Ex ruta 40, una oportunidad turística

La vía que une a Pareditas, en San Carlos, con el Sur provincial cuenta con lugares de incalculable belleza que pueden ser aprovechados desde el plano del turismo y brindar una nueva apertura económica a los lugareños.

Ex ruta 40, una oportunidad turística

Sucedió a lo largo y a lo ancho del país. La construcción de autopistas fue dejando de lado, y en muchos casos en el ostracismo, a pueblos que antiguamente eran cruzados perpendicularmente por las rutas nacionales. E

n Mendoza, los ejemplos se dan en todas aquellas ciudades como Palmira, San Martín, Santa Rosa o La Paz, que quedaron lejos de la doble vía que une a la Capital con el Arco del Desaguadero. En algunos casos, como San Martín, esas ciudades mantuvieron su vigencia al convertirse en centros de comercio de la zona, pero en otros los problemas se multiplicaron.

Hacia el sur, el desvío que se produce a la altura de Pareditas para dirigirse hacia San Rafael dejó en el olvido a una importante cantidad de pequeñas poblaciones -en algunos casos constituidas por escasa cantidad de viviendas- que anteriormente eran utilizadas en el viaje hacia la Patagonia.

Sus habitantes siguen viviendo de la crianza de ganado vacuno o caprino, recursos económicos que sólo les alcanzan para subsistir, y ya han advertido las posibilidades que brinda una zona de espectacular belleza para tratar de insertarse en el plano del turismo; con aspectos que contribuyen a despertar el interés del visitante, como el de pedir “permiso” a los cuatro vientos para poder internarse en la montaña, respetando así una costumbre ancestral de la comunidad mapuche.

Ya a poco de ingresar se van sucediendo lugares de incalculable valor turístico, como el Mirador de la Isla, conformado por los arroyos Yaucha y Gateado; el cajón de granito que bordea al Mirador del Gateado, donde aparece el último bosque de maitenes, al que le sucede un mirador desde el que se aprecia en toda su inmensidad el Cordón del Plata, que desaparece al incrustarse en la cordillera.

El viaje permite observar también cómo va desapareciendo la vegetación “cuyana” y naciendo la patagónica. Cada uno de los lugares, como los miradores de Papagallos, arroyo Hondo o La Faja, está adornado de historias y de anécdotas, como las del Santito Quemado o el rayo que atravesó a un lugareño.

La comuna de San Carlos ha advertido las amplias posibilidades que desde el plano del turismo brinda la región y aparece dispuesta a explotarlas, a modo de solución también para paliar las dificultades económicas que afectan a los habitantes de la zona.

Sin embargo, actualmente la travesía sólo puede realizarse en vehículos especiales, en razón de que el camino plantea inconvenientes importantes como consecuencia de la carencia de obras hidráulicas que han generado que el agua del monte alcance los senderos.

La carencia de infraestructura hotelera o gastronómica es suplantada por improvisados comedores en los que se ofrecen chayas de pavo, humita, sopaipillas o mateadas compartidas con los lugareños que otorgan valores excepcionales al viajero.

Quienes han tenido la oportunidad y la suerte de realizar su recorrido han llegado a calificar de “mística” la experiencia. Razones no les faltan porque se trata de un ingreso a la historia, a descubrir la vida de lugareños para quienes el tiempo no ha pasado.

Pero para que esa experiencia pueda ser vivida por muchos más mendocinos y turistas, es necesario que se realicen obras de infraestructura vial que permitan un tránsito más aliviado por la zona.

No se trata de impulsar una afluencia turística desmesurada que pueda modificar costumbres ancestrales de la gente del lugar, pero sí de otorgarles mayores posibilidades que permitan aliviar en parte los problemas económicos que se generan en esos lugares alejados de los centros poblados.

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