Salta: entre el carreteo del carnaval y los grillos del campo

Salta: entre el carreteo del carnaval y los grillos del campo
Salta: entre el carreteo del carnaval y los grillos del campo

El último viaje a Salta fue muy distinto a los anteriores. Desde que mi hermana se mudó allá no había tenido la oportunidad de salir a conocer varias localidades que conforman los alrededores de la capital, ni tampoco disfrutar de los carreteos de los festejos del carnaval típicamente norteño, famoso por su poder para convertir por varios días a toda la provincia en una fiesta continua.

En realidad, el plan original fue trasladarme allá hacia finales de febrero con la intención de grabar cuatro canciones y hacerlo en una casa que mi cuñado se está construyendo en la localidad rural de El Encón, al suroeste de la capital.

Pero cuando nos instalamos, comenzó un temporal de lluvias que duró cuatro días. Los truenos y los vientos se filtraban en los micrófonos y cuando disminuía la tormenta, tampoco nos dejaba grabar el ruidoso silbato de los grillos. El último día salió el sol y pudimos recorrer los campos. Allí uno se tiene que pelear con una densa maleza selvática para llegar a sus arroyos espumosos y transparentes. Es un paseo donde te explota la naturaleza.

En aquella estadía también salí de ronda nocturna. Una noche, el grupo de amigos freak de mi hermana me llevó a una casa particular dentro de la Villa San Lorenzo -en el corazón de las yungas- a una "Fiesta Winco". Toda la música para bailar salía de un tocadiscos y la consigna era que los invitados se cayeran con vinilos de todas las épocas y estilos. Un "todo vale" desde lo romántico y lo tropical brasileño a lo folclórico y del rock a la balada pop. Fue inesperadamente muy divertido. San Lorenzo es como nuestro Chacras de Coria, ideal para una escapada de fin de semana.

Pero la frutilla del postre de aquellos 25 días de verano fue sin duda el carnavaleo. Hay muchas opciones de carpas capitalinas pero las mejores están en las afueras de la ciudad. Con mis amigos nos instalamos en lo que era un club social de barrio, con un tinglado metálico y una enorme barra y pista de baile.

En el escenario se alternan para tocar bandas de cuarteto, cumbia, folclore y covers desde las 3 de la tarde hasta las 5 de la madrugada todos los días que dura el Carnaval. Es muy pintoresco. Tenés que aparecerte con témperas, ropa de la más rotosa que te puedas conseguir y ganas de ensuciarte mucho con espuma, albahaca y harina, en sus manchas tradicionales.

El bautismo para las novatas es una especie de cachetón con una mano de témpera en la cara. Luego viene el baile que incluye subirse a cococho de un extraño, beber hasta desmayarse y compartir la pista con abuelitos con la caja de vino tetra, travestis y niños.

Al principio te podés sentir algo incómoda frente a tantas inhibiciones bizarras, pero cuando van pasando las horas el nivel de delirio de la fiesta es tan apabullante que comenzás a disfrutarlo. Te dejás llevar por él.

Entre tanta familiaridad, también hay mucho romance, muchos solteros y solteras buscando pareja de una noche. De allí la famosa frase "Soy hijo del Carnaval".  Sin embargo, en un momento es posible colapsar. De hecho con mi hermana nos escapamos del grupo de amigos, tomamos un colectivo de vuelta a casa, completamente agotadas.

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