De acuerdo con la Encuesta de la Deuda Social Argentina 2021, a octubre de este año, el 19% de la población urbana había tenido Covid-19 y el 1% había estado internado en un centro asistencial de salud. Según grupos de edad, la información de haber padecido Covid-19 es de 23% en los adultos de 18 a 59 años, en tanto que la declaración decae al 13% en los menores de edad y alrededor del 10% en las personas mayores. No se observan diferencias respecto a la prevalencia de haber padecido SARS-COV-19 según sexo. La internación registró mayor prevalencia en el grupo de 60 a 74 años.
Según diferencias socioeconómicas, en los estratos socio-ocupacionales medios la prevalencia de haber contraído el virus alcanzó al 22%, en tanto que registró ser levemente menor en los encuestados de estrato bajo integrado (19%) y mucho menor en las personas de estrato bajo marginal (13%). Esto debido a una mayor concentración en este grupo de menos de edad y de jóvenes, con menor prevalencia a contraer el virus.
Al mismo tiempo, de acuerdo con los datos relevados por la Encuesta de la Deuda Social Argentina 2021, para la población de 18 años y más, un 45,8% de la población urbana tenía en octubre de este año una dosis de la vacuna, un 37,8% tenía dos dosis y un 16,3% todavía no se había vacunado. Pero el nivel de vacunación contra el Covid-19 difiere según la vulnerabilidad socio-ocupacional de los hogares: más de la mitad de quienes pertenecen al estrato medio profesional obtuvieron dos dosis, mientras que tres de cada diez personas del estrato bajo marginal lograron esa condición. La ausencia total de vacunación sigue igual tendencia. El déficit absoluto de vacunación aumenta según la posición socio-ocupacional del hogar: afecta al 12,5% del estrato medio no profesional, al 14,8% de los sectores medios no profesionales, al 15,4% de las clases medias bajas y al 23,6% del estrato bajo marginal.
Al momento de realizarse la encuesta, el grupo de edad que había obtenido una mayor tasa de vacunación con dos dosis correspondía a las personas mayores, considerado como grupo de riesgo, mientras que el grupo de 18 a 34 años incluía la mayor cantidad de personas sin vacunar.
Por otro lado, casi un 60% de las personas encuestadas afirmó tener miedo al contagio de Covid-19. En el AMBA, se observa menor temor que en otros conglomerados urbanos como Córdoba o Rosario. En tanto el 35% de las mujeres dijo tener miedo al contagio frente a un 26% de varones que respondió de la misma forma. El nivel de miedo ante el contagio aumenta según la edad: la mitad de los jóvenes de 18 a 34 años no tuvieron miedo a contagiarse, contra un 45% de las personas mayores de 60 años que dijeron tener miedo siempre o muchas veces. La mitad de las personas que no habían recibido la vacuna dijeron no tener miedo a contagiarse. Adicionalmente, la mayoría de las personas que no se han vacunado tampoco han realizado un chequeo médico en el último año.
En términos de características socioeconómicas, laborales y educativas, el 39% de las personas en hogares del estrato bajo marginal y el 32% de las personas del estrato bajo integrado afirmaron haber tenido siempre o muchas veces miedo a contagiarse en el último mes. El 27% de quienes pertenecen a los estratos medio profesional y medio no profesional señalaron haber tenido siempre o muchas veces miedo a contagiarse en el último mes. La mitad de las personas de estos estratos dicen no haber tenido miedo a contagiarse nunca o pocas veces en el mes previo.
La encuesta también midió el malestar psicológico según el miedo al contagio. Los perfiles de recursos psicosociales -como son el afrontamiento negativo al estrés, la creencia de control externo, el malestar psicológico y el sentimiento de infelicidad, así como las dificultades en el sueño- se asocian con el miedo al virus. Dos de cada diez personas que dijeron tener siempre o muchas veces miedo a contagiarse en el último mes, refirieron una mala calidad de sueño, en comparación con el 13% de las personas que no tuvieron miedo a contagiarse.
Por último, el apoyo social estructural demuestra ser un factor relevante al abordar la prevención contra el Covid-19 ya que, a mayor apoyo social (relaciones familiares o interpersonales), se registra mayor respuesta positiva a la vacunación en la población adulta, en especial en el grupo de personas mayores que son quienes tienen mayor miedo al contagio en comparación con la población general.