Festejá, enloquecé, pellizcate. Es todo azulgrana: “Sí sí señores, yo soy de Boedo, sí sí señores, de corazón, porque este año, desde Boedo, desde Boedo, salió el nuevo campeón”, “que de la mano, del Patón Bauza, todos la vuelta vamos a dar”, “palo, palo bonito palo eh, somos campeones otra vez”. Chau karma, chau cargadas. Se abrió otro mundo. De la Promoción de dos años atrás a esta vuelta.
La Copa era la obsesión. Era, en pasado, porque hoy San Lorenzo es el Rey de América. Porque ayer entró al club de los ganadores de Libertadores, esa deuda que tenía en su historia. Por el ‘Patón’ Edgardo Bauza, el hacedor desde el futbolístico, el que ya había levantado el trofeo y marcó el camino. Por Néstor Ortigoza que no erra penales, como fue en esta finalísima chivísima. Por el león Juan Mercier. Por el Pipi Romagnoli ídolo que se va a lo grande al fútbol de Brasil (Bahía).
Por julio Buffa que se metió a la gente en el bolsillo, jugando donde le pida. Por Ignacio Piatti que lo tuvo que celebrar increíblemente, desde Canadá. Por Sebastián Torrico que tuvo manos de acero cuando se lo llamó a actuar. Por esta hinchada que sí, se merece ser campeón, que armó una fiesta eterna en el Nuevo Gasómetro, que se bancó el sufrimiento, que no paró de cantar. Ah, y por el Papa Francisco, que habrá celebrado desde Corea, en la mañana asiática y que los espera el jueves para festejas en “familia” en el Vaticano. Y también por la dirigencia que pudo cambiar el club, con Matías Lammens y Marcelo Tinelli, como los hacedores de la gran gesta.
San Lorenzo campeón de la Copa por primera vez en su historia, San Juan y Boedo en lo más alto. El barrio, los colores, los Gauchos de Boedo. Estatua para todos, que serán tan o más inolvidables que los Matadores (campeón invicto en el 68) y los atrevidos Carasucias (1964). Llantos de alegría, dedicatorias para los que ya no están y soñaban alguna vez con esta vuelta, cantos y más cantos, mientras los jugadores se raspaban para aguantar el 1-0 contra el aguerrido Nacional de Paraguay.
Es que el partido encontró a un equipo visitante mejor parado en la cancha y sorprendiendo a un San Lorenzo que se mostraba errático y nervioso con tremenda parada. Así el equipo Guaraní arrinconó a los de Bauza -que dicho sea de paso levantó por segunda vez la Copa -la primera fue con Liga Deportiva Universitaria de Quito- y generó un par de situaciones muy claras que pudieron trastocar los planes. Pasaron los sacudones y el tanto de Ortigoza cambió la historia. Si bien los paraguayos insistieron, el local se mostró muy firme y aguantó con mucho amor propio este resultado que le da al fútbol argentino su Copa N°23
El Ciclón es el mejor de América y se lo merece. Supo estar cerca de besar la lona en la primera fase, cuando llegó a no depender de sí mismo y cuando el mismo Bauza decía que eran “remotas” las chances de pasar. Y supo resurgir para ser guapo dos veces seguidas en Brasil, contra los siempre complicados brasileños. Y supo creer en sí mismo, siempre.
Imposible estar en el Nuevo Gasómetro y no poder emocionarse. Un partido para la historia. El partido de la historia de esta nueva versión del Ciclón. La final en la que San Lorenzo, sí, sacó diploma de Libertadores. Y sacando pecho dice, por fin, que estos son los grandes Cuervos de América. Ah, ahora viene el Mundial de Clubes. ¡Salud, campeón!