Supongo que habrán oído, aunque sea de costado, acerca de “WandaVision”. Es una serie de la factoría Marvel que mezcla la mitología de los superhéroes con la estética de las telenovelas hogareñas de la TV de los años 50 y 60. Suena como un pastiche. Y lo parece, hasta que te das cuenta que no es un delirio de nerds de las historietas sino una reflexión bizarra pero muy original sobre el duelo,sobre el adiós a las personas amadas: la hechicera Wanda construyendo (construyéndose) una realidad paralela en la que transcurre una vida feliz junto a su esposo, el androide Vision, que fue asesinado por el villano Thanos. En la Navidad, en la mañana del 25 de diciembre, perdí a un amigo muy querido, un hermano de la vida. Y desde entonces siento que gran parte de las cosas que veo, leo o escucho se refieren a esa pérdida, a las formas de metabolizarla, de encajarla en alguna parte. En las vacaciones me sumergí en “El año del pensamiento mágico”, un libro de la periodista y escritora Joan Didion en el que narra magistralmente su propio duelo, tras la inesperada muerte de su marido. “Cuando lloramos a nuestros seres queridos también nos estamos llorando a nosotros mismos, para bien o para mal. A quienes éramos. A quienes ya no somos. Y a quienes no seremos definitivamente un día”, dice Joan Didion en una parte del libro. Al igual que Wanda, ella también armó su propia para-realidad: dejaba la ropa en el placard, la chimena encendida, los libros en la mesa de luz, por si su marido se decidía a regresar. Fantasías de goma eva, formas de suspender el tiempo, de entender la ausencia y prorrogar el adiós.
La nueva y desconcertante serie de Marvel plantea cosas que nos pasan durante el duelo de familiares y amigos.
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