“En ocasiones las CPHs sufren alteraciones que provocan enfermedades oncohematológicas. También puede ocurrir que esas células estén dañadas por una enfermedad o por tratamientos oncológicos como una quimioterapia. Para estas situaciones, el trasplante es una opción que se realiza en orden de regenerar nuevas células sanguíneas (sanas)”, explica el Dr. Sergio Specterman, a cargo de la Sección de Oncología Clínica del Hospital Italiano y miembro del equipo de la Fundación Tiempo de Vivir.
En ocasiones necesarias, como por ejemplo, cuando se sabe que el paciente recibirá dosis de quimioterapia, se preservan previamente las CPH de esa persona para luego volver a infundírselas, a fin de generar una nueva médula ósea eliminada por el tratamiento oncológico y sobrepasar la toxicidad en sangre provocada por el tratamiento. Incluso, si las CPH se encontrarán ya dañadas por una quimioterapia, éstas se pueden obtener de otra persona mediante un trasplante.
Este trasplante de “células madre hematopoyéticas (CPH)” se realiza tanto en menores como en adultos. Cuando se trata de casos oncológicos, suelen aplicarse trasplantes del mismo paciente (autólogo) y en los casos hematológicos, suelen aplicarse trasplantes de un donante compatible (heterolo). Ejemplos: personas que padecen leucemias, linfomas, mielomas, aplasias medulares, tumores de testículo y el sarcoma de Ewing.
“La CPH que se recolectan se pueden criopreservar para ser utilizadas planificadamente. Tiempo atrás, la obtención de células madre implicaba procedimientos más complejos, y hoy en día esta práctica es simple (similar a la donación de sangre) y se realiza ambulatoriamente y si efectos secundarios para las personas” concluye Specterman.
*El autor es miembro de Oncología Clínica, Hospital Italiano de Buenos Aires - MN 80550