Salvemos la vida

Salvemos la vida

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Una nota publicada por este diario durante la semana decía, con tipografía normal, aunque debería  haber sido escrita con "cuerpo de catástrofe": "La población mundial de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles disminuyó un 58 por ciento en los últimos 40 años por la pérdida de hábitat y la degradación de los recursos naturales. Informe de la  Organización Mundial de la Conservación (WWF, por sus siglas en inglés)".

"La vida silvestre está desapareciendo a un ritmo sin precedentes", advirtió en ese sentido Marco Lambertini, director general de WWF.

Afirmó que estamos atravesando el "el Antropoceno", una era caracterizada por el impacto global de la acción humana sobre el ecosistema y que "puede desencadenar una sexta extinción". Siguió diciendo: "ya sobrepasamos cuatro de los nueve límites planetarios: el cambio climático, la integridad de la biósfera (incluye pérdida de biodiversidad), el uso de la tierra (conversión de bosques para agricultura) y los flujos biogeoquímicos (por ejemplo, fósforo y nitrógeno)", lo que "hace difícil la supervivencia humana en el planeta". “Ya no hay tiempo para discutir de quién es la culpa, porque gran parte de la vida se está perdiendo”.

¿Qué tal si aceptamos el desafío y hacemos de Mendoza una provincia libre de contaminación, de depredación, de extinción, de genocidio? Tal vez tengamos menos tecnología y menos adelantos que la modernidad ofrece (y ofrecerá con creces) pero podemos vivir más simplemente, más puramente, con mucha más vida que la vida a la que estamos yendo, indefectiblemente.

Cuidemos el agua, cuidemos las especies autóctonas, cuidemos el verde, cuidemos el aire, cuidemos la tierra. Podemos hacerlo. Somos descendientes de la gente que pudo transformar el desierto en un vergel y salvar la vida con más vida.

Hagamos que el pichi ciego que siga siendo ciego pero no muerto, cuidemos del zorro colorado que debe tener ese color por la vergüenza que le provocamos.

Saquémonos de encima ese cielo marrón que respiramos. Privémonos de avances tecnológicos y bienestar enlatado y sigamos, simplemente, viviendo, con las condiciones que nos procuró la vida.

Sumemos energía eólica aunque no sople viento. Sigamos estudiando el mejor aprovechamiento de las aguas.

No hay provincia en el país que tenga más historia que nosotros en sy domesticación y su buen aprovechamiento. Hagamos que las acequias vuelvan a regar y no a ensuciar.

El petróleo ya está con nosotros, va a ser difícil evitar que nos perforen, pero seamos estrictos en las normas que regulan la extracción y sumamente estricto en los controles. Ni una parcela contaminada con sus productos y sus derivados. Ni una sola gota de agua a cambio de toneladas de oro.

A lo mejor, dentro de algunos años, cuando todo el planeta llore, con lágrimas irreparables, lo que el hombre le ha hecho, nosotros podamos decir: “Aquí, en Mendoza, hay un territorio virgen de mugre, de naturicidio, donde se puede vivir en plenitud, rodeado con las cosas simples pero maravillosas de la vida. Aquí, en esa parte del poto del mundo hay un lugar que  se mantiene puro, intacto, es un reducto de naturaleza, todo está como era entonces o mejor que entonces”.

Tal vez será renunciar a adelantos que la ciencia y la tecnología ofrece, pero a cambio de vivir en una tierra donde la vida se respete hasta en su menor consigna. Al menos pensémoslo. Todavía  estamos a tiempo, pero es cada vez más chico el todavía.

Sé que muchos dirán: este Sosa es un idealista. Los chinos tienen un refrán: “Cuando los idealistas señalan las estrellas, los necios miran el dedo”.

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