Junto con la cirugía metabólico-bariátrica se producen una serie de modificaciones biológicas en el organismo del paciente que favorecen el descenso de peso y la saciedad: el tamaño gástrico, las hormonas digestivas, las hormonas de la saciedad y del hambre, los ácidos biliares, y la microbiota experimentan cambios. Sin embargo, los hábitos de vida no se cambian en la sala de cirugía. De ahí la importancia del acompañamiento del paciente por parte de un equipo multidisciplinario, que además ayudará a despejar temores, interrogantes y falsas creencias en torno a este procedimiento.
Uno de los mitos más extendidos vinculados con el tratamiento quirúrgico de la obesidad es la idea de que luego de la cirugía la persona no podrá volver a comer ni disfrutar de las comidas. Consultada al respecto, la doctora Marianela Aguirre Ackermann, médica especialista en Medicina Interna y Nutrición, mágister en Diabetes y coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), detalló: “Es importante tener en cuenta cuáles son los objetivos que tenemos con la cirugía bariátrica, que no tienen que ver con llegar a un determinado peso sino con la disminución del peso y del exceso de masa grasa, la resolución o mejoría de las enfermedades asociadas a la obesidad, el aumento de la expectativa de vida y la mejoría en la calidad de vida”.
En ese sentido, explicó que más allá de la preparación específica para una cirugía de este tipo, mediante la cual se busca descender entre un 8 y 10% del peso previo a la operación, también se trabaja para mejorar las características de la alimentación en cuanto a la distribución, la selección de los alimentos, la masticación y la duración de cada comida.
“Como el objetivo central es que el paciente llegue en buenas condiciones clínicas y nutricionales a la cirugía, evitamos las dietas extremas y carentes en nutrientes”, remarcó la experta, para luego añadir: “La alimentación recomendada es baja en calorías pero rica en nutrientes. Utilizamos muchas veces suplementos nutricionales porque en la evaluación son detectados de manera muy frecuente déficits nutricionales antes de la cirugía, ya que la obesidad si bien es una enfermedad con exceso de calorías, es muy habitual que por diferentes motivos haya déficits nutricionales de vitamina D, vitamina B12, o anemia”.
Respecto de las características de la alimentación inmediatamente después de la cirugía, Aguirre Ackermann enfatizó que se trata de un plan alimentario progresivo, en el cual el paciente irá atravesando distintas etapas post quirúrgicas con el acompañamiento del equipo médico-nutricional.
“En estas etapas se procurará la mejor adaptación del paciente a la cirugía, cubrir las necesidades nutricionales y que el plan alimentario sea la base de un nuevo estilo de vida saludable, equilibrado y a la vez placentero”, afirmó.
“Hay mitos como que después de la cirugía va a comer siempre papilla. Esta creencia es muy común y es importante desmitificarla. El plan alimentario es progresivo y se inicia con una prueba de tolerancia oral, con agua, en las primeras 24 horas, como ocurre con cualquier cirugía. Luego, se continua con líquidos claros. El ritmo de la progresión va a depender de la tolerancia individual de cada paciente. En la última etapa -aproximadamente a las 4-6 semanas de la cirugía- se indica una alimentación completa y variada y el paciente va a sentarse a la mesa a consumir lo mismo que come su familia pero en menores cantidades, porque la idea es que la mejoría de hábitos se haga en todo el grupo familiar. Esto es lo que más ayuda a sostener los cambios a largo plazo”, prosiguió la especialista.
A modo general, Aguirre Ackermann señaló que la alimentación posterior a la cirugía deberá tener en cuenta tres características: el volumen, la consistencia y las calorías.
“En cuanto al volumen, luego de la cirugía queda una capacidad gástrica con un volumen equivalente a una tacita de café. Entonces vamos trabajando con el paciente para que ingiera pequeñas porciones de alimentos (equivalente a 30 ml) y se van incrementando progresivamente hasta llegar a entre 150 y 250 ml, según la tolerancia y la técnica quirúrgica”, puntualizó.
Al referirse a las calorías, la nutricionista remarcó que una gran ventaja de la cirugía es que genera saciedad precoz. “El paciente se sacia, se siente pleno, con bajas cantidades porque el reservorio se llena rápidamente y por los cambios hormonales que produce la cirugía. Seguir un plan bajo en calorías, sin tener sensación de hambre y registrar esa saciedad, nos ayuda muchísimo con la pérdida de peso y es una de las principales herramientas”, precisó.
“El objetivo es lograr las metas de macronutrientes -proteínas, grasas e hidratos de carbono- y de micronutrientes con un plan hipocalórico que se va progresando a lo largo del seguimiento”, agregó.
Asimismo, mencionó que, en líneas generales, los estudios muestran que los pacientes consumen alrededor de 1.000 calorías a los cuatro meses de la cirugía, alrededor de 1.200 a los ocho meses y alrededor de 1.400 a 1.500 a los doce meses. “Es decir que van progresando en consistencia más rápidamente y en calorías de manera más progresiva”, aclaró Aguirre Ackermann, quien apuntó que, si bien con esa cantidad de calorías el paciente se sacia, no es suficiente para cubrir necesidades de nutrientes, por lo que se indican suplementos de vitaminas y minerales, independientemente de la técnica quirúrgica utilizada.
“De esta forma el paciente logra una importante pérdida de peso pero sin déficits nutricionales, lo que colabora a que se sienta bien, liviano pero con energía, y pueda seguir con sus actividades”, expresó.
Para finalizar, insistió en que son clave la información nutricional, el cambio de hábitos -no sólo aprendiendo qué comer sino cómo comer-, y la selección de alimentos, priorizando aquellos con más aporte de nutrientes para asegurar un aporte adecuado de todos los nutrientes esenciales.
“Con el equipo multidisciplinario buscamos que el paciente aprenda y elija un nuevo estilo de vida saludable, en el cual el seguimiento y los controles periódicos son fundamentales para prevenir o revertir cualquier reganancia de peso que se produzca tras el procedimiento”, concluyó.
*La autora (M.P. 2.887) es Médica Especialista en Medicina Interna y Nutrición. Magister en Diabetes. Miembro de la comisión de Comunicación de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO)