Un cigarrillo encendido libera al medio ambiente más de 4.000 tóxicos. El 15% de esos tóxicos son “carcinógenos”, que pueden generar lesiones malignas (neoplásicas) en el pulmón, la cavidad oral, el esófago, el páncreas, la vejiga, y los riñones, entre otros.
Los médicos especialistas en oncología clínica y colaboradores de la Fundación Tiempo de Vivir hacen visible que cada 31 de mayo se conmemora el Día Mundial sin Tabaco. Pero, además, la coyuntura actual por la pandemia del Covid-19 complica como muchas otras, como la enfermedad del tabaquismo.
No solamente se trata de comparar los índices de mortalidad entre ambas enfermedades (no debería sorprender que, a nivel anual, las muertes por causa del tabaquismo son mucho mayores a los fallecimientos por Covid-19); sino porque no se trata únicamente de la persona fumadora.
Como es sabido, en los ambientes cerrados, los efectos negativos sobre la salud humana los padecen al mismo nivel tanto el fumador como el sujeto no fumador. Otro dato, igual de grave, es la contaminación ambiental que produce el cigarrillo. Cada colilla de cigarrillo descartada contiene alquitrán. Una sola de ellas no solo puede contaminar hasta 50 litros de agua, sino que su degradación puede superar décadas.
A nivel deforestación, los factores se duplican. Por un lado, está comprobado que muchos incendios forestales fueron a causa de cigarrillos descartados (encendidos). Por otro lado, este producto se elabora en los “secaderos”, donde se utiliza la madera que fuera previamente desforestada.
Por todo esto, hoy es fundamental posicionar el mensaje: el cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo. Como médicos oncólogos clínicos, recuerdan la importancia de lograr una sociedad libre de humo, evitando así las consecuencias tanto en la salud como en el medio ambiente.