Hasta hace dos décadas
se pensaba que la estructura del cerebro permanecía fija una vez que el individuo alcanzaba la adultez
: es decir, que resultaba imposible crear nuevas células, modificar la forma de las células existentes o desarrollar cualquier otro cambio físico en nuestra mente una vez superada la adolescencia. Sin embargo desde hace varios años los estudios neurológicos han demostrado que el cerebro mantiene cierta plasticidad, una capacidad le permite cambiar su forma a lo largo de las diferentes etapas de la vida del ser humano.
Diversas investigaciones han permitido concluir que
la actividad física puede remodelar el cerebro
al estimular la creación de nuevas células cerebrales e inducir otros cambios. Un reporte publicado recientemente explica que la inactividad, o vida sedentaria, también tiene un gran impacto, modificando la forma de ciertas neuronas, afectando al cerebro y, eventualmente, al corazón.
Los descubrimientos difundidos permiten entender cómo, a nivel celular,
la falta de actividad física eleva el riesgo de sufrir ataques cardíacos.
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