Cuando en la tarde del pasado 19 de abril se desprendió parte de la coraza de cemento que cubría al monumento del Fuerte de San Carlos, vecinos y ajenos lamentaron el no haber protegido como merecía este bien patrimonial, única ruina que recuerda el fortín donde San Martín se reunió con los Pehuenches en 1816 y que fue declarada Sitio Histórico Nacional en 1951.
No hay dudas de que esa mole blanca -destacada con placas de metal y secundada por dos palmeras enormes- es cara a la identidad comunitaria local. Sin embargo, hasta entonces nadie sabía a ciencia cierta qué conservaba de la estructura original y las historias que tenía para contar.
Aunque desafortunado, el incidente abrió una puerta al pasado. Sucede que esos restos del torreón jamás habían sido estudiados. Después de un mes de excavaciones y prospecciones, un equipo interdisciplinario determinó que el bloque de adobe, que se conserva a metros de la plaza de la Villa sancarlina, no pertenece al fuerte colonial sino a una reconstrucción del mismo que se hizo en 1904.
Este es sólo el primer paso hacia una reconstrucción de la historia del lugar que han emprendido los sancarlinos. Por años se han sucedido hallazgos de cerámicas, huesos humanos y otros bienes de valor arqueológico en distintos puntos de la Villa, que fue “el solar del Fuerte”. Algunos denunciados y otros ocultados por los vecinos.
Los científicos se animan a pensar que basta con excavar la zona para hallar interesantes vestigios de asentamiento colonial e incluso indígena. Por eso, han diseñando un ambicioso plan de trabajo, que pondrá bajo la lupa de los arqueólogos toda el área comprendida por la que fue la segunda villa fundada en Mendoza, en 1772.
La ruina en foco
Lo que ya anticipaba la bibliografía, y hoy confirman arqueólogos y arquitectos, es que el cuerpo existente -que llaman monumento por su referencia al sitio que existió- es parte de un torreón construido en 1904. Por eso esta “esquina” del Fuerte tiene forma redondeada y no cuadrada, como el de San Rafael u otros coloniales.
La estructura original, según los documentos, fue erigida a fines del siglo XVIII. Un acta del Cabildo de enero de 1770 establecía que se “forme un Fuerte de estacada doble”. Su edificación tuvo avances y complicaciones (debido a lluvias e inundaciones) y recién en 1788 se termina de construir y consolidar la muralla que resguardó la Villa.
En 1834, luego de ataques indígenas y la emigración de los vecinos, el Fuerte fue reparado y en la década de 1850 se convierte en cuartel de policía. Hay planos de 1860, donde se ven las dependencias y el presupuesto para reparaciones. Éstas fueron una constante debido a que el barro es muy vulnerable, sobre todo en zona aluvional.
A principios del siglo XX, los costados oeste y sur aún conservaban tapias del antiguo fuerte. Pero un plano más tardío -de 1904- muestra las torres con formas ya redondeadas en las esquinas del recinto, las que estaban siendo construidas.
Este periodo de reconstrucción es el que salta en el baluarte estudiado. “Los cimientos llegan a 1,20 metros de profundidad, donde se halla el nivel de ocupación de principios del siglo XX. Nuestro interés es llegar a niveles coloniales, pero no será posible en esta etapa de trabajo. Estamos en los 2,5 metros y todavía sacamos relleno aluvional. La zona estaba entre dos ríos”, señaló la arqueóloga María José Ots, quien dirigió al equipo del Conicet que trabajó en la excavación.
Por su parte, la arquitecta Adriana Saua explicó que los ladrillos de adobe “forman una torre rodeada por dos muros, uno de cabeza y otro de soga. Entre ambos muros no existe traba, sino que están rellenos de barro. Es por eso que cuando se desprende el lado sur de la ruina, parte de este muro de afuera se cae”.
La recuperación
La intención del municipio es descubrir la historia que guarda el baluarte, pero también determinar la mejor manera de preservarlo. Hace años que este cuerpo presenta visibles signos de deterioro, incluso perdió un metro cuadrado de su coraza hace tres años. La misma terminó por colapsar en abril, a causa de las persistentes lluvias.
Inmediatamente, desde la comuna hicieron las denuncias ante Patrimonio provincial y la Comisión de Monumentos, Lugares y Bienes históricos de Nación. También construyeron un pequeño techo, para proteger la ruina del agua.
“Pese a que la comuna tiene otras urgencias, aquí se siguió el protocolo para salvar lo que queda y no dañar más. Es fundamental recuperar el baluarte, porque habla de nuestra identidad”, dijo Ricardo Dengra, director del museo del Fuerte de San Carlos.
Esto llevó a conformar un equipo de especialistas, quienes trabajan en la zona desde principios de setiembre. “Las principales patologías de la estructura responden a agentes naturales: la lluvia, la acción de la humedad ascendente y dos forestales que -después de las excavaciones- vimos que están afectando a la ruina”, dijo Saua.
La arquitecta también se refirió a las “intervenciones poco felices”. “En una época, se utilizaba conservar las ruinas con reboques cementicios, que son estancos y funcionan como una bolsa, donde la humedad del terreno asciende por el adobe y no puede salir”, explicó y también apuntó al daño generado por la imposición de placas.
Ahora, los especialistas liberaron a la estructura de todos estos agregados y trabajan en su preservación. “No se van a restituir piezas, sólo se consolidará con reboques naturales”, dijo Saua. Dengra agregó que el baluarte seguirá a la intemperie, con techo pero protegido por un sistema de rejas.
Excavaciones hacia la historia del lugar
Pese a ser el departamento más antiguo de Mendoza y la segunda villa en crearse (en 1772), nunca se encaró una investigación arqueológica allí. El solar donde estuvo el fuerte San Carlos, lugar donde el General San Martín se encontró con los Pehuenches”, fue declarado Sitio Histórico Nacional en 1951, según decreto 4592.
Sin embargo, nunca se especificó en coordenadas la superficie total del fuerte y su zona de amortiguación. “El solar se cree era bastante grande, porque incluye los corrales u otros elementos que eran funcionales al Fuerte”, explicó Dengra.
Lo cierto es al construir las cunetas frente a la actual iglesia, salieron restos humanos (allí estuvo la capilla y su enterratorio entre 1876 y 1970). También han aparecido elementos aún sin estudiar en la escuela Fuerte San Carlos, en el museo que está junto al baluarte, en distintas viviendas de la villa y hasta cerca del Puente Cruzado.
“Es probable que haya sido zona de asentamiento indígena, previo a la creación del Fuerte. Ha aparecido cerámica indígena, pero en el barro con el que hicieron los adobes. Es muy complejo, porque adentro de los mismos adobes hay materiales de distintas épocas. Como son las primeras excavaciones arqueológicas, aún no sabemos hasta donde tendremos que excavar para encontrar los distintos asentamientos”, cerró Ots.