que vuelven a verse las caras. Pero también entre completos extraños, que a partir de una misma pasión abren enseguida una charla y surgen las anécdotas, como ocurre entre los dueños de un flamante Subaru Impreza y un VW Gol tres puertas, modelo ‘89, estacionados casi a la par.
Gustavo Rama vive en Buenos Aires y no es la primera vez que participa: ya estuvo en Córdoba y también en el autódromo Oscar Gálvez de Buenos Aires: “Me gusta el automovilismo, me gusta correr y esta es la única manera que hay para entrar a un circuito sin ser parte de ninguna categoría”, cuenta el hombre, que maneja un imponente Audi A5, muy bajito, de espejos y escape modificados, con parrilla al frente muy llamativa.
Es casi mediodía y Gustavo ya se dio el gusto de girar el circuito y llevar su Audi por arriba de los 210 kilómetros por hora, aunque terminó la prueba rompiendo la caja de cambios: “Son cosas que pasan, no importa, la alegría no me la saca nadie”.
Es cierto, no hay mucha gente en el autódromo, y la organización cree que se debe a que Mendoza es una plaza que apenas se está ganando: “Un evento de estos en Córdoba o Buenos Aires lleva mucha gente, acá recién estamos llegando y es nuestra tercera vez”, cuenta Auad.
Mario es dueño de una de las joyas del encuentro: un Nissan GTR que va de 0 a 100 en 3 segundos y cuyo valor está por encima de los 200.000 dólares: “Acá en un circuito es donde realmente podés conocer el potencial que tienen algunos autos”, dice Mario, sentado en una reposera junto a su Nissan: “La calle te da pequeñas sensaciones, pero nunca te permitirá andar a 300 kilómetros por hora”.
Pasan los minutos, avanza el mediodía y la siesta; debajo de la carpa algunos revisan sus autos; una chica le ayuda a su novio a cambiar una cubierta; un poco más allá, dos hombres controlan un filtro de aire y luego están los que toman mate, algún jugo o caminan entre los autos sacando fotos a los más caros o llamativos.
Hay un VW Vento equipado con una cámara en su interior, que registra el giro que hará el auto; cerca de allí, un Fiat 128 Iava no se amedrenta y luce original, impecable, como si los ‘80 nunca hubiesen pasado; su dueño anda por allí, no quiso perderse el evento.
Correr contra uno mismo
Un Track Day se arma con las medidas de seguridad que tiene cualquier fecha de automovilismo: hay remolques, bomberos, ambulancia, también un jefe de boxes y vigilancia; hay gente que viene a correr y otros que simplemente se acercan a mirar.
Hay a la vista un Porsche y más allá un Audi S3, también un Golf GTI, un Vento y un Scirocco; cerca de allí un Beetle, un Bora, un Seat Leon FR y siguen las firmas.
Todo el tiempo, según un orden que va marcando la organización, los 30 vehículos anotados se rotan para salir a la pista y tratar de mejorar su propia marca porque, no está de más repetirlo, esa es la premisa: la competencia es con uno mismo y por eso es que no interesa tanto el auto con el que se corre, como las ganas de manejarlo a fondo.