Salvaguardar las instituciones

Frente a las crisis, la sociedad y en particular sus dirigencias, se repliegan en posturas individualistas o corporativas.

Salvaguardar las instituciones
Salvaguardar las instituciones

La Argentina viene caminando un terreno tumultuoso después del resultado de la PASO.

El Gobierno actual había cometido varios errores de política fiscal y monetaria y había quedado muy expuesto y debilitado cuando, a partir de un suceso en EEUU el país se quedó sin crédito y se debió recurrir al Fondo Monetario Internacional.

Y aunque el resultado de las primarias puso al descubierto las malas expectativas que había entre los operadores económicos acerca de las políticas del kirchnerismo, también expuso los niveles de debilidad adquiridos por diversos errores cometidos por la actual administración.

Lo real es que, en este escenario, los argentinos volvieron a refugiarse en ‘dólares debajo del colchón’ o sacándolos del país por la desconfianza de que se repitan atropellos a la propiedad privada.

Estas crisis ponen de manifiesto reacciones individualistas de un sector (el de mayores ingresos, con capacidad de ahorro) que terminan impactando en el resto de la sociedad.

Parece que los niveles de división a los que ha llegado la sociedad argentina (algunos lo llaman grieta) es de tal profundidad que se ha perdido la noción de lo que es una Nación. Concepto que hace referencia a un conjunto de personas que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, que tienen conciencia de pertenecer a una misma comunidad, hablan el mismo idioma,  comparten territorio y un ideal de futuro común.

Esta división ha sido profundizada en el tiempo por las clases dirigentes de modo tal que se fue generando un modelo social corporativista, un escenario de intereses contrapuestos donde los beneficios de algunos sectores se consiguen a expensas de los otros.

El mayor problema es que estas divisiones se han consolidado en el sistema institucional a través de leyes u otras normas que claramente violan la letra y el espíritu de la Constitución Nacional que es, jurídicamente, el contrato bajo el cual todos debemos vivir en el territorio en condiciones de igualdad ante la ley.

Los marcados conflictos sociales, alimentados por estructuras diversas que son financiadas por el Estado de diversas maneras, es una forma nociva de encontrar puntos de unificación pero que revela la carencia de liderazgos que busquen la unidad, mientras  lucran con las divisiones Y todo esto se ve consolidado en un enjambre de normas que intoxican el sistema institucional.

Los problemas parecen haber superado el sesgo ideológico, a pesar que algunos agiten banderas del socialismo para oponerse al modelo liberal de la Constitución y encuentran terreno fértil en los problemas de pobreza estructural que se han sostenido y aumentado en los últimos 40 años. Es que nadie se quiere hacer cargo de la pobreza, ni  la misma sociedad ni los políticos que han generado normativas ruinosas que alimentaron en diversas ocasiones un combate contra el sistema productivo a través de impuestos, normas y regulaciones que no estimulan ningún tipo de inversión genuina.

Hoy la demanda social está desarticulada. Cada uno pide para sí mismo y de ser necesario, en contra de los demás. No hay una demanda colectiva por el bienestar general ni ofertas de los políticos para revertir este cuadro de situación.

El tránsito para superar este panorama será complejo pero debería basarse en el rescate de las instituciones, especialmente la Constitución, que algunos quieren cambiar, y el sistema republicano. Además, si bien hay que atender condiciones urgentes de pobreza, también debe tener vigencia la máxima austeridad para bajar impuestos distorsivos que permitan recuperar el sistema productivo. Sobre la base de un objetivo común acordado, con madurez, por todos los sectores representativos de la sociedad.

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