Una saludable invitación a la convivencia en el disenso

En recientes declaraciones a un diario de España, durante una visita oficial a ese país, el presidente de Uruguay se refirió a la democracia en América Latina y dejó fuertes reflexiones sobre la necesaria convivencia entre quienes están en el poder y la o

Una saludable invitación a la convivencia en el disenso

Sin dejar de lado sus convicciones políticas, José Mujica dijo que se deben compatibilizar con la democracia en esta parte del mundo lo que él definió “transformaciones socializantes”. Y fue allí cuando enfatizó en que los gobiernos deben aprender a convivir con quienes son sus opositores circunstanciales.

Mujica habló en contra de los personalismos y con nombre y apellido mencionó a quienes desde su punto de vista pecan políticamente por caer en la tentación de las reelecciones y el caudillismo. Puso en esa categoría al fallecido Hugo Chávez,  Rafael Correa, Evo Morales y hasta al ex presidente colombiano Álvaro Uribe.

Y fue tajante al referirse a la primera mandataria argentina: “Aún está por verse”, opinó cuando se le consultó si Cristina Fernández de Kirchner se sumaría a esa lista de amantes del reeleccionismo. En cambio, tuvo elogios hacia el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, por su “liderazgo natural “ en la región y porque “no se aferra a él, sabe que tienen que sucederlo”.

Es muy significativa la reflexión de este veterano político sudamericano, que en su juventud fue integrante de la guerrilla de izquierdas. Su adaptación a los tiempos, ya habitual durante su mandato presidencial, se fortalece cuando se refiere al modelo socialista que ha pretendido imponer en los últimos años el chavismo en Venezuela. “Una izquierda que quiere ser democrática tiene que acostumbrarse a vivir con la oposición. Las transformaciones socializantes no pueden ir contra la democracia”, sentenció.

La visión de este presidente es coincidente con la del grueso de la dirigencia política de varios países vecinos de la Argentina, que han advertido que la credibilidad de la ciudadanía en sus representantes se sustenta en la garantía de continuidad de las acciones del Estado, siempre por encima de personalismos o de rótulos de determinado partido.

Chile, Brasil y Uruguay son claros ejemplos en tal sentido. Y, por otra parte, esa seriedad en el abordaje de la responsabilidad para conducir un país se traduce, fundamentalmente, en la confiabilidad que el mismo genera en el concierto de las naciones. La integración de unos países y el aislamiento de otros, entre los cuales podemos incluir a la Argentina, son el resultado del nivel de calidad institucional que ofrecen.

Mujica, identificado con la esencia del proyecto venezolano en el poder durante tantos años, alertó sobre la inevitable tensión en la sociedad de ese país que significa avanzar con el modelo sin reparar en las consecuencias. Algo que perfectamente es aplicable en la Argentina, donde el kirchnerismo gobernante llega al extremo de enfrentar a la sociedad en todos sus ámbitos por el hecho de considerar a quienes no comparten sus ideas, enemigos, traidores o lisa y llanamente partícipes de una elite destituyente.

Lo que parece no querer advertirse aquí por parte del Gobierno, es que una situación tan forzada lleva inevitablemente a una tajante división de la ciudadanía, como ocurre en Venezuela, no basada en el saludable disenso democrático que conduce a la más importante aún alternancia en el ejercicio del poder, sino a un escenario de confrontación permanente sin ningún rédito ni para representantes ni para representados.

Es de esperar que saludables opiniones como las que brindó el presidente Mujica hagan reflexionar a nuestras autoridades y a la dirigencia política argentina en general en este crucial año electoral. Lamentablemente, hoy la principal preocupación de los argentinos, y tal vez su casi único tema de debate, pasa por los plazos de un modelo político hegemónico al que mucho le cuesta abrirle la puerta al diálogo.

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