Si el nuevo programa de promoción del rugby en el penal Almafuerte, anunciado estos días, tiene éxito en generar nuevas conductas, incorporar valores y disciplina en los internos, hay una cosa que el futuro equipo de 15 jugadores no podrá hacer: jugar un partido contra un equipo de psicólogos que trabajen en el mismo penal.
¿La razón? Según el informe 2014-2015 de la Comisión Provincial de Prevención de la Tortura creada por Ley 8284, con 1.178 internos, el penal Almafuerte contaba entonces con -solamente- diez psicólogos (aparentemente sólo seis en 2016). Ni aún sumándoles los cuatro trabajadores sociales del penal (dos y un técnico en minoridad y familia en 2016) llegaríamos a los 15 jugadores mínimos requeridos para el rugby.
Así, si los profesionales psicólogos y trabajadores sociales (de ambos sexos) que se desempeñan en los penales mendocinos quisieran formar un equipo deportivo en cada penal, deberían pensar más en deportes como el vóley (6 jugadores), el fútbol 5 o, en la mayoría de los casos, el tenis (uno o dos jugadores).
Según el informe citado, y cuya información fue provista a la Comisión redactora por el mismo sistema penitenciario, la cantidad de psicólogos/as y trabajadores/as sociales por penal en 2015 era la siguiente: CP I, Boulogne Sur Mer, 961 internos, 7 psicólogos, 2 trabajadores sociales; CP II, San Felipe, 1.289 internos, 5 psicólogos, 4 trabajadores sociales; CP IV, San Rafael, 371 internos, 3 psicólogos, 1 trabajador social; U3 Mujeres, El Borbollón, 127 internas, 3 psicólogas, 1 trabajadora social.
Volviendo al rugby, según la información oficial, ya hay 20 internos de Almafuerte interesados en asistir a los entrenamientos semanales, de los que participarán profesores de educación física y jugadores voluntarios. Es difícil imaginar un entrenamiento en el que haya 481 jugadores y un solo entrenador, ¿295 por entrenador? ¿137? Pues bien, ésa era la relación interno/psicólogo o interno/trabajador social en los penales mendocinos en 2015.
Número de internos por psicólogo/a: 137 en Boulogne Sur Mer; 258 en San Felipe; 118 en Almafuerte (196 según datos 2016); 124 en San Rafael; 42 en El Borbollón.
La relación de trabajador/a social por interno era mucho peor (481, 322, 295, 371 y 64 respectivamente).
Con mucho menos apoyo y reconocimiento del que necesitan y merecen, los aproximadamente 41 profesionales psicólogos, trabajadores sociales y licenciados en niñez, adolescencia y familia que atienden a los casi 4.000 internos en los penales mendocinos deben dedicar una cantidad importante de su jornada de trabajo a tareas como la elaboración de informes y dictámenes.
Cuando pueden, se comprometen de lleno en el seguimiento, contención y tratamiento de casos individuales, terapias grupales y preparación para la libertad. Idealmente, deberían también involucrar y atender a las familias así como explorar vínculos con organizaciones de la comunidad relevantes al interno (municipios, escuelas, ONGs, iglesias, clubes y sindicatos, entre otros).
Tanto en el deporte como en el desarrollo humano, en la mayoría de los casos los logros importantes son el resultado, entre otros factores, del trabajo duro y la paciencia. Puede haber suerte, pero la mayoría de las veces no hay magia ni atajos. Ni en el deporte ni en el trabajo social y de promoción humana en cárceles. Junto al reconocimiento al trabajo silencioso de psicólogos y otros profesionales en nuestras cárceles, vaya una felicitación sincera a Carlos Oderigo, promotor de la idea del rugby en las cárceles, a su equipo y a los futuros “Espartanos” mendocinos.
Ojalá podamos felicitar en un futuro a las autoridades provinciales cuando se decidan a crear y a acompañar equipos que salgan a ganar en el área de salud mental y trabajo social en nuestro sistema penitenciario porque, lo que es hoy, no le ganamos a nadie.