La fiebre se debe a un fenómeno fisiológico auto controlado donde se produce un aumento de la temperatura corporal y se acompaña de otros síntomas como mejillas enrojecidas, ojos vidriosos, decaimiento o irritabilidad, escalofríos o sensación de frío. A pesar de que es fácil reconocer la fiebre de los hijos, lo más objetivo es medir la temperatura con un termómetro digital, y considerar que a partir de los 38 grados centígrados se considera que un niño o niña tiene fiebre.
La fiebre en sí no es mala para la salud, se trata de un síntoma que acompaña en general un proceso infeccioso y beneficia el curso de la enfermedad, mejorando la respuesta inmunitaria. Las causas más frecuentes son las infecciones respiratorias y gastrointestinales, causadas por virus y menos frecuentemente por bacterias.
¿Cómo se debe actuar ante la fiebre?
Lo más importante frente a la fiebre es establecer si la causa se debe a una infección grave, generalmente bacteriana. Los pediatras evalúan cada caso con el fin de establecer si existe riesgo de enfermedad grave y arribar a un diagnóstico; también cumplen una función educativa con las familias sobre el manejo de la fiebre.
Se debe acudir a la consulta médica si el bebé es menor de 3 meses, tiene menos de 3 años y presenta temperatura mayor a 39°C o más de 48 hs de fiebre, dificultad para respirar, irritabilidad o somnolencia, vómitos abundantes, dolor abdominal, convulsiones, rigidez en el cuello, manchas rojas en la piel, enfermedad reciente o viaje al exterior reciente y también si no está correctamente vacunado.
Es probable que la enfermedad no sea grave si el niño o la niña sigue interesado en jugar, está alerta y sonríe, toma líquidos, duerme bien y tiene buen aspecto cuando le baja la temperatura.
Otro tema de preocupación en los cuidadores son las convulsiones febriles, que ocurren en niños sanos, generalmente entre los 6 meses a 5 años, con una frecuencia baja, del 2 al 5%. Si bien convulsión febril en un hijo puede ser aterrador, suelen ser inofensivas, duran pocos minutos y, por lo general, no son signos de un problema grave de salud. A pesar de la naturaleza benigna en la mayoría de los casos, se debe consultar inmediatamente al servicio de salud.
¿Existe alguna forma de prevenir las infecciones y así, los cuadros febriles?
La mayoría de las infecciones son contagiosas, y ocurren por diferentes vías de transmisión entre las personas o de animales a humanos.
Las recomendaciones para prevenir las infecciones de transmisión respiratoria son: lavado de manos, evitar el contacto con personas enfermas, ventilar los ambientes, no fumar y evitar el humo; así como también amamantar a los más pequeños.
Para las infecciones transmitidas por alimentos es importante mantener la higiene al cocinar, separar los alimentos crudos de los cocidos, cocción adecuada, usar agua y alimentos seguros.
Para las infecciones transmitidas por mosquitos, como el Dengue, es importante evitar las picaduras con el uso de repelente adecuado, usar ropa clara, colocar mosquiteros en la vivienda, así como también realizar acciones de control y eliminación de todos los recipientes que acumulan y puedan acumular agua en las casas que son los lugares de criaderos de los mosquitos.
“La mayoría de los cuadros febriles son por infecciones virales, benignas y autolimitadas. Es importante identificar signos de gravedad para acudir a la consulta médica. Poner en práctica medidas preventivas, hábitos saludables y cumplir con el calendario de vacunación son esenciales para reducir las enfermedades infecciosas”, concluye la Dra. Vanesa Edelvais Castellano (MN 111169), Médica Especialista en Pediatría, Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y Fundación Vacunar.
En muchas ocasiones, y a pesar de cumplir con las recomendaciones generales, no es posible evitar el contagio. Existen medidas de prevención específicas mucho más efectivas como las inmunizaciones. Cumplir con el calendario de vacunación reduce tanto el riesgo de enfermar como el contagio de enfermedades potencialmente graves. La salud del bebé inicia con la vacunación materna que lo protegerá de infecciones en los primeros meses de vida. La vacunación del primer y segundo año de vida evita enfermedades virales y bacterianas que son las de mayor gravedad.