Poder perpetuo. Eso es lo que imagina el presidente de Rusia, Vladímir Putin, que ayer firmó la ley que introduce cambios en la Constitución y que congela hasta 2024 el problema de la sucesión, al permitirle postularse a la reelección y permanecer en el Kremlin hasta 2036. Nada menos.
Mientras el gobierno se ocupa de frenar el avance del coronavirus (se prohibió el ingreso de ciudadanos de China, Corea del Sur, Irán e Italia a un país que registra unos 45 casos de contagio y ningún muerto), el mandatario estampó su firma en el documento de 68 páginas después de que el Consejo de la Federación (Senado) aprobara en una sesión extraordinaria la adopción por parte de los parlamentos de las 85 entidades que conforman la Federación de Rusia de los cambios a la Carta Magna promovidos por Putin.
La ley sobre las enmiendas constitucionales pasó por lo tanto todos los trámites legislativos y lo hizo solo en una semana.
El presidente ruso envió ayer mismo la ley al Tribunal Constitucional, que debe pronunciarse en un plazo de siete días sobre su compatibilidad con los capítulos 1,2 y 9 de la Carta Magna (fundamento del sistema constitucional, derechos humanos, civiles y libertades, y enmiendas y revisiones de la Constitución).
Putin, que lleva 20 años en el poder, quiere especialmente saber si los jueces dan el ok a la enmienda que le permitiría postularse a la reelección en 2024.
La actual Constitución, de 1993, no permite el ejercicio de la jefatura del Estado durante "más de dos mandatos consecutivos".
Modificaciones a medida
Pero los cambios constitucionales aprobados por el Parlamento esta semana eliminan la palabra “consecutivos” y permiten al presidente en ejercicio en el momento de su entrada en vigor, es decir a Putin, postularse a la reelección independientemente del número de mandatos que haya ejercido anteriormente.
Las modificaciones en la Carta Magna solo entrarán en vigor si el máximo tribunal da su visto bueno y si las aprueban en paquete "más de la mitad de los ciudadanos que participarán" en el plebiscito previsto para el 22 de abril, según aclaró el Kremlin.
Nadie duda de que el Tribunal Constitucional dará su visto bueno a la reforma exprés de Putin, ni tampoco que la mayoría de los rusos que acudan a las urnas la validarán con su voto.
Con todo, el plebiscito será un “sí” o “no” a la figura de Putin como presidente, que el pasado martes, en una jugada maestra, derribó la última barrera que le impedía dirigir desde el Kremlin el destino del país más allá de 2024.
Lo hizo con ayuda de una enmienda presentada en el último minuto por Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta de la historia y diputada del partido oficialista, Rusia Unida.
Y lo hizo después de anunciar a mediados de enero una reforma de la Constitución –algo que había dicho que nunca haría– que inducía a pensar a los observadores del Kremlin que dejaría la presidencia.
Eso sí, para seguir al mando en la sombra desde un nuevo órgano anclado en la Carta Magna: el Consejo de Estado.
Putin no dijo todavía si se presentará en 2024 a un quinto mandato, si bien recordó el martes en la Duma (Cámara de Diputados) que quizás la "estabilidad" y una "fuerte vertical presidencial" debe priorizarse en momentos en el que Rusia no ha superado aún todos los problemas de la URSS, sufre dificultades económicos y "Occidente" la desafía.
Lo que sí ha conseguido el presidente ruso con esta puesta en escena es librarse de la imagen de “pato rengo” y que el problema de la sucesión quede aplazado, incluso congelado.
"Merece la pena señalar que Putin es un maestro a la hora de mantener abiertas sus opciones", escribió esta semana Alexander Baunov, del centro de estudios Carnegie en Moscú.
"La 'enmienda de Tereshkova' permitirá a Putin buscar un quinto mandato presidencial en 2024, pero no le obliga a hacerlo. Y al negarse a comprometerse plenamente con ello, evita convertirse en un pato rengo y mantiene a un mínimo las especulaciones sobre un posible sucesor", sostuvo.
Posponer la sucesión
Así, para los oligarcas y los hombres del Kremlin la incertidumbre en torno al “problema 2024” ha quedado pospuesta hasta dentro de cuatro años y Putin evita por ahora una lucha por el poder de grupos que no quieren perder sus privilegios y su influencia.
Ello no quiere decir que no pueda presentar en el último segundo a un sucesor y sorprender de nuevo a todos, como hizo el primer presidente de Rusia, Boris Yeltsin, con Putin en 1999.
El momento en el que se produjo este golpe de mano juega a favor del presidente por distintos motivos.
Él mismo lo mencionó en la Duma: la "difícil situación en la economía, la seguridad y política globales", la pandemia del coronavirus y la caída de los precios del petróleo, de las bolsas y del rublo, todo ello preocupa y ocupa a los ciudadanos.
A favor de Putin
En una situación así, la “estabilidad” a la que tanto apela Putin es un factor que puede influir en el voto de los rusos que acudan a las urnas dentro de algo más de un mes.
Además, la amenaza del coronavirus quita de las manos de la oposición una de las pocas herramientas que tenía para protestar contra las enmiendas con su campaña “Niet!” (¡No!).
El coronavirus "es preocupante y útil a la vez, porque sirve de excusa para prohibir manifestaciones de la oposición", afirma Baunov, en referencia a los decretos de Moscú y San Petersburgo que prohíben actos públicos con más de 5.000 y 1.000 personas, respectivamente, debido a la pandemia.
Las autoridades detuvieron esta semana a ocho activistas en San Petersburgo y Ekaterimburgo que iban a montar piquetes –la única forma de protesta permitida sin autorización previa– contra el plan del presidente ruso, y bloquearon la página web de la campaña.
La oposición quiere marchar contra la reforma de Putin el próximo fin de semana, pero no puede.