San Andrés: la isla desigual

A 700 kilómetros de Bogotá, una ínsula tropical de cultura heterogénea es un spa natural a cielo y mar abierto. Un presente que vive del turismo y promueve el disfrute como modo de vida.

San Andrés: la isla desigual

“Un aplauso a papá Dios por este día tan bonito que nos está regalando” vocifera Eli, una guía de piel marrón, curvas gruesas y notable temperamento, que organiza los grupos de sus excursiones dando alaridos. Basta una mirada panorámica alrededor, al escenario de inagotables azules, verdes y turquesas que pintan el mar, el cielo y el follaje brillante del trópico, para articular inmediatamente con la oportuna ovación, satisfechos. Aprendimos, en ese momento, que en el Caribe colombiano la gratitud se practica rumbeando en traje de baño y con un coco loco en la mano. Tome nota usted, que gusta lucir y actuar como un local, regido por aquel mandato universal “donde fueres haz lo que vieres”.

A San Andrés se va de vacaciones. Pero de vacaciones de verdad, de ésas cuyas preocupaciones radican exclusivamente en decisiones cruciales del tipo hacer kayak en los manglares o snorkel en los corales; entre imitar a las lagartijas locales durante toda la jornada bajo el sol de la piscina del hotel o de los balnearios del centro. En la isla se impone el descanso hedonista con el que fantaseamos durante los peores picos de estrés laboral o los días más fríos del año. Es un escenario natural extraordinario para materializar la trillada súplica de echarse bajo una palmera. Empaque, usted, el iPod con esa playlist que le gusta cantar a los gritos, lecturas y bloqueador solar antes de embarcarse a la tierra que contenta a todos los sentidos.

La isla de San Andrés es la mayor y la que nombra al archipiélago que comparte con Providencia, Santa Catalina y otros cayos menores. La extensión de 27 km2 se puede recorrer en una mañana en mulitas (algo así como un buggy), carritos de golf o bicicletas. Sólo el 70% de la superficie está construida. El resto mantiene zonas vírgenes de vegetación autóctona. Un aplauso a papá Dios por el verano perpetuo que caracteriza el destino: 30 grados de temperatura promedio durante todo el año, con sol y chaparrones tropicales que bañan la geografía dividida en áreas de playas de arena blanca y otras rocosas, de piedra coralina y acantilados.

Un collage cultural

Las mil gamas del paisaje reproducen las tantas de sus raíces y su gente. Huele a ron y a café, como la patria a la que pertenece, pero un extravagante patchwork cultural atraviesa la historia de la isla que tiene bandera y sones latinos, pasado de colonización europea y esclavitud africana, leyendas de corsarios y piratas. La cueva de Morgan es un paseo turístico donde se pueden ver garfios, machetes y hasta un ancla de hierro fundido de una tonelada, casi todo hallado en las inmediaciones del archipiélago donde, cuentan, escondía sus tesoros.

La arquitectura mantiene en pie la memoria de los primeros pobladores ingleses. Los nativos hablan kriol -derivado de un inglés mal hablado, rápido, de sílabas cortas y cantaditas- el dialecto que inventaron los esclavos como herramienta de defensa para que los amos no entendieran. La rareza de los oriundos de raza negra con apellidos de inglés radica en su pasado de esclavos africanos adoptados por sus amos. Pero en el hotel y en los locales comerciales, siempre lo saludarán en español. La herencia africana aparece también en los rastafaris, que esparcen música, humos y banderas por todas partes. El reggae se superpone con el calypso, que hace mover los hombros y las cachas, y las danzas típicas agitan los matices indígenas y cimientos centroamericanos.

Por su parte, la tradición culinaria revela lo que da la tierra: frutas tropicales, pescados y frutos de mar. Patacones (rodajas de plátano frito y salado), arroz con coco y fruta pan (algo parecido a una papa que consideran bendita porque crece de árboles autóctonos) acompañan todos los platos y son el sello de la cocina local. Fuerte el aplauso para papá Dios por esta tierra híbrida, compleja y singular, donde nada tiene que ver con nada y, maravillosamente, todo tiene que ver con todo.

Rélax en movimiento

La propuesta de descanso no es para quedarse quieto, sino que comprende una serie de paseos posibles dentro y fuera de los hoteles. Los baños de sol y mar son el imperativo de la mayoría de las excursiones que invita la isla. No deje usted de embarcarse en el puerto de San Andrés rumbo a Johnny Cay, donde podrá hacer la plancha en el Caribe transparente hasta que se le arruguen los dedos.

En el Cayo Acuario o Rose Cay podrá alquilar máscaras de snorkel y patas de rana, y nadar con peces de colores de cientos de especies diferentes, mantarrayas, hipocampos y estrellas de mar. Dependiendo de las condiciones climáticas, una avioneta o un catamarán podrán aventarlo hasta la vecina isla de Providencia.

Tómese hasta el último rayo de sol y después salga a recorrer la Zona Rosa y los 3 km de peatonal que se extienden a lo largo de la Avenida Colombia, plagada de tiendas de cosmética, chocolates, licores, tabaco, carteras, ropa deportiva y relojes importados. San Andrés es un gran free shop, un puerto libre de impuestos para saciar la voracidad de consumo.

En las playas del centro, hay puestos de artesanías donde comprar las preciadas carteras de mil colores tejidas a mano por las tribus Wayuu de la Guajira. Y no se vuelva sin una provisión de Café de Juan Valdez, que cambiará la cara de sus mañanas cuando esté nuevamente en casa.

La mayoría de los hoteles ofrece la posibilidad de intercambiar cenas en otros restaurantes de la misma cadena. Es una buena idea cambiar de escenario y recorrer otras barras, disfrutar de los espectáculos musicales, rodar por las discotecas y mudarse de tumbona desde donde contemplar la luna sobre el océano.

Todos los datos

Dónde hospedarse

La cadena Decameron tiene seis hoteles all inclusive y dos clubes de playa. El Royal Decameron Aquarium impacta por su arquitectura que parece emerger del Caribe y su localización es ideal para los que prefieren quedarse a pocos pasos del centro y de la playa. El isleño abunda en lujos y ofrece vistas de las playas más paradisíacas de la isla.
Royal Decameron Aquarium. 5 noches / Plan All Inclusive / Habitación Estándar / Base Doble: desde U$S 661 por pasajero.
Royal Decameron Isleño. 5 noches / Plan All Inclusive / Habitación Estándar / Base Doble: desde        U$S 774 por pasajero.
Más información: www.decameron.co

Cómo llegar

Lan vuela a San Andrés todos los días de la semana.
Desde Mendoza, vía Santiago de Chile y Bogotá: desde $ 10.700.
Desde Buenos Aires, vía Santiago de Chile o Lima y Bogotá: desde     $ 7.250.
Precios finales con impuestos incluidos. 
Más información: www.lan.com

Tener en cuenta

Para ingresar a San Andrés hay que comprar una tarjeta turística que cuesta alrededor de U$S 20. Se presenta de nuevo al momento de regresar.
La mayoría de los hoteles no tienen Internet libre. El costo de la hora es de alrededor de U$S 3. 
Los zapatos para el agua son imprescindibles para entrar al mar (las piedras coralinas lastiman las plantas de los pies). No es lo mismo usar ojotas u otro calzado. Se consiguen en todos lados, hasta en las ferias callejeras y tiendas dentro de los hoteles.
En el Puerto de San Andrés hay una feria donde conseguir máscaras de snorkel, zapatos para el agua y el protector plástico para el celular que ¡sí funciona! y permite hacer fotos y videos sin que la arena ni el agua arruinen el equipo.

Excursiones

Over Receptour: guías capacitados y una enorme variedad de propuestas de actividades de ecoturismo, deportes náuticos y buceo, visitas a cayos cercanos y lejanos. 
Más información: sanandres@receptourdelcaribe.com, www.receptourdelcaribe.com

Otros precios de referencia

Entrada a la cueva de Morgan:   U$S 3,5.
Alquiler de mulita por día: U$S 80
Alquiler de carrito de golf por día: U$S 50.
Avioneta a Providencia: U$S 175.

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