El seleccionado argentino dirigido por Jorge Sampaoli consiguió mucho más que un ajustado y hasta deslucido triunfo frente a Brasil, al realizar en el primer tiempo una declaración de principios que ilusiona de cara al futuro.
Suele demandar tiempo y trabajo que un equipo tenga la impronta que quiere su entrenador, pero el seleccionado de Sampaoli lo consiguió en el primer tiempo frente a Brasil, asumiendo riesgos para intentar salir jugando desde el fondo y presionando rápidamente cuando perdía la pelota.
Con una marcada línea de tres en el fondo y José Luis Gómez obligado a un largo recorrido sobre el sector derecho, el equipo argentino fue agresivo para recuperar e intentó cuidar el balón con transiciones seguras hasta encontrar los espacios que permitiesen acelerar y herir a Brasil.
Es verdad que salió solo por momentos y también que la defensa sufrió cada vez que Brasil logró desactivar la presión con una descarga de espaldas, encontrando futbolistas lanzados en velocidad, pero esas intenciones son un bálsamo en un equipo que hasta hace muy poco se mostraba anquilosado.
La fluidez ofensiva llegará con el tiempo, sobre todo si los futbolistas sostienen ese compromiso para ofrecerle siempre una opción de pase al compañero. Ni Messi ni Dybala pudieron darle el volumen de juego que el entrenador esperaba, pero seguro que eso es lo que menos preocupa al casildense, que confía en que un buen trabajo colectivo potenciará a sus cracks.
El segundo tiempo será recordado solo porque sirvió para que futbolistas como Tagliafico, Guido Rodríguez, Lanzini y Joaquín Correa hagan su presentación. El primer gran desafío de Sampaoli será la visita a Uruguay el 31 de agosto y el entrenador deberá decidir si asume el riesgo en el siempre difícil Centenario. El seleccionado dio, con luces y sombras, una declaración de principios, ante un Brasil que no tuvo a sus máximas figuras pero es acaso el equipo más peligroso del mundo. Asumir el riesgo en Uruguay bien vale la pena.
Y Sampaoli puede que siga siendo un personaje más o menos lejano o misterioso para el futbolero medio argentino, pero ha calado hondo en buena parte de la prensa especializada. Sea por confirmación (porque ya les generaba admiración), sea por revelación, se ha desatado una verdadera algazara entre un buen número de menottianos, bielsistas, guardiolistas y otras variantes de la devoción por el fútbol “ofensivo”, el de la “propuesta generosa”, el “conceptual”, el “moderno”, y acaso, por qué no, “el que le gusta a la gente”.