La actividad física genera endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad, y esa es una de las claves -además de la relevancia por la vida sana- en las que se apoya el crecimiento de la cantidad de corredores en la provincia; fruto de una tendencia nacional que los paisajes locales potencian.
En la provincia, el running se ha convertido en un mercado que mueve un mínimo de 10 millones de pesos por año, sólo si se tiene en cuenta entrenamiento, un par de carreras e indumentaria básica.
No es fácil determinar los números en este rubro debido, por un lado, al amplio espectro de la actividad así como a la enorme diversidad en cuanto a grupos de corredores, cantidad de miembros en cada uno de ellos, así como las diferencias individuales que hay a la hora de participar de carreras, elegir las zapatillas y porción de vida a destinar a este deporte en alza.
Lo último tiene que ver con los objetivos individuales que se trazan los corredores junto con sus entrenadores y que implican mayores o menores niveles de profesionalización.
Teniendo en cuenta estas variables, así como la inexistencia de un registro formal de grupos de corredores, cantidad de carreras anuales en la provincia, entre otros datos, quienes practican la actividad coinciden en que, en promedio, hay unos 50 grupos de runners con un promedio de 15 integrantes cada uno (pese a que en algunos equipos son sólo diez, en otros entre 30 y 50 mientras que uno se destaca con 300 corredores).
Los grupos son espacios coordinados, en general, por profesores de educación física especializados en el tema, en donde se cobra una cuota cercana a los 300 pesos por mes, lo que incluye diversas prestaciones. Para este ítem, el cálculo grueso da unos 1.300 corredores que gastan en 10 cuotas por año $ 3.900.000.
Si se piensa que estos 1.300 atletas adquieren al menos dos pares de zapatillas en 12 meses a un valor promedio de $ 1.000 el par, se suman $ 2.600.000 al primer monto. A esto, habría que agregar que esa misma cantidad de deportistas adquieren, al menos, un short ($ 500), una remera ($ 500), dos pares de medias ($ 100) y un rompeviento ($ 1.000), podríamos sumar $ 2.730.000 pesos más -desde estos precios se parte.
Aunque no es regla y cualquier tela se puede usar para entrenarse, quienes practican la actividad suelen adquirir prendas de telas especiales que tienen costos más altos.
Por último, respecto de maratones y carreras -como sucede con los grupos- se observa una inmensa variedad y cantidad con diferentes exigencias, prestigio, cantidad de kilómetros y terrenos.
Esto también determina los costos de las mismas, por lo que inscribirse en una maratón puede costar entre $ 200 y $ 800. Así, a un promedio de $ 400 por carrera y considerando un mínimo de dos maratones anuales por los 1.300 corredores en cuestión, se obtiene un gasto promedio de $ 1.040.000.
Las cuatro cuentas juntas dan $ 10.920.000 por año pero -claro- la cifra puede ser mucho mayor y crecer a niveles inimaginables. Es que -como en otras actividades- quienes hacen running pueden gastar “fortunas” en distintos chiches o indumentaria que se usan para practicarla.
Se trata de equipamiento como gorritas, chalecos térmicos, pantorrilleras o medias especiales (que comprimen la pierna para minimizar lesiones), la mochila de hidratación o camelbak y los relojes inteligentes que monitorean capacidad cardíaca, distancia, velocidad, promedios personales, etc. Para este fin y con funciones similares, también hay aplicaciones gratuitas para celulares.
Otro ítem al que los deportistas destinan parte de sus divisas es al de la nutrición. Aquí se abre un mundo de posibilidades que también dependen de los objetivos trazados y que no sólo tienen que ver con las consultas con los nutricionistas -muchos con convenios y precios especiales dentro de los mismos grupos de runners.
En este ítem entran alimentos determinados que ayudan a mejorar los rendimientos de acuerdo a los objetivos, algunos suplementos vitamínicos así como productos especiales que -más allá de frutos secos y barras de cereal- son especiales para ingerir durante las carreras. En este punto, a las aguas con sales para hidratación también hay que tenerlas en cuenta.
Correr en grupo
"El crecimiento de los grupos de entrenamiento se ha ido dando en base a la respuesta de una demanda real", dice Martín Romero, profesor de Educación Física y especialista en entrenamiento deportivo y rehabilitación cardiovascular, que trabaja desde hace más de 20 años y ha sido uno de los testigos directos del crecimiento de la actividad, con todo lo que ello implica.
En este contexto, tanto Romero como otro histórico en el rubro, Raúl “Turco” Lemir, cuentan que hay personas entrenándose en los distintos puntos de la provincia. Así, si en el Parque se pueden contabilizar unos 30 grupos de running, en los principales espacios verdes de Godoy Cruz, Maipú, Guaymallén y ciudad se pueden sumar 20 más, como mínimo.
“En los prados del acceso Este, hay unos 12 equipos -de entre 6 y 7 integrantes- que se entrenan”, cuenta el profesor Gerardo Diaz, dueño del gimnasio Power Zone en Guaymallén e integrante del Colegio de Profesionales de Educación Física.
En el sur de la provincia hay una movida importante desde hace tiempo, mientras que en el Valle de Uco y en el Este también se nota un franco crecimiento de la actividad, que también se ha visto reflejado en carreras nuevas en esos paisajes. “Pronto, todos los departamentos de la provincia van a tener su grupo de trote -municipal o privado- ligado al lugar”, vaticina Lemir.
Aunque están los que se juntan a correr desde hace años “a la misma hora y en el mismo lugar”, la mayoría de los grupos de runners funcionan en torno a un entrenador o un grupo de profesionales a quienes se les paga una cuota mensual que ronda los $ 300 -similar o un poco menos que un gimnasio- por el servicio de entrenarlos.
Algunos funcionan bajo el paraguas de un club o de un gimnasio y otros lo hacen a modo de clases “particulares” reuniéndose al menos dos veces por semana para practicar. La flexibilidad horaria o la existencia de al menos dos horarios dentro del mismo equipo es otra de las cosas que atrae e los corredores.
Algunos grupos tienen convenios con marcas de ropa deportiva o de aguas a partir de los cuales otorgan una remera identificatoria u ofrecen descuentos en dicha indumentaria o hidratación durante el entrenamiento.
También, hay espacios en donde está la posibilidad de una consulta gratuita con el nutricionista y ámbitos en donde los profesionales de la alimentación trabajan con chefs para realizar las viandas a la medida de los objetivos del entrenamiento. En este contexto, la mayoría de los grupos ofrece entrenamiento para correr en calle o en montaña pero también hay ámbitos especializados en uno o en otro terreno.
Para Walter Ortiz, también entrenador, el auge de la actividad se debe, en parte, a que se considera un deporte que incluye a más personas y de diversas edades. La necesidad básica de hacerse estudios médicos, son las recomendaciones en las que insisten los profesionales. Algunos grupos facilitan esta parte haciendo alianzas específicas con centros médicos.
En este contexto, Diaz se queja de la informalidad existente en el rubro, aunque adelanta la posibilidad de que el Colegio de Profesionales comience a realizar controles. Desde el Ministerio de Deportes no hay un control específico de estos grupos considerados como “particulares”.
Maratones, divino tesoro
Las maratones son un mercado aparte dentro del mundo del running. Tanto es así que los profesores cuentan que la variedad de carreras es grande.
En especial porque muchas se organizan por única vez o no logran mantenerse a lo largo de los años. Tanto Lemir como Romero relatan que no hay que pedir permiso a la Federación de Atletismo para hacer una maratón, por lo que no es raro que en un mismo fin de semana coincidan 4 carreras distintas mientras que en otros no hay ninguna.
¿La cantidad de maratones que un runner promedio corre por año? Tan variable como cantidad de corredores. Los más entrenados, no obstante, deberían tener unas 6 carreras al año debido a la exigencia que éstas implican.
Hablar de la variedad de maratones implica la existencia de carreras de montaña (trail running) y de calle (street running) y -sobre todo dentro de estas últimas- las distancias varían entre 2, 5 (para principiantes), 10, 21 y 42 kilómetros.
En Mendoza no se corren distancias mayores, como 80 o 110 kilómetros, las denominadas ultramaratones, pero las hay en otras provincias o países adonde unos pocos mendocinos logran llegar. Un puñado mayor, en tanto, se prepara para correr carreras famosas como las de la ciudad de Buenos Aires y la de Villa La Angostura; entre otras. Chile es otro atractivo para los deportistas locales. En estos casos, el dinero que los runners invierten no se queda en la provincia.
Según Santiago Suárez, dueño de la empresa de marketing Tao Comunicaciones -que, entre otras cosas, se dedica a la organización de maratones-, relata que los precios de las carreras en Mendoza promedian los $ 400 o $ 450 y que todo depende del prestigio de las mismas, así como de lo que ofrezcan las organizaciones. “Aquí suele darse una especie de preventa en la que, mientras antes te anotás, más barato te sale”, relata Suárez.
En este contexto, desde la firma Club de Eventos, Ricardo Torres dice que él organiza alrededor de 15 maratones por año en la provincia y que la mayoría de ellas está instalada en el tiempo. El promedio de corredores por cada maratón también es variable pero, según opinan los profesores, debe haber un mínimo de 250 o 300 para considerar que la convocatoria fue exitosa.
No obstante, hay carreras más populares que otras y, de acuerdo con la opinión de Torres, las de 42 kilómetros (la tradicional aquí es la Maratón Internacional, que podría cambiar de nombre el año que viene) han llegado a convocar unos 500 participantes mientras que las de Fundavita y Conin se llevan las palmas con más de 1.000 corredores.
Los 21 km de San Rafael, organizada por una marca deportiva, es otra de las que está instalada en la provincia. Ahora, los municipios del Este y del Valle de Uco están organizando maratones para promocionar tanto a sus corredores como a sus parajes naturales. Es el caso de la próxima maratón en las Huayquerías de San Carlos o las que organizan Junín y La Paz, con jugosos premios y bajos costos de inscripción.
En Mendoza, los precios de las maratones oscilan entre los 200 y los 800 pesos, valor por el que los organizadores se comprometen a determinados servicios que deben cumplirse para evaluar el éxito o no del encuentro. Cuando la organización no es bien vista, el comentario corre rápido entre los runners y se truncan las posibilidades de otra vuelta.
El negocio de las maratones también se mueve en base a los auspicios de marcas importantes, lo que hace crecer la posibilidad de que la carrera sea más popular.
La provincia tiene el atractivo de la montaña, el Aconcagua, los viñedos y el Cristo Redentor, entre tantos paisajes. La plaza -aunque explotada- tiene mucho todavía para crecer. La prueba está en que las convocatorias de las principales maratones locales están lejos de las de Buenos Aires o Villa La Angostura, así como los precios de las inscripciones, que son muy superiores en esos sitios. Se trata de un negocio jugoso que podría atraer, incluso, más turismo, en función de la seriedad con que se continúe trabajando.
Triatlón, mountain bike y más
El auge del running no llegó solo y el interés por correr viene de la mano de la natación y de la bici para dedicarse a los triatlones en primera instancia y, en segunda, para competencias mucho más exigentes como son los llamados Ironman, que tienen las características de los triatlones pero con distancias mucho más largas y exigentes
Otra actividad que también viene en alza son los trekking sencillos por la montaña mendocina. Las salidas -auspiciadas por diferentes grupos- al cerro Arco, la reserva Divisadero Largo, los Altos Limpios en Lavalle o algún circuito en Vallecitos -por nombrar sólo algunos de la gran cantidad que hay en Mendoza- están a la orden del día y se convierten en salidas alternativas los fines de semana.
Aquí los precios varían y dependen de la movilidad, si hay vianda o no y otros detalles, pero -en líneas generales- se cobra un pequeño canon por la guía y la asistencia deportiva.
Por último, los circuitos de mountain bike y los grupos aficionados a este deporte continúan en franco crecimiento. Para este deporte hay que considerar gastos mayores ya que una bicicleta de buena calidad pero básica, puede arrancar en los $ 10.000. En este rubro, no obstante, el entrenamiento es “más libre”, es decir que no siempre cuentan con la guía de un entrenador al que se le paga por mes.