Caminar por el barrio de Boedo, uno de los más emblemáticos de Buenos Aires, es empaparse de un sentimiento que está arraigado en la identidad del lugar.
El azul y rojo predomina en paredes, cordones, pasacalles, puestos de indumentaria y la vestimenta de los hinchas que recorren sus calles con la ansiedad propia de sentirse a pocas horas de transformar una utopía en realidad.
Los cantitos surgen espontáneamente en los coros que se organizan en las esquinas. Por momentos, pareciera que sólo es necesaria una contraseña hecha de gestos y ademanes para formarse en pequeños grupos y desparramar himnos que remiten a la épica sanlorencista.
“Dale alegría, alegría a mi corazón...la Copa Libertadores es mi obsesión”, cantan. No es necesario preguntarles el por qué.
El Ciclón palpa que está ante una cita con la historia. Que esta noche será una bisagra en sus 106 años de vida. Que un éxito provocará un estado de éxtasis ilimitado.
Que una derrota condenará la ilusión quién sabe por cuánto tiempo más. Que el sueño debe vencer a la pesadilla y que no hay término medio: es el cielo o el infierno.
Los tres puntos neurálgicos de la pasión azulgrana están distantes unos cinco kilómetros. El escenario es el Pedro Bidegain, también conocido como Nuevo Gasómetro, y se ubica en el Bajo Flores.
Allí, en la zona sur porteña, la más postergada de la metrópoli, los cuervos construyeron su segundo hogar hace dos décadas. Sin embargo, la cultura popular echó raíces en dos sectores identificables: 1) Avenida La Plata y Las Casas, donde se erguía el viejo estadio y el mismo punto al que se quiere volver gracias a la ley de reparación histórica; 2) San Juan y Boedo, la esquina que es el punto de concentración de una barriada que encontró su lugar en el mundo a través de la poética tanguera, la murga, el carnaval, los cafés, la militancia política y los teatros construidos en el interior de viviendas centenarias.
En 2012, uno de los peores momentos de la vida institucional y deportiva del club, la gente salió a manifestar que estaba dispuesta a la refundación de ese hogar contenedor que se abrió entre el cura Lorenzo Massa y un grupo de chicos de la calle, allá por 1908.
De repente, cuando la caída se profundizaba, el respaldo del hincha logró reconvertir un presente de deterioro.
Los hinchas coparon el centro de la escena amparados en su cántico icónico: “Vengo del barrio de Boedo, barrio de murga y carnaval, te juro que en los malos momentos, siempre te voy a acompañar...”.
Miles se asociaron, otros miles se pusieron al día con las cuotas atrasadas, más y más miles agotaron las entradas en los duelos clave para evitar el descenso y para ganar la Promoción.
Un año después, campeones en el Inicial 2013. Hoy, de cara a ganar la Libertadores. No hay peor lucha que la que se abandona. Si lo sabrás, San Lorenzo...
Esta noche es “la” noche. Un triunfo en tiempo reglamentario permitirá consumar un deseo que se sostiene desde 1960, cuando la Copa tuvo su primera edición.
Si hay igualdad, como no se computan doble los goles de visitante en una final, se recurrirá al suplementario y quizás a los penales.
Esta noche es “la” noche. Millones de hinchas desparramados por el mundo, hasta en el Vaticano, migrarán imaginariamente hacia Boedo y habrán encontrado lo que siempre persiguieron: la esperanza de saber que este sueño, el más grande de su historia, esta vez puede ser posible.