Sampaoli le pide a Messi lo que Messi le pide a Sampaoli

Ya no hay tiempo para ensayos y los referentes lo saben. Con Perú se juega más que un partido. Ni más ni menos que el pase a un Mundial.

Sampaoli le pide a Messi lo que Messi le pide a Sampaoli

Por Fabián Galdi   - editor de MÁS Deportes digital -

En veinte días, aproximadamente, el destino del fútbol argentino puede mantener su posicionamiento naturalizado como potencia o -a la inversa- retroceder casi cincuenta años. No hubo un solo juego por las eliminatorias sudamericanas que haya despertado tanta expectativa en este siglo como el del próximo 5 de octubre, frente a Perú, en la Bombonera. El antecedente más cercano se encuentra en el repechaje contra Australia,  a doble partido, cuando finalmente se logró la clasificación a Estados Unidos 1994. Ni siquiera el que se disputó durante 1985 en River Plate - también ante los peruanos - debido a que bastaba un empate para llegar a México 1986. El de ahora, en cambio, revela que contra los incaicos será imprescindible sumar de a tres para depender de sí mismo en la fecha final con Ecuador, en la altura de Quito.

Llamativamente, otra vez se desencadena una definición contra adversarios que cuentan con un entrenador argentino. Ahora será el turno de Ricardo Gareca y de Jorge Célico, reemplazante del también connacional Gustavo Quinteros. Antes, las caídas con  en la Copa América 2015 y la Copa América Centenario 2016, tuvieron a Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi como responsables grupales de los trasandinos, respectivamente. Nadie conoce mejor a nuestra Selección que un DT que haya tenido su cuna en nuestro territorio. Nadie, tampoco, conoce mejor a nuestra Selección y sus miedos, angustias y ansiedades. Como sucede ahora, cuando las dudas les siguen ganando a las certezas.

Sampaoli, precisamente, tuvo puntos de contacto con la realidad y ya desde diciembre del año pasado se difundía en los corrillos de la AFA que el entrenador casildense iba a ser el sucesor de Edgardo Bauza. Es más, también era vox pópuli antes de la mini serie que el Patón debía afrontar contra los chilenos en Buenos Aires y los bolivianos en la altura de La Paz. Una nota publicada por Los Andes on line - publicada el 26 de febrero de este año - daba cuenta de que este cambio iba a ocurrir, sobre todo cuando en la Asociación del Fútbol Argentino aún se estaba resolviendo la renovación presidencial con Claudio Tapia a la cabeza, lo cual ocurrió.

Hoy, el propio Sampaoli está dando señales de continuo acerca de que es la autoridad máxima de forma y de facto dentro del plantel. En ese marco pueden incluirse sus anuncios públicos con respecto a sus viajes al continente europeo para dialogar cara a cara con los futbolistas del seleccionado: los ya parte del elenco estable como los que están en condiciones de sumarse. Cabe preguntarse si es valioso o no darle difusión a estos encuentros, debido a que éstos parecerían enmarcarse en el derecho a la privacidad de la relación entre los jugadores y sus conductores. Todos los DT lo suelen hacer, pero aquí se deja expuesto cuándo, cómo y dónde se harán las reuniones, hasta con imágenes que de inmediato se suben a las redes sociales. Quizás una prueba de autoridad, podría conjeturarse.

Dejó múltiples lecturas la imagen de Lionel Messi en el encuentro con los venezolanos, quienes presumiblemente eran los rivales que menos complicaciones podían depararle al albiceleste para quedarse con la victoria. Sin embargo, volvió a alimentarse un círculo vicioso que parece no tener solución en al menos los últimos mundiales: quiénes se hacen cargo del traslado de balón desde los laterales o el centro del campo hacia las zonas de gestación ofensiva. Los Pupi Zanetti, Juampi Sorín, Fernando Gago o Maxi Rodríguez - por ejemplo - no tuvieron equivalencia en cuanto a sus sustitutos naturales por una cuestión generacional. Hoy día, el presente del volante central de Boca Juniors anima a pensar en otra posibilidad de convocatoria, pero lo cierto es que las varas con las que puede medirse a los Ever Banega, Ángel Di María o Guido Pizarro en este momento pasan por la irregularidad y la falta de justeza en las instancias clave.

Leo está obligado a lo que menos quiere: la omnipresencia. En esos detalles se marca claramente la diferencia de jerarquía entre un crack y un gran o buen futbolista. No se ganan cinco Balón de Oro así porque sí ni se baten récord tras récord en la liga española o la Champions League. Para los detractores que el Diez tiene en la Argentina vale señalar cómo le fue al equipo cuando la estrella del FC Barcelona estuvo ausente. Incluso, en el ámbito del juego: hasta debe retroceder 20 o 30 metros de su posición habitual para conectarse con la pelota y desde allí empezar a cubrir las falencias de creación del juego colectivo, tarea que en la teoría les compete a otros. Solo no puede ni debe. Lo hace porque su temperamento le pide que participe de la elaboración del armado tanto como de su resolución. Mucho para una única persona. Muchísimo.

Para Sampaoli se viene una prueba de las que pueden considerarse una bisagra. La obligación de ganar no puede minimizarse. Un paso en falso puede significar la eliminación de Russia 2018, máxime si los resultados positivos acompañan a los demás competidores. Ya en los pasillos del Monumental circuló un secreto a voces y que se refería a la incomodidad de Messi con el sistema de línea tres defensiva que aplicó el seleccionado argentino. La palabra de Leo - se sabe - tiene un efecto tan potente que ni siquiera se cuestiona. Hasta lo supo en carne propia Alejandro Sabella tras el 2-1 inicial a Bosnia, cuando al día siguiente el capitán se presentó ante los enviados especiales e hizo un referencia táctica de peso. El ahora entrenador de la Selección tiene un diálogo fluído con el astro y todo indica que habrá un sondeo entre los dos para intercambiar miradas en torno al planteo contra Perú.

Se vienen tres semanas que pueden marcar el presente y futuro inmediato del fúbol argentino a nivel de selecciones. Paradójicamente, se eligió el estadio xeneize para esta prueba definitoria. El mismo escenario en el que se perdió la eliminatoria en 1969 aparece ahora como el escenario de la puesta a punto de una esperanza mundialista. Y será triunfo o derrota, sin término medio. Y Argentina deberá estar a la altura de su historia. Si no lo hace...será demasiado tarde para lágrimas. 

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