Sabella, entre Gandhi, Perón y la militancia setentista

Más allá de su perfil bajo y de poca exposición pública, el DT de la Selección tiene una formación política e intelectual que lo convierte en una persona comprometida con la realidad social.

Sabella, entre Gandhi, Perón y la militancia setentista
Sabella, entre Gandhi, Perón y la militancia setentista

Tras la gran meta cumplida con la obtención de la Copa Libertadores 2009, en el Mineirao, frente al Cruzeiro, en el partido de vuelta por la revancha finalista, los festejos en La Plata se potenciaron durante varios días. En el retorno de la delegación de Estudiantes, ya en el Palacio Comunal de la ciudad de las diagonales, los dos máximos referentes a la hora de dirigirse a la multitud fueron Juan Sebastián Verón, sin dudas la leyenda viviente que encarna los valores más ponderados de la épica “pincharrata”, y Alejandro Sabella, el conductor grupal que había logrado meterse en el corazón del hincha. Los respectivos discursos frente a los simpatizantes crecieron desde el mismo origen, pero lo llamativo fue que la alocución del entrenador estuvo teñida de un matiz político que rompió el metro patrón común del estereotipo pasatista futbolero.

Sabella parafraseó a Juan Domingo Perón adaptando una frase característica de su sello: “Siento en mis oídos la más maravillosa música, que es la voz de la gente de Estudiantes”, soltó. Si algo faltaba para completar la escena, fue la referencia al monólogo de Raúl Alfonsín, en Plaza de Mayo, durante Semana Santa del ’87, cuando el DT, también a modo de paráfrasis, lanzó: “La ciudad está en orden”. De ninguna manera pasaron inadvertidas tamañas expresiones. Amplificadas por la prensa, la resonancia fue gigantesca. El propio director técnico se sintió forzado a dar sus aclaraciones aún cuando nadie se las había pedido. “Me dejé llevar por la emoción y el exabrupto; pido disculpas por si alguien se pudo haber sentido ofendido”, dijo al día siguiente.

¿Una aparición inesperada del inconsciente, quizás, a modo de dejá vu? ¿Una adaptación meditada y puesta en práctica con pleno convencimiento de su efecto, a lo mejor? Las dos posibilidades son pertinentes, pero en sendos casos remiten a la formación política que trae el director técnico desde su adolescencia, forjada entre el Mayo francés, el Cordobazo, Puerta de Hierro, el Che, Vietnam y el “Give peace a chance” de Lennon, como hechos referenciales del pasaje entre los ’60 y el ingreso a los ’70. Épocas en las cuales el veinteañero Alejandro cursaba sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, a la cual concurrió entre 1973 y 1974, justo en la transición entre el egreso de los períodos de facto y el retorno a las urnas. “Cámpora al gobierno, Perón al poder” se leía en los frentes pintados de las casas.

La familia Sabella habitaba una vivienda ubicada en Barrio Norte, una de las zonas de la Ciudad de Buenos Aires donde mejor se expresa la dualidad de pensamientos, hábitos y costumbres. Históricamente vinculada a los sectores de poder adquisitivo medio alto y alto, con un alto porcentaje de hogares poblados por profesionales, comerciantes y ejecutivos, el entorno socio cultural marcaba la identidad barrial. El matrimonio formado entre un ingeniero agrónomo, ya fallecido, y una docente, guió a su hijo Alejandro a través de puentes construidos con la razón, el debate y la discusión de ideas. El niño, al volver del colegio primario, se deslumbraba con el fútbol y participaba de los juegos entre amigos en un callejón en el que aún podía rodar una pelota. A los 7 años, participaba de la escuelita del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA). Ya de adolescente, River Plate lo fue horneando en sus divisiones inferiores.

En su salto al profesionalismo, Sabella debió optar entre sus estudios de tercer grado y el fútbol, y en éste se quedó. Jamás ocultó sus preferencias desde el punto de vista ideológico. Supo responderle al periodismo que un cuadro con la imagen de Perón y ejemplares de la publicación “El Descamisado”, vinculada con Montoneros, adornaban su pieza. De adulto, tampoco negó su admiración por “Chacho” Álvarez, el indudable referente barrial del peronismo a través de la unidad básica “Libertadores de América”. Su interés por la lectura de temas históricos y políticos siempre fue de la mano con su atracción por los documentales y las series de la misma temática. Las dos hijas de su primer matrimonio son profesionales; de su actual vínculo de pareja nacieron dos descendientes: una, bailarina del ballet de Iñaki Urlezaga; el otro, aún en su ciclo formativo de estudio.

Futbolista de clase, estratega con visión de juego y talentoso como buen zurdo con la número 10, “Pachorra”, apodo que se ganó tras su llegada a Primera, encontró un techo en el “Beto” Alonso, la estrella principal de un River que, con Ángel Labruna como conductor, quebró en 1975 una serie de 18 años sin títulos. Ya resignado a ser suplente del ídolo máximo de los “millonarios” en esos tiempos, aceptó la oferta de un empresario que le propuso llevarlo al fútbol inglés luego del éxito que habían alcanzado Osvaldo Ardiles y Julio Ricardo Villa en el Tottenham; el emisario había viajado a la Argentina porque le habían recomendado a un jovencito que despuntaba en Argentinos Juniors y la selección juvenil, ni más ni menos que Maradona; Diego no aceptó pero el también apodado “Mago” sí.

En suelo británico, Sabella brilló en Sheffield United y Leeds, dos formaciones destacadas de la época. Después, retornó a suelo americano y vistió las camisetas de Gremio (Brasil) e Irapuato (México). En el regreso a la Argentina encontró su lugar en el mundo con Estudiantes en el ciclo exitoso de Carlos Bilardo que le permitió ganar dos títulos; el mediocampo se completaba con los creativos Marcelo Trobbiani y el mendocino “Bocha” Ponce junto al regulador de juego Miguel Russo.

La continuidad de su carrera futbolística se proyectó en la etapa actual, la de entrenador. Elegido por Daniel Passarella como ayudante de campo, el papel que le cupo excedió al de simple colaborador para convertirse en un analista de reputación. Los informes sobre las cualidades de rivales a enfrentar, con profusión de detalles e información actualizada, caracterizaban sus tareas. Con el “Kaiser”, quien ya lo conocía como compañero en el plantel de River, trabajó en la Selección (Mundial’98), Parma, el seleccionado de Uruguay, Monterrey y Corinthians. Hasta que pegó el salto y se independizó, con éxito inmediato: condujo a Estudiantes para ganar la Libertadores 2009 y el Apertura 2010. Un año después, Julio Grondona lo designó al frente de la albiceleste luego de la frustrada experiencia con Sergio Batista tras la Copa América 2011.

Fiel a su costumbre de dar citas de grandes protagonistas de la historia, Sabella eligió una frase de Mahatma Gandhi en el momento de asumir en la Selección Nacional. Durante la conferencia de prensa inicial,  expresó: "Ya lo decía Gandhi: el día que perdamos la humildad estaremos poniendo un ladrillo para la creación del edificio de nuestro fracaso". No hubo repreguntas.

Cercano a los lineamientos de la gestión presidencial de Cristina, su última afirmación pública volvió a ubicarlo en el centro de la escena y lo sacó de su estado habitual de equilibrio emocional y ensimismamiento. “En líneas generales, este gobierno nacional es el que más ha pensado en un país federal y distributivo, para darle acogida a los que menos tienen” sostuvo durante una entrevista publicada por la revista “La Garganta Poderosa”.  Sin abrir la boca, pero con afán colaborativo, instaló un comedor comunitario en su propio domicilio, en el medio de las inundaciones en La Plata, el año pasado. Recuperó, así, el mismo fervor militante que tuvo en su época universitaria, en la que realizaba trabajo social en los fines de semana cavando zanjas y ofreciéndose como voluntario “en beneficio de los más necesitados”, como también reconoció.

Hoy día, ya con el foco puesto en el debut argentino en el Mundial, frente a Bosnia Herzegovina, el próximo domingo, en Río de Janeiro, Sabella prefiere cotejar visiones propias con otras de terceros para así lograr una síntesis de ambas que decante en una idea superadora. Y es fiel a un principio base: “Ser, mejor que parecer”.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA